Mis problemas con Joe

Me acerqué al cine de Apichatpong Weerasethakul a mediados de la década, cuando en toda revista seria de cine que caía en mis manos -Cahiers du Cinèma, Sight and Sound, Film Comment, you name it- no aparecían más que encendidos elogios para el cuarto largometraje del cineasta tailandés, Sud Pralad (Tailandia-Francia-Alemania-Italia, 2004), conocido internacionalmente como Tropical Malady. La cinta ganó el Premio del Jurado en Cannes 2004 y apareció en buena parte de las listas de lo mejor del año.

Con su siguiente filme, Sang Sattawat (Tailandia-Francia-Austria, 2006), distribuido en todo el mundo como Syndromes and a Century, sucedió algo similar: la cinta concursó en Venecia 2006, fue alabada por buena parte de la crítica internacional, apareció en varios top-tens del año y, más aún, en uno que otro top-ten de esta década que termina, como que el que está aquí.

El asunto es -y aquí va mi confesión urbi et orbi- que no me puedo conectar con el cine de Weerasethakul. Es decir, aprecio la estructura narrativa bifucarda/especular de sus cintas, admiro su controladísima puesta en imágenes y más aún su riquísima banda sonora (el cine del tailandés hay que verlo y, además, escucharlo), pero sus historias, de plano, no me interesan. No me emocionan. No siento ninguna conexión emocional con lo que muestra. Pero, insisto, es mi problema, no el de Weerasethakul -o, mejor dicho, de Joe, pues así pide el cineasta tailandés que lo llamen cada vez que da una conferencia de prensa en algún festival fílmico occidental, por aquello de su impronunciable apellido.

La primera hora de Sud Pralad es la que mejor justifica los halagos al cine de Joe. El soldado Keng (Banlop Lomnoi) conoce en la selva al iletrado campesino Tong (Sakda Kaewbuadee), con quien siente una clara atracción amorosa. Tong se deja y no se deja querer: acepta que Keng lo manosee en el cine, pero responde a su enamorado con juegos más que con pasión. No queda muy claro si Tong es un inocente o un perverso: se encoge de hombros cuando lee una declaración de amor de Keng y sonríe con cada avance que da Tong pero, llegado el momento, el inasible jovencito desaparecerá en la noche, dejando con un palmo de narices a Keng.

La segunda parte de Sud Pralad no tiene una relación directa con la trama gay antes descrita... por lo menos no en apariencia. Un soldado perdido en la selva, aparentemente el mismo Keng, se enfrenta a un chamán (¿Tong?) que puede convertirse en cualquier cosa. El brujo, transformado en tigre, acosa al soldado quien, hacia el final, luego de recibir los consejos de un mandril parlante, ha decidido entregarse al chamán.

La conexión entre los dos segmentos es, en realidad, bastante evidente: en los dos hay una búsqueda sensual por el otro y una resistencia de ese otro -sutil, en la historia de la pareja de muchachos; violenta, en el caso del soldado perdido en la selva- a entregarse. Se trata de un par de relatos que funcionan como reflejos especulares uno del otro: del terreno más o menos convencional del cine romántico gay pasamos a un terreno mucho más (pretendidamente) poético y significativamente más sensual. En su segunda parte, Sud Pralad exige que el espectador no despegue los ojos de la pantalla: la selva tailandesa, en toda su inabarcable sensualidad visual y sonora, apabulla.

Sang Sattawat, el quinto largometraje de Joe, es un filme mucho más controlado y, por lo mismo, menos apantallante. Al igual que en Sud..., otra vez tenemos una trama que se bifurca y se repite, ahora con mucha mayor claridad.

En la primera parte, ubicada en un pequeño hospital rural, la joven doctora Tei (Nantarat Sawaddikul) entrevista al médico recién llegado, el exmilitar Nohng (Jaruchai Iamaram), al mismo tiempo que rechaza los avances amorosos del joven campesino Toa (Nu Nimsomboon) y atiende a un anciano monje budista (Sin Kaewpakpin) que le pide medicamento controlado para dárselo a otros monjes y a la gente que vive en su comunidad. En otro lugar del hospital, un joven monje, Sakda (Sakda Kaewbuadee, el misterioso campesino Tong de Sud Pralad), quien siempre quiso ser un DJ, entabla amistad con el dentista que lo atiende, Ple (Arkanae Cherkam), quien compone y canta su propia música cuando no está en el hospital. Entre los dos parece haber una conexión, pero como en Sud Pralad, Sakda Kaewbuadee desaparece en la noche sin seguir a su nuevo amigo (¿o enamorado?).

