Iron Man 2
Releo la reseña que escribí hace un par de años ante el estreno de Iron Man: el Hombre de Hierro (Favreau, 2008). Con todo y mi entusiasmo por aquella cinta veraniega de súper-héroes –“la mejor desde Spiderman 2 (Raimi, 2004)”, anoté-, no dejé de lamentar que los ruidosos F/X y las confusas escenas de acción terminaran minando lo mejor del filme que, a mi ver, era la perfecta interpretación de Robert Downey Jr. como el insoportable pero heroico narcisista Tony Stark y su rapport neurótico-romántico con su novia/secretaria Pepper Pots (despampanante Gwyneth Paltrow).
En la inevitable secuela, Iron Man 2 (Ídem, EU, 2010), lo mejor de la franquicia sigue presente. Los momentos más logrados son los que están alejados de los efectos especiales y de las peleas entre Iron Man y cierto ejército de hojalata. Así, la primera secuencia, cuando Stark, dueño del escenario, inaugura su exposición mundial de tecnología, es de los más disfrutable: la egolatría de Stark/Downey Jr. son intercambiables, como si el actor que hasta hace poco era considerado una elección peligrosa para protagonizar cualquier película –nadie sabía cuándo podía volver a las andadas de sus múltiples adicciones- estuviera disfrutando de verdad su condición no tanto de súper-héroe invencible, sino de súper-estrella veraniega.
Luego, sigue la secuencia del Senado, cuando un oleaginoso politicastro de tercera, el Senador Stern (Garry Shandling, muy convincente: hasta parece político mexicano) quiere acorralar al libertariano Tony Stark, quien no quiere soltar su traje de Iron Man a nadie, mucho menos a un Estado potencialmente corrupto como el que representa Stern. En lugar de quitarle su juguetito, dice Stark, todos deberían de agradecerle a él que el mundo viva un periodo de paz absoluta desde la aparición de la susodicha hojalata voladora, hace seis meses.
Todo hasta aquí resulta divertido, ingenioso, entretenido. Uno espera lo mejor cuando queda claro que el villano será un Mickey Rourke tatuado, musitando en ruso, con un loro blanco a un lado y un infaltable pica-dientes en los labios, cual mánager de beisbol de Grandes Ligas. La motivación del maloso de marras, Ivan Vanko, es nebulosa –quesque el papá de Stark fue el culpable de la desgracias del papá de Vanko, pero ¿hasta ahorita pensó en la venganza?-, pero no me voy a quejar por esto. Me queda claro que estoy viendo una película gringa de súper-héroes, no una adaptación shakespeariana.
Sin embargo, a partir de este planteamiento y con todo y que hay otros elementos atractivos en el filme, Iron Man 2 se estanca en las meditaciones existenciales de Stark: ¿qué haré ahora cuando lo que me salvó la vida, el paladio, me está matando?, ¿le diré a Pepper que se me está acabando la batería? ¿Y por qué mi papá no me pelaba? Y nosotros, mientras tanto, hurgando en el vaso de palomitas, nos preguntamos: ¿y ora, qué está haciendo Don Cheadle en lugar de Terrence Howard? ¿Y qué hace Samuel L. Jackson además de cobrar un jugoso cheque? ¿Y por qué no aparece más tiempo y con menos ropa Scarlett Johannson?
Apunté arriba que, independientemente de las aburridas peleas entre Iron Man y el villano, Iron Man y un ejército robotizado, Iron Man y su amigo Rhodey, la película aguanta el palomazo no sólo por la presencia del mejor Downey Jr. –cuando no está sufriendo por ser incomprendido, claro está-, sino por la gozosa parodia que realiza Sam Rockwell de él, quien encarna a un detestable competidor de Stark cuyo sueño no es tanto ganarle a él sino convertirse en él.
Otro momento notable llega en el desenlace cuando, en pleno clímax de acción, Stark y Pepper se pelean a larga distancia como si estuvieran en una película distinta, acaso en una ingeniosa screwball comedy protagonizada por un hombre encantador pero egocéntrico y una mujer inteligente y voluntariosa. Ojalá que en Iron Man 3 los hacedores de esta franquicia se dediquen un poco más a esto: en el par de epílogos de la película –antes y después de los créditos finales- queda claro que en las próximas entregas habrá más acción, más súper-héroes y más villanos. Ojalá, también, más Miss Paltrow. Y más Miss Johansson, si no es mucha molestia.
Comentarios
Mi experiencia con Iron Man 2: las partes chistosas me hicieron reir, las partes de acción me gustaron y las partes aburridas me aburrieron.
Espero que para la 3 no le pongan partes aburridas.
Mi único pedo fue el taaaaaaaan mentado en el post pasado "nuevo elemento" y la maqueta y eso. Pero fuera de eso, nah.
La que si amé fue la secuencia de pelea de borracho con música de Queen/Daft Punk.
Algo que me gustó también es cómo manejaron el asunto de que es una secuela (aunque la historia es prácticamente la misma) usando, en tono de comedia, el primer diálogo de cada personaje de la película anterior para decir "¿te acuerdas de mí?" o, en todo caso, "sí, soy otro actor pero soy el mismo personaje".
i'm there!
---
Ernesto, ya te ví tuiteando lo de Paulina Rubio. Me decilucionas.
Otra opinión sobre Camino.
jo
En cuanto al latín... Pues está La Pasión de Cristo, por supuesto. Y Satiricón, de Fellini (aunque en este caso creo que son sólo algunas frases sueltas). Ah, y en La Vida de Brian un centurión le enseña gramática latina a un judío rebelde.
Así, a bote pronto, no se me ocurre otra más. Y no, no tengo nada escrito de esta cinta de Jarman. Pero no sería mala idea revisarla.