Ambulante 2011/III
Mientras tuve la columna Cine en TV en el suplemento Primera Fila de Reforma, insistí que se colocara al final del texto mi correo electrónico, de tal forma de tener un medio para que mis hipotéticos lectores pudieran contactarme directamente. Así inició una serie de largas conversaciones cinefílicas que, por lo menos algunas de ellas, continúan hasta el día de hoy. En algunos casos, de hecho, el correo electrónico se ha convertido en gente con nombre, apellido, rostro, voz... En todos los casos, sin excepción, conocer lectores ha sido siempre una gratísima experiencia.
Por ese tiempo -hace unos diez años-, recibí varios correos electrónicos de un lector al que llamaré "A". Esta persona, amable y entusiasta, me llenaba de preguntas y también de elogios francamente desproporcionados. Vamos, nomás faltaba que "A" dijera que yo era mejor que David Bordwell y Andrew Sarris juntos. Casi al mismo tiempo, otro lector, al que llamaré "B", me escribía con tanta asiduidad como "A". "B" era mucho más exigente y poco amable: casi todos los correos eran para decirme agriamente que no estaba de acuerdo conmigo, para reclamarme cualquier nimiedad o para exigirme que le contestara algo y, además, que lo hiciera rapidito. Durante varias semanas, los correos elogiosos de "A" y los cada vez más agresivos de "B" se fueron sucediendo hasta que pasó algo extraño: el mensaje semanal del buenazo "A" me llegó firmado por el maloso "B". ¡Había sido la víctima de un ocioso cuya diversión era tener una doble (¿o múltiple?) personalidad en la red, y todo ello antes de Facebook y twitter! Por supuesto, cuando le contesté a "A/B", señalándole que había metido la pata y que se había confundido de personalidades, ya no volvió a contactarme... a menos que sea una de los comentadores de este blog, sólo que ahora con otra personalidad diferente... Ñaca-ñaca...
No me pude quitar de la cabeza esta anécdota personal al ver Catfish (Ídem, EU, 2010), opera prima documental dirigida a cuatro manos por Henry Joost y Ariel Schulman. Como bien ha señalado el cinecrítico Sam Davies en Sight and Sound (enero 2011, pp. 61-62), la auténtica "película del Facebook" no es la notable Red Social (Fincher, 2010) -así como El Ciudadano Kane (Welles, 1941) no trataba de cómo administrar un periódico- sino Catfish, este pequeño documental sobre una serie de relaciones nacidas a partir de internet. Para ser más específicos, a partir de Facebook.
Como es imposible profundizar en el documental sin dar a conocer los elementos sorpresivos del mismo, baste señalar que la cinta inicia cuando nuestro protagonista, el fotógrafo neoyorkino de 24 años Nev Schulman, es contactado por Abby, una niña de 8 años de edad que, por e-mail, le envía unos bellísimos cuadros basados en algunas fotos que Schulman había publicado en la prensa de Nueva York. A través del correo electrónico y luego por teléfono y poco después por Facebook, un entusiasmado Schulman entra en contacto con la madre de Abby, la atractiva Angela; y con la hermana mayor de la niña, Megan, una despampanante jovencita de 19 años. Las tres mujeres son parte de una gran familia que vive en Ishpeming, Michigan, donde Abby es una especie de celebridad local: la niña pinta hermosos cuadros a los que les puede faltar algo de técnica pero en los que demuestra un genuino talento en ciernes. Poco a poco, Nev se interesa más en esta familia, especialmente en Megan, con quien empieza a hablar por teléfono constantemente, además de mandar y recibir infinidad de mensajes de texto -al final, se nos informa que en este periodo Megan y Nev intercambiaron más de 1,500 mensajes.
Nev comparte trabajo y habitaciones con su hermano mayor Ariel y un amigo de éste, Henry Joost, los dos aprendices de cineastas, quienes convencen a Nev que Abby, sus pinturas, la manera en la que lo contactó, su atractiva familia, pueden ser un buen tema para un documental. Más todavía, uno sospecha, cuando es evidente que Nev empieza a sentir algo más que mera curiosidad por Megan, esta guapa jovencita de 19 años cuyas fotos en Facebook dan la imagen de una mujer alegre, abierta, segura de sí misma. Llegado el momento, Nev, Ariel y Henry volarán hasta Michigan a conocer a estas mujeres. A estas alturas del juego, ya se imaginará usted que nada es lo que (a)parece... en Facebook.
