El Último Camino



Para Julio Flomar


Acaso hay que empezar a matizar el adjetivo de "infilmables", que se ha usado desde siempre para caracterizar las novelas de Cormac McCarthy. Aunque, en efecto, la adaptación fílmica de Todos los Hermosos Caballos (Espíritu Salvaje/Thornton/2000) fue un rotundo fracaso -interesante, pero fracaso al final de cuentas-, Sin Lugar para los Débiles (Hermanos Coen, 2007), sobre el espléndido western moderno No Es País para Viejos fue todo lo contrario: un oscareable éxito de crítica y público que, aunque suene a herejía, superó al propio novelista en su oscura visión del azaroso y frío universo amoral en el que se mueven los personajes.

En cuanto a El Último Camino (The Road, EU, 2009), sobre la post-apocalíptica novela La Carretera, la cinta se coloca en un espacio intermedio entre los dos filmes ya mencionados. No es, para nada, un fracaso, pero también es evidente que el competente cineasta John Hillcoat y su guionista John Penhall no pudieron capturar por completo el elusivo tono poético-elegiaco del texto de McCarthy.

Como en un escenario salido de una cinta de zombies de George A. Romero, el mundo futuro de El Último Camino es un escenario devastado no se sabe por qué: han ocurrido incendios y terremotos que han acabado con plantas, animales, ciudades. Llueve un día sí y otro también, los rayos solares no alcanzan a llegar por la enorme nube de cenizas que cubren los cielos, el agua está sucia y amarillenta y los seres humanos sobrevivientes han sido reducidos al estado de naturaleza hobbesiano, con todo y canibalismo incluido.

En ese mundo agonizante, un Hombre (Viggo Mortensen) y su pequeño Hijo de diez años (Kodi Smit-McPhee) atraviesan los bosques muertos, los llanos quemados, los pueblos sin vida, buscando un refugio en donde guarecerse del frío, algunas semillas que puedan masticar, unas latas con alimentos, una postrer lata de coca-cola... La adaptación de Penhall es fidelísima en el sentido de que los acontecimientos mostrados en pantalla son básicamente los mismos de la novela, mientras que el diseño de producción de Chis Kennedy -bien apoyado por unos F/X digitales discretos pero eficaces- no podía haber sido mejor. El mundo post-apocalíptico creado por McCarthy -e imaginado por un servidor al leer la novela, por lo menos- es idéntico al que Hillcoat y compañía llevaron a la pantalla grande. Tampoco podemos elevar ninguna queja en cuanto a los actores se refiere: Mortensen está impresionante como el arquetípico Padre que no quiere otra cosa que salvar a su Hijo, el niño Smit-McPhee cumple sin edulcoramientos de ninguna naturaleza y un irreconocible Robert Duvall, como el Anciano, se roba la película en los escasos minutos en los que aparece en el encuadre.

Y, sin embargo, con todo y que cierta frase musitada al final resulta genuinamente conmovedora para todos los que tenemos o tuvimos un padre ("Te hablaré todos los días y nunca te olvidaré"), La Última Carretera se queda corta en un elemento central de la novela de McCarthy: en el tono de última desolación emocional que logra el escritor estadounidense a través de una prosa casi elegiaca, diríase poética. El cine, un arte visual/narrativo tan completo como la literatura, está, acaso, imposibilitado para capturar el sentido más profundo del texto de McCarthy por los elementos poéticos del mismo, no por una falla específica de alguien, mucho menos de Hillcoat y su equipo -aunque, bueno, debo confesar que la partitura escrita por Nick Cave y Warren Ellis sí me pareció, a ratos, chocante.

Una última aclaración: no estoy repitiendo la gansada "es que el libro siempre es mejor que la película" -recordemos: la literatura y el cine tienen lenguajes distintos y es absurdo hacer este tipo de comparaciones-, pero sí es necesario subrayar que, por lo menos en este caso, hay elementos poéticos infilmables en La Carretera con los que no pudo lidiar Hillcoat. Era una tarea imposible. Apenas Tarkovsky, acaso.

El Último Camino ha sido puesto en venta en DVD de Región 1 y se está exhibiendo todavía en algunos lugares de México.

Comentarios

Julio Flomar dijo…
Se siente raro salir de los dominios conocidos del twitter. 
Sí, sí y sí. 

