Sé lo que viste el fin de semana pasado/CCXXVI



El atentado del siglo: Utoya (Utoya 22. juli, Noruega, 2018), de Erik Poppe. Basada en el horrendo atentado en el que perecieron varias decenas de jovencitos reunidos en un campamento en la isla de Utoya del título -a unos cuantos minutos de Oslo, en Noruega- este thriller estás soberbiamente realizado en la forma, aunque su fondo sea muy discutible. Por acá doy mis argumentos in extenso. 

Las herederas (Paraguay-Alemania-Brasil-Noruega-Francia, 2018), de Marcelo Martinessi. La opera prima de Martinessi es notable por varios sentidos: se trata de una película realizada en Paraguay, un país que carece de industria fílmica -según el propio Martinessi, en entrevista con Sight and Sound, no se producen más de media docena de cintas cada año- y, además, se trata de un filme que, con toda justicia, ha tenido un triunfal periplo festivalero, acaso el más exitoso en toda la historia del cine paraguayo: mejor actriz y premio FIPRESCI en Berlín 2018, mejor director en Cartagena 2018, premio especial del jurado en Huelva 2018, mejor cinta latinoamericana en San Sebastián 2018, mejor director en los Fénix 2018, y así hasta sumar una treintena de premios por todo el mundo.
La razón es que estamos ante una sutil cinta de maduración y crecimiento no precisamente muy juvenil: Chela (la multipremiada Ana Brun) es una cincuentona que vive con su amiga de toda la vida -entiéndase "compañera", entiéndase "amante"-, Chiquita (Margarita Irun), quien termina siendo encarcelada por fraude bancario. Chela proviene de una familia venida a menos y se sobreentiende que quien llevaba la administración de su espaciosa casa era la vivaz Chiquita. Sin embargo, de improviso, Chela se encuentra sola y no sabe qué hacer para sobrevivir.
Cierto día, la pasiva y desconcertada mujer le da un aventón en su viejo y elegante automóvil a una anciana vecina (María Martins) y así, nomás porque no puede decir que no, Chela se convierte en el Uber personal de un grupo de doñitas que la llaman cada vez que quieren ir a alguna parte. En estos viajes conoce a la hija de una de las señoras, Angy (Ana Ivanova), quien empieza a platicar con Chela de algo más que el clima o la inseguridad que hay en Asunción. De repente, Chela parece que podría empezar a vivir... si es que se decide a hacerlo.
Y, también, si la película de Martinessi se decide a contar esa historia y no otra. La realidad es que el debutante cineasta paraguayo -autor también del guion- está más interesado en entregarnos la crónica del lento e imperceptible despertar de esta mujer, más que en mostrar los efectos de ese posible -pero no seguro- despertar a la vida. El resultado es un meritorio filme minimalista que vale la pena por su extendido reparto -todo femenino- y por la delicadeza con la que Martinessi y su fotógrafo Luis Armando Arteaga construyen los espacios dramáticos en los que transita la pasiva Chela, especialmente el contraste entre el oscuro y sombrío hogar, y la alegre y colorida prisión donde permanece Chiquita. ¿Cuál de las dos vive más en la cárcel? ¿Cuál de las dos saldrá primero? 

En los pasillos (In den Gängen, Alemania, 2018), de Thomas Stuber. Ganadora del premio ecuménico en Berlín 2018 y ganadora de la Espiga de Plata en Valladolid 2018 -en donde la vi en octubre pasado- ha llegado al circuito cultural esta minimalista película -¡otra más!- dirigida por el desconocido en México Thomas Stuber.
Christian (el ascendente Franz Rogowski) es un silencioso y tímido joven que empieza a trabajar en un gran supermercado en forma de bodega -una suerte de Sam's Club germano, al parecer. Acaso porque esa es su personalidad, acaso porque quiere alejarse de un oscuro pasado delincuencial, Christian no dice esta boca es mía, a no ser para convivir con Bruno (Peter Kurth), el viejo y experimentado empleado que resulta ser su mentor en esos primeros días de trabajo. Todo transcurre en la placidez de la rutina diaria, con algunos arranques líricos, cuando se cierran las puertas del supermercado y Christian y otros trabajadores usan los montacargas al ritmo de El Danubio azul de Strauss. Otra empleada de la tienda, la rubia Marion (Sandra Hüller), infelizmente casada, tiene una que otra deferencia con el callado Christian, quien empieza a ver con interés a su compañera de trabajo.
No sucede mucho más en esta pequeña y mínima historia de amor entre dos solitarias almas gemelas y la duración del filme, que ronda poco más de dos horas, resulta excesiva, pero Stuber es un excelente director de actores -Rogowski y Hüller están magníficos en sus keatonianas manifestaciones de afecto e interés- y, se nota, está más interesado en transmitir un estado de ánimo que en contar una historia de forma tradicional. Demasiado minimalismo para mi gusto, pero ese es mí problema, no el del filme. 


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