Riviera Maya 2012/Día tres



En Bonsái (Chile-Argentina-Portugal-Francia, 2011), segundo largometraje de Cristián Jiménez (opera prima Ilusiones Ópticas/2009, que no he visto), se nos informa desde el inicio que "Emilia muere; Julio, no". Sin embargo, como estamos frente a una película sobre un joven novelista que finge estar al servicio de un gran escritor a quien le está transcribiendo su última novela -en realidad, el muchacho está escribiendo su propio libro-, ¿de verdad sucederá lo que se nos dice al principio? ¿No será un artilugio del propio narrador/protagonista?
Dividido en media docena de segmentos con todo y títulos claves ("Proust", "Bulto", "Sobras"...), el filme de Jiménez sigue a Julio (Diego Noguera) en dos momentos claves de su vida: cuando conoció, se enamoró y fue novio de Emilia (Nathalia Galgani), en la universidad, hace ocho años; y, ahora, en tiempo presente, cuando está en otra relación más sexual que sentimental con una vecina (Trinidad González), y tratando de escribir una novela que resultará dolorosamente autobiográfica, por más que lo oculte diciéndole a su amante que está sólo transcribiendo las ideas de Gazmuri (Hugo Medina), un gran escritor consagrado. "Es un pobre tipo con el corazón roto", le dice la amante refiriéndose a Gazmuri, después de leer la novela que está transcribiendo -en realidad, escribiendo- Julio día tras día, noche tras noche. En efecto, tiene el corazón roto, pero la vida sigue. Y si escribir "es como cuidar un bonsái", para vivir hay que tener el mismo cuidado y la misma paciencia.
Mucha paciencia se necesita, de hecho, para ver La Bella Durmiente (Sleeping Beauty, Australia, 2011), opera prima de Julia Leigh. A la cinta le fue muy mal en Cannes 2011 y es evidente por qué: más allá de la blanquísima belleza de la protagonista, Emily Browning, del cuidado manejo de cámara de Geoffrey Simpson y de una premisa que, en el papel, suena interesante, la cinta carece de todo sentido dramático.
Lucy (Miss Browning, de piel que parece de porcelana) es una bellísima estudiante que, para poder sobrevivir, tiene dos trabajos -mesera en la noche, encargada de copias en el día- al que agrega otro más, mucho mejor pagado: mesera (des)vestida en lencería que sirve el vino a viejitos/viejitas decadentes libidinosos. Como su presencia y sang-froid le place a su elegantísima patrona (Rachel Blake), es "ascendida" a la "bella durmiente" del título: toma una droga que la deja profundamente dormida durante varias horas y durante ese tiempo queda a disposición de algún ñasquito vicioso que puede hacerle lo que quiere, siempre y cuando no haya penetración ni le deje ninguna marca en la piel.
Esto sucede cuando ha pasado una hora entera del filme en la que, además, sabemos poco de ella: tiene un amigo muy enfermo al que adora, es buena limpiando mesas en el restaurante, se aburre sacando copias en la oficina, asiste a una que otra clase en la universidad, consume coca que una aprontada le ofrece, se bronquea con sus compañeros de casa y nomás porque sí toma un billete de cien y lo quema. Cuando inicia el segmento "perversón" uno quiere creer que la película mejorará pero no sucede así: cada uno de los tres clientes que tiene Lucy -o Sara, como la bautiza su patrona- es tan patético/aburrido/vacío como ella misma y como la propia película. Un ancianito la trata con gran dulzura; otro la insulta, le grita obscenidades y le lame la cara; y otro más se colapsa al intentar cargarla.
La señorita Browning, completamente desnuda, es tratada como un simple objeto por cada uno de estos vejetes y, por añadidura, por la propia directora Leigh, que obliga -es un decir, ya lo sé: la actriz no fue obligada con un arma de fuego a hacer este papel- a la pobre muchacha a una serie de abyecciones apenas equiparables a las que Ripstein le enjareta a sus actrices.
El documental Fuera del Camino Transitado (Off the Beaten Track, Irlanda-Rumania, 2010), opera prima de Dieter Auner es mucho mejor, aunque no sea más que un decente filme académico sobre un tema recurrente en el cine documental: un estilo de vida anacrónico que lentamente es rebasado por la modernidad.
La cámara del propio Auner sigue durante un año a una familia de agricultores y pastores rumanos que, desde la entrada de Rumania a la Unión Europea, su estilo de vida se ha transformado por completo: las mujeres suelen irse a trabajar a Alemania a ganar 50 euros al día, mientras los hombres se quedan seguir criando ovejas que nadie quiere comprar. La crónica es justa y el tema pertinente, pero no pasa nada realmente extraordinario y la cinta está realizada de manera apenas funcional. Jorge Prior con ¿Qué Sueñan las Cabras? (2011) hizo un mejor trabajo de un tema muy similar. 
Tenía todas las esperanzas de ver un buen filme de horror en Lívida (Livide, Francia, 2011), segundo largometraje de Alexandre Bustillo y Julien Maury (efectiva opera prima Instinto Siniestro/2007). Y, de hecho, eso es durante la primera hora. Sin embargo, en los últimos minutos, la cinta se desbarranca para caer en la autoparodia y el ridículo. Bustillo y Maury juegan durante la primera parte con la fórmula de la casa encantada para terminar en una mezcla indigesta de vampiros, zombies, automátas y los clichés y gratuidades que se acumulen en la semana.
Eso sí, los cineastas saben crear suspenso -insisto: en su primera hora- y en la guapa y atlética Chloé Coulloud han encontrado a una bella y correosa heroína que no le tiene miedo ni a la más horrenda de las brujas. De alguna manera, con algo así se enfrenta Mademoiselle Coulloud. Está tan bien en el papel que ya me la puedo imaginar sustituyendo a la Jovovich en Resident Evil XIII.
El viernes terminó de manera frustrante debido a una falla eléctrica generalizada que hizo que la exhibición de 13 Asesinos (Miike, 2010) se interrumpiera. Apenas pudimos ver la primera hora, que resultó ser una absorbente cinta de samuráis, acción e intriga política, al estilo de la insuperable Asesino (Shinoda, 1964). Tengo la sensación que Miike no supera a Shinoda pero creo que me voy a quedar con la duda hasta que la termine de ver. Seguramente en DVD y en mi casa. Ni modo.

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