Sí. La de los Coen es más eficaz que ésta en la realización pero no me logra emocionar ni fascinar (revelación: los Coen y yo no nos llevamos, no nos entendemos desde lo que sea que hicieran después de Man Who Wasn't There --algo así como tú con Joe)

Sí. Compararla con el libro es una tontería. O sea: ¿un arte está supeditado al otro? The Road -el film- se sostiene como buen ensamble y mueve emocionalmente, la relación padre-hijo conecta fácilmente y Hillcoat no se queda en el lado sensiblero, digo, no es una obra mayor pero le echó ganitas. 
   
Sí. La música es estridente. Rompe el tono y tampoco funciona como contrapunto. Escuchado por separado es muy disfrutable.   
Pues infilmables las novelas de McCarthy no creo que sean. Pero qué curioso que los únicos que supieran cómo jolines hacerlo sean los Coen, y que el resultado no sea el mejor. Le gana esta re-interpretación (me niego a llamarla adaptación, hay mucho manoseo en pos del "conectar con el espectador", que a McCarthy le vale un pepino). Fallida pues era como meter en una caja de cerillos todas las piezas de un juego de scrabble. Dudo mucho que la vea una segunda vez. Tanta melcocha padre-hijo, claro. Y bueno, para no confundirla con una futura adaptación de The Road, ya llamaré a esta: The Last Road. Hasta que por fin supe para qué sirve un título mexicano. Quizá mejor la llame A Man and his Boy (en homenaje a A Boy and His Dog), o Testament II.
Joel Meza dijo…
No he leído la novela, no he visto la película. Ya lo haré.
Lo que dices de Tarkovsky es completamente cierto. Cuando leí Solaris, algunos años después de leer la película, me quedé con la boca abierta.
Hombre, pues bienvenido, Julio. Apunté eso del cine/literatura porque es una de las gansadas típicas. Los dos son artes valiosos por sí mismo y tienen diferentes características.

Duende: A mí me satisfizo más la de los Coen. Pero, bueno, también me gustó más esa otra novela, No Country for Old Men (y no se diga Meridiano de Sangre, que supuestamente ahí viene en cine) que The Road.

Joel: O Sokurov, en todo caso. Aunque no todo en Sokurov funciona.
pensar en una adaptación fiel de meridiano de sangre me hace pensar en Hershell Gordon Lewis. ahí sí, imposible hacerla. la truculencia ganaría, se comería al resto. no importará ni la actuación ni la trama, todos seguirán preguntándose si se vio acartonado el árbol de cueros cabelludos, las mutilaciones. si eran necesarias. chale ¿quién la hará? quesque el Scott se la aventaría. es lo último que supe.
Daesu dijo…
Leí The Road hace rato ya. Y la película la vi recientemente. No creo de verdad que sea mejor No Country... como novela (el éxito de la cinta se le debe atribuir, en buena medida, a los Coen). Sin embargo, es justo reconocer que The Road no es narrativa fácil y no todo el mundo ha logrado dimensionar el valor presente del libro (una amiga, por ejemplo, no lo soportó). No quiere decir que No Country... sea fácil ni mucho menos. Creo que es una muy buena novela, aunque sin las repercusiones que va a lograr un clásico moderno como The Road. Meridiano de sangre, en efecto, es un gigante de la literatura moderna.
Y ahí viene la adaptación de Meridiano de Sangre, poeta. Por lo menos, creo que está en planes para el año que entra. No sé cómo le van a hacer: ya se murió Peckinpah...
Daesu dijo…
Si, fijate que al principio pensaba que un gran acto de prvocación por parte de la productora en turno, hubiera sido elegir al viejo Clint para el juez Holden: la antitesis de su imagen, un gran desafío. A alguien le comentaba que Meridiano... funciona como una novela de aventuras pero oscura; una suerte de La isla del tesoro cuia (mi i griega no sirve) trama se desarrolla entre México-USA. Sí, es difícil dejar de pensar en Wild Bunch al leer el libro, sólo que más sinietro.
David Morse deberá ser el Juez Holden. O William Hurt.
No, no.. Debe ser Leo DiCaprio avejentado digitalmente.
Ni que fuera una película de Scorsese. Mejor Russell Crowe así como está.

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