Milagros Prohibidos
Ya, en serio, ¿qué tienen los españoles contra la maternidad? Dos de los mejores cintas de horror provenientes de la península ibérica en la última década, Los Otros (Amenábar, 2001) y El Orfanato (Bayona, 2007), tienen en su centro dramático a sendas madres culpables/culpabilizadas. A esta misma categoría pertenece Milagros Prohibidos (No-Do, España, 2009), tercer largometraje del desconocido por mí Elio Quiroga (Fotos/1996, La Hora Fría/2006).
España, tiempo presente. Al caserón abandonado que no falta en este tipo de películas -y que, además, fue un orfanato de niñas en el franquismo- llega a vivir el matrimonio formado por el médico Pedro (Francisco Boira), su traumatizada esposa pediatra Francesca (Ana Torrent, impecable) y el recién nacido hijo de ambos. Francesca arrastra el peso del recuerdo de su hija Rosa (Miriam Cepa), quien murió siendo bebé varios años atrás, aparentemente por alguna negligencia suya. La mujer ve el fantasma de su hija, platica con ella, la acompaña por los oscuros pasillos del enorme hogar recién alquilado. Lo malo es que muy pronto Francesca descubrirá que Rosa no es la única fantasma que hay por ahí.
Aunque la idea del sentimiento de culpa materno es muy similar a la de El Orfanato, la verdad es que Quiroga sí presenta algunos matices interesantes en su trama, escrita por él mismo. La cinta descansa no sólo en el personaje de Francesca, la paranoia por su hijo recién nacido o el contacto de ultratumba con su hija muerta, sino también en la oscura historia española asociada al franquismo. El No-Do del título hispano original se refiere a los "No-ticiario y Do-cumentales Cinematográficos" de la epoca de Franco que, por los ejemplares vistos en la cinta, se parecen demasiado a sus similares producidos aquí en México en la mejor (o sea, la peor) época del priato. La idea de Quiroga es que, además de los No-Do públicos, la dictadura franquista y el Vaticano produjeron unos documentales secretos en los cuales daban cuenta de los fenómenos religiosos inexplicables e imposibles de aceptar, como el de una puta que hacía auténticos milagros (albureros: abstenerse). Así, el serio sacerdote y "abogado del diablo" Miguel (Héctor Colomé), que alguna vez tuvo que ocultar la muerte de una prostituta santa ("las furcias no obran milagros"), carga también con su propio sentimiento de culpa. Las dos culpas, la de Francesca y la de Miguel, tendrán oportunidad de expiarse en ese antiguo orfanato.
Quiroga se muestra como un apto cineasta de género. Sin mucho dinero -es decir, sin muchos F/X digitales- logra transmitir una genuina atmósfera de horror, gracias al buen diseño de producción de Gabriel Carrascal y la fotografía de Juan Carlos Gómez. Hay algunos momentos que se sienten falsos -algunas de las narraciones de los No-Do clandestinos rozan con la autoparodia- y tengo la sensación que la trama misma no se sostiene si se le hace un escrutinio profundo. Sin embargo, la habilidad narrativa/visual de Quiroga está fuera de toda duda. Mientras uno está viendo la cinta, es fácil dejar pasar las varias lagunas argumentales. Y para ello resulta clave, también, la siempre bienvenida Ana Torrent.
España, tiempo presente. Al caserón abandonado que no falta en este tipo de películas -y que, además, fue un orfanato de niñas en el franquismo- llega a vivir el matrimonio formado por el médico Pedro (Francisco Boira), su traumatizada esposa pediatra Francesca (Ana Torrent, impecable) y el recién nacido hijo de ambos. Francesca arrastra el peso del recuerdo de su hija Rosa (Miriam Cepa), quien murió siendo bebé varios años atrás, aparentemente por alguna negligencia suya. La mujer ve el fantasma de su hija, platica con ella, la acompaña por los oscuros pasillos del enorme hogar recién alquilado. Lo malo es que muy pronto Francesca descubrirá que Rosa no es la única fantasma que hay por ahí.
Aunque la idea del sentimiento de culpa materno es muy similar a la de El Orfanato, la verdad es que Quiroga sí presenta algunos matices interesantes en su trama, escrita por él mismo. La cinta descansa no sólo en el personaje de Francesca, la paranoia por su hijo recién nacido o el contacto de ultratumba con su hija muerta, sino también en la oscura historia española asociada al franquismo. El No-Do del título hispano original se refiere a los "No-ticiario y Do-cumentales Cinematográficos" de la epoca de Franco que, por los ejemplares vistos en la cinta, se parecen demasiado a sus similares producidos aquí en México en la mejor (o sea, la peor) época del priato. La idea de Quiroga es que, además de los No-Do públicos, la dictadura franquista y el Vaticano produjeron unos documentales secretos en los cuales daban cuenta de los fenómenos religiosos inexplicables e imposibles de aceptar, como el de una puta que hacía auténticos milagros (albureros: abstenerse). Así, el serio sacerdote y "abogado del diablo" Miguel (Héctor Colomé), que alguna vez tuvo que ocultar la muerte de una prostituta santa ("las furcias no obran milagros"), carga también con su propio sentimiento de culpa. Las dos culpas, la de Francesca y la de Miguel, tendrán oportunidad de expiarse en ese antiguo orfanato.
Quiroga se muestra como un apto cineasta de género. Sin mucho dinero -es decir, sin muchos F/X digitales- logra transmitir una genuina atmósfera de horror, gracias al buen diseño de producción de Gabriel Carrascal y la fotografía de Juan Carlos Gómez. Hay algunos momentos que se sienten falsos -algunas de las narraciones de los No-Do clandestinos rozan con la autoparodia- y tengo la sensación que la trama misma no se sostiene si se le hace un escrutinio profundo. Sin embargo, la habilidad narrativa/visual de Quiroga está fuera de toda duda. Mientras uno está viendo la cinta, es fácil dejar pasar las varias lagunas argumentales. Y para ello resulta clave, también, la siempre bienvenida Ana Torrent.
Comentarios