BAFICI 2012/VI



Seongjung Yoo (Ju-sang Yun), un joven cineasta con cuatro filmes en su haber, ha dejado el cine temporalmente para dedicarse a la docencia en el interior de Corea del Sur. Llega a un frío Seúl invernal a pasar unos tres o cuatro días, se encuentra en la calle con una joven actriz que lo reconoce de inmediato y busca a su buen amigo Youngho (Sang-joon Kim) para echarse unos cuantos tragos. Como Youngho no llega a la cita, termina bebiendo varias botellas de sujo con un trío de estudiantes de cine a quien "el director Yoo" invita a seguir la parranda en otro lado. Sin embargo, no llegan al otro sitio: ya bastante briago, termina insultando a los muchachos y refugiándose, lloroso, con Kyungjin (Bo-kyung Kim), una antigua novia con la que cortó de mala manera hace tiempo.
Al día siguiente, ya sobrio, le dice adiós de Kyungjin, a quien le pide -otra vez, como se supone lo hizo hace tiempo- que de plano lo olvide, que él le puede hacer mucho daño, que es mejor que no se vuelvan a encontrar y que ahí se ve... Ya en la calle, se vuelve a encontrar, increíblemente, con la joven actriz del día anterior: ¡qué casualidad, caray! Finalmente, los dos amigos, Seongjung y Youngho se reúnen, van a comer a un restaurante de comida coreana y, luego, terminan en el acogedor bar "novel", acompañados por la atractiva Boram (Sun-mi Song), una maestra de cine que es amiga de Youngho. El bar está solo: ni la dueña está ahí para atenderlos. No importa: los amigos se sirven los tragos ellos mismos, platican cosas serias y banalidades, y cuando llega la dueña del "novel", Yejeon, resulta que es una muchacha idéntica a Kyungjing, la exnovia de Seongjung -por supuesto, el personaje está encarnado por la misma actriz, la guapísima Bo-kyung Kim. Seongjung, desconcertado por ese increíble parecido, toca el piano, sale a fumar un cigarrillo, Kyungjing le envía un mensaje de texto, la nieve empieza a caer...
Al día siguiente, Seongjung se encuentra de nuevo en la calle, caminando con Youngho y se encuentran a la actriz que ya hemos visto en otras ocasiones. Ahora, los dos camaradas se encuentran con Han, un actor con el que Seongjung trabajó en su opera prima. Nuevamente van a comer al mismo restaurante coreano, terminan en el mismo bar "novel" otra vez con Boram, de nuevo llega tarde Yejeon y... A ver, ¿por qué nadie se acuerda de están haciendo más o menos lo mismo? Yejeon ya conoce a Seongjung -¡lo acabamos de ver!- y, sin embargo, se vuelven a presentar como si no se hubieran visto antes. ¿Qué está pasando?
El Día que Él Llega (Book chon bang hyang, Corea del Sur, 2011), décimo-segundo largometraje del maestro sudcoreando Sang-soo Hong, ha sido definido por el agudo colega Diego Lerer, en la página misma del BAFICI 2012, como una suerte de versión de Hechizo del Tiempo (Ramis, 1993) al estilo Hong. Y, en efecto, hay algo de ello en estas reiteraciones dramáticas/estilísticas, aunque también nos remite, irremediablemente, a cierto juego surrealista/buñueliano, hecho explícito por el aragonés en Tristana (1970), cuando una criada le dice a su señorita que elija ir por una calle o por otra. A la señorita (Catherine Deneuve, de hecho) le da lo mismo, pero la criada le dice que no: que nunca es lo mismo. Cada decisión azarosa tiene una consecuencia distinta: nuestra vida puede ser poco más que una serie de rutinas a las que hemos hecho nuestras -y que, por lo mismo, no las cuestionamos casi nunca- pero el azar siempre nos ofrece pequeñas variaciones. 
Así, en los cinco días que pasa Seongjung en Seúl -o, más bien, ¿no será el mismo día repetido cinco veces con pequeñas diferencias?- vemos que en dos ocasiones, Seongjung no puede reunirse con Youngho, pero en tres ocasiones sí. Y en estas tres veces los amigos terminan comiendo en el mismo restaurante, tomando en el mismo bar, acaban otra vez borrachísimos, Boram está de buen humor en un día, en otro día llora por su perro que ha perdido y en otra ocasión le echa bronca a Yejeon por no estar ahí atendiendo su changarro, y así sucesivamente. Las pláticas son similares, es cierto, pero a veces en la mesa dominan los reproches, en otras la reflexión filosófica sobre el azar y el destino, en otras la camaradería a toda prueba...
El Seúl por el que camina Seongjung parece el ecosistema de cualquier festival de cine: casi todos con quienes se encuentra son actrices, directores, críticos, profesores o estudiantes de cine... La rutina de Seongjung termina siendo asfixiante hacia el final: no sólo hace lo mismo, platica de los mismos temas sino que, además, se encuentra con las mismas personas. Incluso cuando Seongjung termina acostándonse con Yejeon, al día siguiente se despide de ella con un discurso idéntico al que le recetó a la exnovia Kyungjing: que es mejor para los dos que no se vean, que él le puede hacer mucho daño, que le está haciendo un bien al despedirse así... Ojete es y ojete seguirá: como dijera el poeta de Juárez, con las mismas palabras, en el mismo lugar y con la misma gente.
Hong dirije con la prestancia de costumbre: hermosas imágenes en blanco y negro logradas a través de la cámara de Hyung-ku Kim; tomas extendidas con cámara fija, aderezadas con ocasiones paneos y súbitos zooms para acercarnos a un rostro, a un gesto, a una reacción; diálogos vivaces dichos por un impecable cuadro de actores siempre interesantes; y una toma final tristísima, desoladora, en la que Seongjung es fotografiado por la joven actriz a la que ve por cuarta ocasión, aunque ahora parece haber visto por vez primera. Quédese quieto y sonría a la cámara, "director Yoo". Que sonría, le digo.

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