Catfish funciona como una interesante reflexión no sólo sobre el nuevo mundo virtual en el que muchos vivimos una buena parte de nuestra vida -¿cuánto tiempo paso frente a la pantalla escribiendo en este blog y/o baboseando en el twitter?- sino sobre la inasible y fascinante naturaleza humana de siempre. Lo que encuentran los cineastas en Michigan es algo más triste de lo que podíamos esperar y es aquí cuando la misma película empieza a morderse la cola peligrosamente: ¿no estaremos viendo, al final de cuentas, un mero ejercicio de explotación de frustraciones y soledades?
Eso sí, como filme, Catfish funciona. En este sentido, hay que sumarle puntos al montajista Zachary Stuart-Pointer, quien es el encargado -hay que suponer que con la dirección de Schulman y Joost- de dotar de humor, suspenso y un indudable pathos a lo que vemos en pantalla... Aunque, a ver: ¿escribí "indudable"? Ya no lo sé: En este mundo traidor/nada es verdad o mentira/todo es según el perfil/de Facebook que tú miras.
Catfish se exhibe hoy domingo en Cinépolis Universidad a las 15:30 horas.
Por ese tiempo -hace unos diez años-, recibí varios correos electrónicos de un lector al que llamaré "A". Esta persona, amable y entusiasta, me llenaba de preguntas y también de elogios francamente desproporcionados. Vamos, nomás faltaba que "A" dijera que yo era mejor que David Bordwell y Andrew Sarris juntos. Casi al mismo tiempo, otro lector, al que llamaré "B", me escribía con tanta asiduidad como "A". "B" era mucho más exigente y poco amable: casi todos los correos eran para decirme agriamente que no estaba de acuerdo conmigo, para reclamarme cualquier nimiedad o para exigirme que le contestara algo y, además, que lo hiciera rapidito. Durante varias semanas, los correos elogiosos de "A" y los cada vez más agresivos de "B" se fueron sucediendo hasta que pasó algo extraño: el mensaje semanal del buenazo "A" me llegó firmado por el maloso "B". ¡Había sido la víctima de un ocioso cuya diversión era tener una doble (¿o múltiple?) personalidad en la red, y todo ello antes de Facebook y twitter! Por supuesto, cuando le contesté a "A/B", señalándole que había metido la pata y que se había confundido de personalidades, ya no volvió a contactarme... a menos que sea una de los comentadores de este blog, sólo que ahora con otra personalidad diferente... Ñaca-ñaca...
No me pude quitar de la cabeza esta anécdota personal al ver Catfish (Ídem, EU, 2010), opera prima documental dirigida a cuatro manos por Henry Joost y Ariel Schulman. Como bien ha señalado el cinecrítico Sam Davies en Sight and Sound (enero 2011, pp. 61-62), la auténtica "película del Facebook" no es la notable Red Social (Fincher, 2010) -así como El Ciudadano Kane (Welles, 1941) no trataba de cómo administrar un periódico- sino Catfish, este pequeño documental sobre una serie de relaciones nacidas a partir de internet. Para ser más específicos, a partir de Facebook.
Como es imposible profundizar en el documental sin dar a conocer los elementos sorpresivos del mismo, baste señalar que la cinta inicia cuando nuestro protagonista, el fotógrafo neoyorkino de 24 años Nev Schulman, es contactado por Abby, una niña de 8 años de edad que, por e-mail, le envía unos bellísimos cuadros basados en algunas fotos que Schulman había publicado en la prensa de Nueva York. A través del correo electrónico y luego por teléfono y poco después por Facebook, un entusiasmado Schulman entra en contacto con la madre de Abby, la atractiva Angela; y con la hermana mayor de la niña, Megan, una despampanante jovencita de 19 años. Las tres mujeres son parte de una gran familia que vive en Ishpeming, Michigan, donde Abby es una especie de celebridad local: la niña pinta hermosos cuadros a los que les puede faltar algo de técnica pero en los que demuestra un genuino talento en ciernes. Poco a poco, Nev se interesa más en esta familia, especialmente en Megan, con quien empieza a hablar por teléfono constantemente, además de mandar y recibir infinidad de mensajes de texto -al final, se nos informa que en este periodo Megan y Nev intercambiaron más de 1,500 mensajes.
