Hoy en el FICCO 2009/VI


"Y advino el Crítico Iluminado y dijo: he aquí que todos los demás, ciegos, mezquinos o ambas cosas a la vez, no han sabido ver al Gran Cineasta por mí ahora revelado, y que resulta ser quien menos hubiese creído, porque mientras tanto todos se dedicaban a adorar a los falsos ídolos. Y cayó la venda de otros Críticos Iluminables, y vieron la Verdad Revelada: el Mesías ya estaba entre nosotros desde hacía tiempo, y se llamaba -por ejemplo- Roberto Gavaldón".

Así empezaba, hace un cuarto de siglo, su columna Cine y Dicine Don Emilio García Riera en DICINE No. 9 (octubre-noviembre de 1984), ridiculizando la restauración del prestigio de Roberto Gavaldón (1909-1986) que, en esa época, era realizada por los cinecríticos del bando rival, liderados por Don Jorge Ayala Blanco. A decir verdad, los dardos de García Riera estaban dirigidos a Ayala Blanco más que a Gavaldón, aunque también es cierto que el cineasta chihuahuense nunca fue del agrado de Don Emilio, quien siempre consideró al director de Macario (1960) como un cineasta correcto pero frío, dotado de cierta eficacia formal pero sin auténtica inspiración. Durante esos años Gavaldón fue, pues, uno de los campos de batalla del pleito entre los dos bandos de crítica fílmica que existían en México -una década antes el motivo de la pelea fue el cine de Alberto Mariscal y luego lo fue Arturo Ripstein- pero ahora, a más de dos décadas de esa diatriba publicada en la revista DICINE, es evidente que la batalla fue ganada por Ayala Blanco y compañía. Es claro que el consenso actual está del lado de Gavaldón y para muestra, un botón: en el magnífico libro Roberto Gavaldón, Director de Cine (CONACULTA/Océano, 2005), los ensayos que analizan y ensalzan la obra del cineasta son escritos por Eduardo de la Vega Alfaro y José María Espinasa, que pertenecieron, en su momento, a los dos bandos en pugna.
Valga todo el preámbulo anterior para valorar a plenitud que el FICCO 2009 haya dedicado una de sus retrospectivas a la obra fílmica de Gavaldón que, a 23 años de su fallecimiento, ya nadie duda que pertenece al cánon de los mejor del cine nacional. Y, precisamente, una de sus cintas más logradas es la que hoy se ha programado en el FICCO: Rosauro Castro (1950), su largometraje número 15.
Como en La Noche Avanza (1951) -mi favorita personal, que también se ha programado en el FICCO-, he aquí la crónica precisa de la caída anunciada de un macho topoderoso. El Rosauro del título (infaltable Pedro Armendáriz) es el cacique de un pueblo no identificado por la voz narrativa de Arturo de Córdova. Cual Elba Esther en el sindicato de maestros, no se mueve una hoja sin que lo sepa -sin que lo decida- Rosauro Castro. Manda asesinar a Pedro Cardozo, un hombre recto e incorruptible, porque se atreve a lanzarse como candidato independiente a la Presidencia Municipal, ocupada por don Antonio (Carlos López Moctezuma), que no es más uno de sus muchos achichincles. Pero la muerte que arrastra consigo Rosauro Castro lo alcanzará finalmente, en su único punto débil.
Como de costumbre, Gavaldón cuenta esta fatalista historia con su consabida solvencia. El reloj del pueblo -leit-motiv argumental y visual- marcará implacable el tiempo, que se irá acortando más y más hasta que el temido cacique encuentre su destino. Más que la ley de los hombres, encarnada por el poco agraciado y menos simpático Arturo Martínez, parece que la justicia viene de la Ley de Dios o, si se quiere, del Destino -así, con mayúsculas. En un momento clave, Rosauro le dice a su sufrida madre (Mimí Derba) que eso de Dios y lo demás es cosa "de ellas", no de hombres como él. La blasfemia, por supuesto, la pagará caro.
Hay mucho de admiración por parte de Gavaldón y de su escritor, José Revueltas, hacia este maléfico cacique. Con todo y ser lo que es y de hacer lo que hace, acompaña siempre que puede a su pequeño hijo al que adora, se divierte genuinamente viendo una representación de títeres, celebra cual charro cantarín que sus enemigos solamente lo hirieron y afronta con dignidad, valentía y hasta una media sonrisa, su ineluctable fin. El filme nos entrega, pues, un villano más rico y complejo de lo que uno hubiera podido suponer. Por eso, en el desenlace, contra nuestras mejores intenciones, uno termina sintiendo la caída del malvado.

Comentarios

Anónimo dijo…
Siempre me he dicho que si Rosauro Castro -o La diosa arrodillada- las hubiese dirigido, por decir, Orson Welles, serían hoy clásico de clásicos dentro de la cinematografía mundial ... quizás exagero, pero es lo que siempre me he dicho.

Slds!
Jossy Meza dijo…
La bondad no tiene dobleces; por ello, los malos son siempre interesantes.

¿A quien le puede resultar interesante ver a un "punching bag", que todo lo acepta, cuando el malo al menos piensa lo que hace?

Imagínate, por ejemplo explorar el lado siniestro de la gente, donde existe una gran tranquilidad para hacer las cosas y todo sucede y se decide como si nada...

Bueno, me he desviado del tema. Buena reseña, como siempre.

Saludos.
¿Qué opinas de En la palma de tu mano, Ernesto? La acabo de ver.
Christian dijo…
off topic para los escépticos,

Acabo de ver El Transportador 3 y no está nada mal eh! Así como le hace Paxton yo diría que es La Road Movie Escapista jeje

Bueno me retiro a ver como Danny Boyle es premiado en la academia, que bárbaro su Perro del Arrabal Millonario es una obra maestra! La vi ayer y wow!!

Saludos
Paxton: Creo que no ha envejecido bien. Prefiero, de lejos, La Noche Avanza. Pero, igual, hace años que no la reviso. Hasta donde recuerdo, hay un prólogo anacrónico y engolado que me molestó mucho la última vez que la vi. Pero también recuerdo a Leticia Palma, bellísima, y se me nubla el entendimiento. Debo volver a verla (a la película y a Leticia Palma).
OK,

¿Y la de La otra? A JAB le requetencanta. La tengo programada para el sábado por la noche.
Ah, y coincido, Leticia Palma, qué mujerón.

¿Qué es engolado? Y sí, todavía tiene ese prólogo...
Engolado: Se aplica al modo de hablar poco natural, excesivamente grave o enfático.

La otra es mucho mejor.
Champy dijo…
Y El Gallo de Oro???
Que opinión te merece?
De las dos versiones, la de Gavaldón es la mejor. Aunque creo que ninguna de las existentes le hace justicia al texto de Rulfo.

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