Guadalajara 2012/Intermedio
Sólo unas líneas, antes de iniciar la jornada de hoy: el problema de los boletos en Centro Magno. Más bien, el problema de que no hay boletos en Centro Magno. O, bueno, sí hay, pero hay que pagar por ellos. Dicho de otra manera: si uno es crítico de cine no puede ver los documentales en competencia sin soltar la marmaja.
El asunto, por lo que entiendo, tiene dos vertientes. Una, económica; la otra, de organización. Y es que como no hay funciones de prensa para el cine documental, nacional o iberoamericano, si alguien quiere ver alguna de estas cintas tiene que ir a Centro Magno y pagar por el boleto como cualquier hijo de vecino. No hay de otra. En años anteriores, había una cantidad más o menos razonables de boletos para la prensa especializada que viene a Guadalajara a ver cine, y el año pasado, en Cinemark, bastaba enseñar el gafete para que te dejaran entrar sin mayor problema a cualquier sala. (Increíble pero cierto: extraño las cavernas de Cinemark).
Al parecer, el problema es que Cinépolis quiere dinero -se entiende: está en el negocio del cine, no en el de la beneficiencia- y el Festival, también se entiende, no tiene el suficiente dinero para pagarle sus boletos a los críticos de cine que quieren -queremos- hacer el trabajo. Eso se solucionaría si todas las cintas en competencia tuvieran funciones de prensa, pero eso no sucede desde hace años: sólo la ficción merece este tipo de atenciones.
Total, gastar unos docientos o trecientos pesos más del presupuesto personal no nos va a llevar a la ruina -yo ahora me pasaré toda la tarde en Centro Magno y compraré cada uno de mis boletos-, pero sí es necesario hacer notar la molestia de la prensa internacional. Cuando me estaba registrando en el hotel, Robert Koehler me reconoció, me saludó, me hizo un resumen a mil por hora de que lo que había visto y empezó a señalarme la incongruencia de que no había funciones de prensa para el documental y, que por lo mismo, había que apoquinar con unos pesos. Ayer mismo vi cómo una colega italiana -su primer festival de Guadalajara para ella- trataba infructuosamente de entrar a una sala de cine con su gafete de prensa. Ternurita. Y ayer mismo, también, en twitter, el colega argentino Roger Koza apuntaba la enorme molestia y frustración de una buena parte de la crítica que había viajado miles de kilómetros para ver cine sin poder verlo.
Ok, el problema ahí está: es económico y eso se soluciona con lana. Como nunca hay suficiente, habrá que solucionarlo con organización: que haya funciones de prensa del documental que, en el caso del cine mexicano, es lo mejor de su producción desde hace una década. Y ya, dejemos de quejarnos y vayamos a ver cine. Y a pagar por él. Total: más se perdió en la guerra.
Comentarios
Lo malo por el lado de los organizadores es que no avisaron, supongo y por eso los berrinches de tus colegas extranjeros.
Bueno, aquí siguiendo tus peripecias tapatías, con un excelente clima, una carne asada y unas Chupacabras.
A'i te echas unas Minervas por mí.
Salud, Ernesto.
El problema no es pagar -no mi problema, en todo caso: me compré dos cinebonos a 120 pesos para ver cuatro películas- sino el hecho de que no programar funciones de prensa cuando las mismas salas en la Expo estaban subutilizadas. Ese fue el asunto.
Muchos colegas extranjeros hicieron el berrinche pero pagaron; otros más decidieron boicotear esas funciones y no ir si no tenían entrada libre; en otros casos la misma distribuidora compró los boletos para la prensa (ese fue el caso de Cuates de Australia, de Everardo González). En fin: demasiado relajo cuando se podría haber resulto con una programación más precisa.