Nev comparte trabajo y habitaciones con su hermano mayor Ariel y un amigo de éste, Henry Joost, los dos aprendices de cineastas, quienes convencen a Nev que Abby, sus pinturas, la manera en la que lo contactó, su atractiva familia, pueden ser un buen tema para un documental. Más todavía, uno sospecha, cuando es evidente que Nev empieza a sentir algo más que mera curiosidad por Megan, esta guapa jovencita de 19 años cuyas fotos en Facebook dan la imagen de una mujer alegre, abierta, segura de sí misma. Llegado el momento, Nev, Ariel y Henry volarán hasta Michigan a conocer a estas mujeres. A estas alturas del juego, ya se imaginará usted que nada es lo que (a)parece... en Facebook.
Catfish funciona como una interesante reflexión no sólo sobre el nuevo mundo virtual en el que muchos vivimos una buena parte de nuestra vida -¿cuánto tiempo paso frente a la pantalla escribiendo en este blog y/o baboseando en el twitter?- sino sobre la inasible y fascinante naturaleza humana de siempre. Lo que encuentran los cineastas en Michigan es algo más triste de lo que podíamos esperar y es aquí cuando la misma película empieza a morderse la cola peligrosamente: ¿no estaremos viendo, al final de cuentas, un mero ejercicio de explotación de frustraciones y soledades?
Eso sí, como filme, Catfish funciona. En este sentido, hay que sumarle puntos al montajista Zachary Stuart-Pointer, quien es el encargado -hay que suponer que con la dirección de Schulman y Joost- de dotar de humor, suspenso y un indudable pathos a lo que vemos en pantalla... Aunque, a ver: ¿escribí "indudable"? Ya no lo sé: En este mundo traidor/nada es verdad o mentira/todo es según el perfil/de Facebook que tú miras.
Catfish se exhibe hoy domingo en Cinépolis Universidad a las 15:30 horas.
Comentarios
está buena para un guión de ficción donde el personaje A y B fuera un cuate con doppelgangers así bien locotes tipo el cisne negro, todo enmarcado en las redes sociales y dirigido por David Fincher o mejor aún, Christopher Nolan.
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off topic, esta interesante la encuesta de imdb sobre los oscares, Biutiful va arrasando...
Eso sí estaría de verse caray!
Si gana ya me imagino a López Doriga: ¿juay-de-biutiful?
No Distance Left Tu Run, Catfish, No Distance Left Tu Run, Catfish, No Distance Left Tu Run, Catfish, No Distance Left Tu Run, Catfish,
cual veré, cual veré...
jajajaja
(demonios)
Tyler: ¿Juay-de-blur?
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por cierto, ya tengo boletos para Catfish, a ver que tal
en el trailer dice que los últimos 40 minutos son emocionantísimos y estaba checando en imdb y segun esto dura como 87 minutos o sea que qué? la mitad de la película es emocionantísima?
jo
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por otro lado, ahorita estamos viendo una película animada del estudio Ghibli que se llama La Guerra de los Mapaches y esta bien bizarra
es como Over The Hedge en hongos...
sacate las babuchas! que miedo! jajaja
por eso y muchas cosas mas no tengo facebook
bueno la principal razon es porque si algun dia me esta persiguiendo la policia internacional y yo tuviera facebook, con unos cuantos teclazos esta policia podria saber todo de mi jeje
pero bueno, retomando el punto, me quedé pensando lo siguiente,
ya se hizo la pelicula que describe el genesis del facebook que es Red Social, ahora ya se hizo una que muestra lo que la gente puede hacer con esta herramienta
y ya nada mas falta una cinta que muestre un mundo apocaliptico donde ya no pudieras tener facebook a menos que te hicieran pruebas de ADN para demostrar tu identidad debido a todos los fraudes y asesinatos que se cometieron en años pruvios con el facebook
y ya si este cineasta hipotetico quisiera agregar dramatismo le podrias meter elementos tipo 1984 de Orwell
muy buena recomendación Ernesto.
ps, mi momento favorito? cuando Nev narra su "dirty conversation" con Megan jajajaja
saludos
Han sido advertidos.
Tyler: Ese momento es culposamente gracioso, en efecto.
Joel (o Duende o "un tercero"): Es dificil escribir de la cinta sin soltar algo de la sopa. Pero hay que resistir la tentación.