Riviera Maya 2012/Día cuatro



Aunque el título hace esperar algún ejercicio tremendista, La Castración (México, 2011), opera prima dirigida/escrita por Iván Löwenberg, es un sencillo estudio de un personaje femenino en el límite de la represión/frustración sexual/existencial. Lourdes (Victoria Santaella, todo un descubrimiento) tiene 24 años y parece que su destino en esta vida es servir a alguien más: es asistente/secretaria en una empresa de casting, atiende a su papá inválido cuando éste quiere hacer popó o pipí, le cuida su bebé a una vecina cuando ella sale a darle vuelo a la hilacha y cuando regresa su mamá (Paloma Woolchir) al departamento -ella los abandonó hace tiempo por un affaire amoroso- la vida le aprieta las tuercas aún más porque, al parecer, Lourdes tendrá que hacerse cargo de su señora madre también. Por lo menos durante algún tiempo.
Todo esto parece bastante deprimente, pero no lo es tanto. Con todo y que no le faltan algunos problemitas menores, Löwenberg demuestra tener buena mano para crear algunas situaciones graciosas, el rapport cómico entre Santaella y Keyla Wood -quien encarna a su mejor amiga Victoria- funciona muy bien, y la señorita Santaella, con un rostro muy particular, termina apoderándose de la película con la mano en la cintura. En algún momento, su personaje, Lourdes, le dice a Victoria: "¿Sabías que siempre quise ser actriz?". En la vida real, Santaella ya es precisamente eso. Y una actriz muy simpática, además. 
Lo mejor que he visto en el festival -y de lo mejor que he visto en lo que va del año, para acabar pronto- ha sido, previsiblemente, Una Vida sin Principios (Dyut meng gam, Hong Kong, 2011), el más reciente largometraje del prolífico Johnnie To. Las vidas de tres personajes se rozan -más que entrecruzan- en unos terribles días de crisis económica global y rampante -Grecia se acaba de declarar en quiebra y las bolsas de valores van en picada en todo el planeta. Un leal "soldado" mafioso apodado Panther (formidable Ching Wang Lau), una joven empleada bancaria llamada Teresa (Denise Ho) y un serio y profesional policía hongkonés, el inspector Cheung (Richie Ren), tienen que ver, a su modo, con esta crisis en la que vivimos:Teresa, con todo y que se ve que aún tiene algo de conciencia, trata de engatusar a sus clientes para que inviertan en acciones muy riesgosas; Panther tiene que aprender de forma intensiva cómo funciona la bolsa de valores porque necesita dinero rápidamente y eso de ser gangster "no deja dinero" -pero sí manejar un banco, but of course-; y el prudente Cheung ve cómo su mujer (Myolie Wu) firma una hipoteca en el peor momento posible, mientras investiga crímenes o casos que, en la superficie y en el fondo, tiene que ver con la crisis económica.
Aunque hay momentos dramáticos y violentos, lo que domina en el tono del filme es el humor. Irritante en la escena en la que Teresa atiende a una pobre doñita a la que va a esquilmar, agudo cuando el prestamista Yuen (Hoi-Pang Lo) le gana en su mismo terreno a Teresa, de franco y regocijante slapstick cuando Panther y su camarada Lung (Philip Keung) buscan frenéticos salir del atolladero en que se han metido... To ha realizado una de las cintas claves de este tiempo complicado que estamos viviendo y sufriendo, en el que la bolsa de valores baja y sube misteriosamente, mientras nosotros, sin deberla ni temerla, lo resentimos. Al final, habrá ganadores y perdedores. Y no parece haber ninguna moraleja al respecto, por más que la suerte les sonríe, al final, a Teresa, Panther y Cheung.
