10a. Semana de Cine Nórdico/II
Lo bueno de que la 10a. Semana de Cine Nórdico haya iniciado con esa plasta que es Mamut (Moodysson, 2009) es que todo lo que venga después tiene que ser mejor. Y así sucedió, precisamente, con El Mono (Apan, Suecia, 2009), segundo largometraje de ficción -porque tiene en su haber un documental- del cineasta sueco Jesper Ganslandt.
La cinta inicia con el protagonista, un hombre de mediana edad, despertando en el baño de su propia casa, manchado de sangre. Luego descubriremos que se llama Krister (extraordinario Olle Sarri), que trabaja como instructor de manejo, que tiene una mamá cariñosa que le da por pintar cuadros naturalistas y que, además, el tipo tiene un secreto qué esconder. Un secreto que tiene que ver con la sangre que se quitó, con agua, en la primera escena de este duro y seco filme minimalista. De hecho, no será hasta el minuto 27 -el filme dura apenas 80 minutos- cuando sepamos de dónde provinieron esas manchas de sangre, aunque nunca sepamos las razones de ello.
De alguna manera, al estar viendo esta controladísima cinta de Ganslandt -por lo menos aquí, un alumno aventajado del primer Haneke-, me vinieron a la mente los relatos criminales de Patricia Highsmith, sin la psicología implícita de la formidable autora tejana. Me explico: lo que vemos en los 80 minutos de duración de El Mono es cómo la cámara de Fredrik Wenzel sigue, muy de cerca -planos medios, primeros planos, close-ups- al siempre serio Krister, en todas sus rutinas: su llegada al trabajo, su clase de manejo que termina mal, su frenético ejercicio en una cancha de tenis, su visita a una tienda departamental, su regreso a casa, la visita que le hace a su madre... Es como leer la descripción de lo que hace cualquiera de los retorcidos protagonistas de los cuentos o novelas de la señora Highsmith, tan normales en su impecable comportamiento convencional
El ejercicio de estilo por parte del cineasta Ganslant y de su cinefotógrafo Wenzel resulta exasperante, pero de eso se trata este filme: de intranquilizar, de agotar, de dejar todas las preguntas en el aire y sin respuesta porque, acaso, lo que Krister ha hecho antes de que iniciara la cinta o en el transcurso de ella, pero fuera de cuadro, no tiene ninguna explicación. En todo caso, no debería tener explicación.
El Mono se exhibe hoy en la Cineteca Nacional a las 20:30 horas.
La cinta inicia con el protagonista, un hombre de mediana edad, despertando en el baño de su propia casa, manchado de sangre. Luego descubriremos que se llama Krister (extraordinario Olle Sarri), que trabaja como instructor de manejo, que tiene una mamá cariñosa que le da por pintar cuadros naturalistas y que, además, el tipo tiene un secreto qué esconder. Un secreto que tiene que ver con la sangre que se quitó, con agua, en la primera escena de este duro y seco filme minimalista. De hecho, no será hasta el minuto 27 -el filme dura apenas 80 minutos- cuando sepamos de dónde provinieron esas manchas de sangre, aunque nunca sepamos las razones de ello.
De alguna manera, al estar viendo esta controladísima cinta de Ganslandt -por lo menos aquí, un alumno aventajado del primer Haneke-, me vinieron a la mente los relatos criminales de Patricia Highsmith, sin la psicología implícita de la formidable autora tejana. Me explico: lo que vemos en los 80 minutos de duración de El Mono es cómo la cámara de Fredrik Wenzel sigue, muy de cerca -planos medios, primeros planos, close-ups- al siempre serio Krister, en todas sus rutinas: su llegada al trabajo, su clase de manejo que termina mal, su frenético ejercicio en una cancha de tenis, su visita a una tienda departamental, su regreso a casa, la visita que le hace a su madre... Es como leer la descripción de lo que hace cualquiera de los retorcidos protagonistas de los cuentos o novelas de la señora Highsmith, tan normales en su impecable comportamiento convencional
El ejercicio de estilo por parte del cineasta Ganslant y de su cinefotógrafo Wenzel resulta exasperante, pero de eso se trata este filme: de intranquilizar, de agotar, de dejar todas las preguntas en el aire y sin respuesta porque, acaso, lo que Krister ha hecho antes de que iniciara la cinta o en el transcurso de ella, pero fuera de cuadro, no tiene ninguna explicación. En todo caso, no debería tener explicación.
El Mono se exhibe hoy en la Cineteca Nacional a las 20:30 horas.
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