Theo Angelopoulos: In Memoriam/II



En su segundo largometraje, Días del 36 (Meres tou '36, Grecia, 1972), Theo Angelopoulos empezó a depurar su estilo visual, al mismo tiempo que mostraba un claro compromiso político aunque, al igual que en su opera prima Reconstrucción (1970), lo enmascaraba detrás de la fórmula y/o género de elección, para poder vencer la censura del régimen militar que desde fines de los años 60 imponía sus condiciones. 
Sin embargo, aunque formalmente hablando, Días del 36 es una cinta mejor realizada que Reconstrucción, también es cierto que es una obra menos universal, más localizada en un contexto histórico/político/social particular, más deudora de un discurso político militante. Vamos: Reconstrucción no necesita de que el espectador haga su tarea: basta ver el filme; Días del 36 sí demanda un conocimiento mínimo de la Grecia en la que está ambientada la película y de la Grecia en la que Angelopoulos realizó el filme.
Estamos, lo dice el título, en 1936, un año antes de que naciera el propio cineasta y en vísperas de que el General Ioannis Metaxas impusiera su represivo régimen fascista, que duraría hasta 1941. En la primera escena de la película vemos el asesinato de un sindicalista, perpetrado al inicio de un mitin. A continuación y a través de una toma extendida de más de tres de minutos y con una doble panorámica de 360° -signo estilístico que lo acompañará a partir de esta cinta- vemos como un hombre es detenido por la policía. Hasta que ha pasado la primera media hora queda claro el terreno que estamos pisando: el detenido es un tal Sophianos (Kostas Pavlou), extraficante de drogas e informante del gobierno, quien es acusado de cometer el crimen que vimos al inicio. Hay algo raro en todo esto: Sophianos es un delincuente "privilegiado", pues el alcaide de la prisión lo manda a un cuarto aparte, con cama y sábanas limpias. En algún momento, Sophianos recibe la visita de un amanerado político (Giannis Kandilas), a quien toma como rehén con un arma que nadie sabe cómo consiguió. Durante el resto del filme veremos a las autoridades carcelarias, políticas y partidistas lidiar con ese cuarto cerrado en el que el prisionero y su rehén permanecen durante días enteros, hasta que llega el previsible final. 
En el desenlace de Reconstrucción, Angelopoulos nos negaba una parte fundamental de la información dramática: ¿cómo se cometió el crimen?, ¿quién, en realidad, lo cometió? En Días del 36 pasa exactamente lo mismo: estamos a oscuras de lo que sucede en ese cuarto, al igual que las autoridades, tan ridiculizadas/ridiculizables, sea por las peticiones caprichosas de Sophianos -"Dice el prisionero que quiere que le pongan música"-, sea por la franca burla a los absurdos planes que el gobierno tiene para deshacerse de él -el episodio del cafe envenenado que Sophianos no probará. Más frustrante resulta aún la subtrama nunca resuelta del abogado de Sophianos que inicia sus propias pesquisas para tratar de ayudar a su cliente. En un par de tomas extendidas perfectamente ejecutadas vemos cómo el pobre diablo topa con pared en cierto burdel del que tiene que salir por piernas para, después, ser brutalmente golpeado quién sabe por qué, quién sabe por quiénes.
Al final, no sabremos gran cosa de lo que pasó. Sí, es cierto, un sindicalista ha sido asesinado; sí, hay un tipo detenido que dice ser un "chivo expiatorio"; sí, el tipo tiene relaciones estrechas con la policía y, por lo menos, con un político al que tiene de rehén; sí, todo lo que usted quiera. ¿Y? ¿Qué con eso? Angelopoulos tiene los elementos dramáticos de cualquier thriller político a la Costa-Gavras pero no podría estar menos interesado en esa fórmula -o en cualquier otra, insisto. 
La opacidad del relato es, por supuesto, intencional. Días del 36 trata, sí, sobre la época en la que el propio cineasta nació, pero trata más aún sobre la época en la que Angelopoulos hacía esta película. La opacidad del filme es una lúcida puesta al desnudo del ambiente de censura, corrupción y violencia que empezaba a sufrirse en la Grecia de los años 70, bajo el régimen militar de los coroneles, durante el cual iniciaría su carrera fílmica Angelopoulos. El cineasta veía en este filme hacia el pasado, pero en realidad miraba el presente y nos decía: este es el tipo de películas que se pueden hacer bajo una dictadura. Y uno agregaría: este es el cine que se debe hacer bajo una dictadura. El Saura de los años 60/70, al otro extremo de Europa, estaba en la misma sintonía. 

Días del 36 se exhibe hoy sábado en el Cine Lido a las 20 horas.

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