De cima a sima. Después de ver algo de lo mejor del año, soporté una hora de lo peor que he visto en mucho tiempo: Arirang (Ídem, Corea del Sur, 2011), la película con la que rompió su semi-retiro el cineasta sudcoreano Ki-duk Kim. Sucede que en el filme anterior de Kim, Sueño (2008), ocurrió un accidente en el casi pierde la vida una de las actrices. Eso le provocó al multipremiado cineasta una crisis de conciencia y una depresión que lo llevó a vivir como ermitaño, en la montaña, en una cabaña pequeña y casi sin servicios. Con una cámara digital Cannon Mark II Kim se filma a sí mismo en sus rutinas diarias -cocinar, lavarse la cara, dar de comer a su gato, defecar en la nieve- y pasados diez minutos empieza una perorata que parece no tendrá fin. Kim le habla a la cámara y nosotros nos convertimos en su terapista personal: llora, grita, canta -la "Arirang" del título que, entiendo, es como una especie de "Cielito Lindo" en Corea del Sur- y se entrevista a sí mismo para confesar, urbi et orbi, que se le ha olvidado cómo hacer cine, que ya no puede hacerlo, que no sabe cómo dirigir actores, que nadie lo quiere, que todos lo odian y que mejor se come un gusanito. Yo me salí cuando el reloj marcó la hora exacta del filme -faltaban 40 minutos más de tortura- porque no le hago al masoquismo.
No tengo nada en contra de la autoindulgencia creativa -algunos de mis cineastas favoritos, de Chaplin a Woody Allen pasando por Fellini cayeron o caen, como lo hace Allen, continuamente en ella-, siempre y cuando haya algo más que un mero ejercicio masturbatorio, lo que no es el caso con este filme del señor Kim. En todo caso, después de Arirang, Kim ha hecho otros dos filme en el mismo 2011, lo que significa que la catarsis sirvió de algo. Esperemos, eso sí, que lo que haya hecho después sea mucho mejor. Esta película es impresentable, por más que haya ganado Una Cierta Mirada en Cannes 2011.
Después de ver este bodriazo, Trishna (Ídem, EU, 2011), el más reciente largometraje de género del versátil Michael Winterbottom, parece una obra maestra. No lo es, de ninguna manera ni de lejos, aunque no le faltan elementos interesantes y una sólida pareja protagónica, Freida Pinto y Riz Ahmed. 
Se trata de una arriesgada adaptación contemporánea de la novela de Thomas Hardy, Tess, la de los D'Urvervilles, que ya mereció el filme mayor de Polanski, Tess (1979), pero en esta versión no estamos en la reprimida Inglaterra del siglo XIX sino en la colorida India del siglo XXI. De todas forma, Tess -digo, Trishna (Pinto)- es la sufrida muchacha conquistada por el indolente junior (Ahmed) de un magnate hotelero.
Si conoce la historia, ya sabe usted en qué terminará todo. Lo interesante del filme es la yuxtaposición de ese determinismo pesimista de Hardy en el contexto alegre y colorido de la India contemporánea, con todo y algo de Bollywood como telón de fondo. Más que la historia, tengo la sensación que Winterbottom se interesó en el reto de cómo llevar a otra época y otro lugar esa historia clásica y creo, también que, por desgracia, el resultado no es el mejor posible. La cinta se alarga en demasía hacia el final, se vuelve muy repetitiva y hay subtramas y personajes que se dejan de lado sin haberse desarrollado adecuadamente. De todas formas, es un fracaso interesante.

Comentarios

Christian dijo…
Por lo que cuentas, esa de Una Vida Sin Principios se me figura como A La Orilla del Cielo de Akin. Donde las vidas de los personajes apenas se rozan. La espero con ansia, a ver si la estrenan...
Abraham dijo…
Creo que es injusto con Kim Ki Duk. No tengo nada contra Allen o Fellini (o bueno a lo mejor contra Fellini de repente si), menos con Chaplin, pero si hicieran o hubieran hecho un documental sobre ellos mismos sin manipularlo onda This is not a film, seguramente sería un ejercicio masturbatorio de proporciones bíblicas. A lo mejor la de Kim Ki Duk es impresentable, pero al menos suena como un documental honesto. Usted que no le gusta la mano amiga.

Y esa de La Vida sin principios si es una joya, ojalá Iñarritu gozara de tal sentido del humor.
Tyler: Similar en estructura, pero con un gran sentido del humor.

Abraham: Luego que la veas me dices. La cinta es insoportable.

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