En la segunda parte, estamos en otro hospital, pero éste es moderno, citadino, con unos ventanales enormes e imponentes, desde donde se puede ver todo Bangkok. Sin embargo, los personajes son los mismos y los diálogos son muy similares. Cambian algunas circunstancias y no son los mismos encuadres, pero de nuevo Tei entrevista a Nohng, es espiada por su enamorado Toa, el anciano monje es ahora atendido por otro médico pero vuelve a pedir los medicamentos controlados sin receta, el joven monje Sakda entra a atenderse con un dentista...

Después de plantear la variación de la misma historia, la segunda parte de Sang Sattawat se separa finalmente de la primera: conocemos a la prometida de Nohng, que quiere que su novio cambie de trabajo y vemos a otros personajes aparecer y cobrar importancia, entre ellos un jovencito envenenado con CO2.

Nuevamente las dos mitades tienen que ser unidas por el espectador: las variaciones son mínimas entre las dos partes, pero en las dos aparece, entre los personajes, el mismo sentido de pérdida y búsqueda del amor. Si en lo personal me gustó mucho menos Sang Sattawat que Sud Pralad esto se debe, acaso, a que el ingrediente exótico del primer filme ha sido expurgado por completo: frente a nosotros están varias parejas comunes y corrientes que se sienten perdidas por no recibir o no poder expresar amor.

Joe ha dicho (Sight and Sound, octubre 2007, p. 47) que Sang Sattawat está basada en y dedicada a su papá y su mamá (ambos médicos) y que muchas de las viñetas que conforman la cinta provienen de sus propios recuerdos infantiles y de conversaciones con sus padres. Que se trata de su cinta más querida. La más personal. No lo dudo: tan personal que resulta frustrantemente críptica. Igual hay que anotar que Sang... fue realizada con el fin de celebrar el 250 aniversario de Mozart. Eso sí, la conexión entre la música de Mozart y la historia de estos médicos se los dejo de tarea.

(Información al calce: este es la entrada número 1000 desde que inicié el blog, hace poco más de dos años. Gracias a todos los que entran a leer, comentar, disentir, consentir, informar y cabulear. De todos los blogs de cine que leo en español este es el más rico y no por lo que escribo, sino por todo lo que ustedes comentan. Es, también, el blog más educado de todos: fuera de algunos improperios que escribimos todos de vez en cuando, lo que domina aquí son las razones, no los insultos ni las descalificaciones. Gracias a todos por eso).

Comentarios

Christian dijo…
Gracias a ti por crear este foro y dejarnos hablar y hablar y hablar y hablar en él Ernesto.

Felicidades por la entrada número 1000!
Joel Meza dijo…
Chin, ya iba yo iba a a alburear por eso de que el tipo se va "...dejando con un palmo de narices a Tong..." (¿cómo estuvo, por cierto, quién dejó a quién?) comentando que entonces no era la nariz, pero tu nota al calce ya hizo que me apenara...
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Felicidades, Ernesto, por el blog más generoso con sus seguidores que conozco.
Ah, claro, Tong dejó a Keng... Gracias por notar el gazapo, Joel. Aquí no tengo editores que me regañen por mis burradas pero tengo atentos lectores.
Ya hice el cambio en la reseña, por cierto.
William Saints dijo…
¡Felicidades, don Diezmartínez!

Yo lo seguí desde Noroeste (trabajaba ahí, actually) y, la verdad, me ha gustado muchísimo encontrarme con un espacio como éste.
Champy dijo…
Gracias por el espacio.

Y que sigan muchos miles mas.

Al menos 2046

2046
optimistic dijo…
pues muchas felicidades, mil entradas, bien escritas, nada de "al ahiseva", no cualquiera, maestro...

y de la fauna que aquí circunda, es cierto, no la hay en otros lares, lo que da un bono extra al blog.

Gracias, a ti y a todos.

Y joel, te apenaste, pero de todos modos te lo sacaste de adentro, eh
Anónimo dijo…
Y como no va a ser este un sitio perfecto para venir a leer de cine si hasta el autor se confiesa desconcertado ante ciertos autores. A mi me pasa con muchos, solo Reygadas se clava en todos mis sentidos, con él yo soy el que dice “pero que guey eres”. ¿Y donde se pueden conseguir las peliculas de este Joe sin que tenga uno que donar sus organos?

Felicidades mil
Leo
Leo: Pues básicamente en amazon o en yesasia.com.
Joel Meza dijo…
Ah, Optimistic... ya veo lo que hiciste ahí... aunque yo hubiera pensado que el comentario natural hubiera sido: no se apene...
optimistic dijo…
chale... hasta tu mismo te retachas los albures jaja.

No tienes madre, mejor le paro y voy por un cuate que, cuenta la leyenda, una vez se albureó al meritito rey, Alfonso Zayas.

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