Pídala cantando/IV
Provocado por el Exigente Duende Callejero, me di a la tarea de rescatar algo que publiqué hace poco más de diez años. ¿Sostengo todo lo que escribí hace una década? Supongo que sí aunque, para ser francos, no he vuelto a ver esta película desde el siglo pasado. Duende, está usted servido. (Una versión tasajeada de esta reseña fue publicada en noviembre de 1998 en REFORMA).
Hace algunos meses, Sergio González Rodríguez escribió en su columna sabatina de la sección cultural de REFORMA una inteligente reflexión sobre las extrañas unanimidades en el terreno de la crítica de cine. González Rodríguez se refería específicamente a Criaturas Celestiales, una inclasificable película neozelandesa que obtuvo todas las alabanzas habidas y por haber de los críticos de cine nacionales aunque a él, en lo particular, no le había gustado mucho la cinta de marras.
Algo así le pasó a quien esto escribe con respecto a ¿Quién Diablos es Juliette? (México, 1997), opera prima del cinefotógrafo y videoclipero mexicano‑argentino Carlos Marcovich, responsable de la belleza visual de buena parte del cine mexicano de los 80/90. Como, al parecer, el debut de Marchovich en la realización fascinó a todo el mundo menos a un servidor, me siento obligado a tratar de explicar el porqué de mi diferente visión de la mencionada película.
"Estaba harto de ese cine tan bien hechecito... Esta es la película de un fotógrafo cansado de que para hacer una escena tengas que planerla tanto". Son palabras del mismo Marcovich ante Carlos Arias (REFORMA, 22/06/97), palabras que explican a la perfección las intenciones de este osado cineasta debutante en un insólito experimento de cinèma‑verité o ‑como prefiere llamarla Marcovich‑ "ficción filmada en vivo".
La cinta se teje alrededor de dos muchachas, la mexicana Fabiola Quiroz y la cubana Yuliet Ortega, cuyas vidas parecen tener líneas que se tocan misteriosamente, casi a la Kieslowski (cf. La Doble Vida de Veronica) y su escenario se alterna de La Habana al D.F., de Nueva Jersey a Hollywood, de Miami a Xochimilco.
El estilo de Marchovich es el no‑estilo o, en todo caso, la relajienta mezcla de varios estilos en la narrativa y en la puesta en imágenes: el videoclip junto al documental, el cine casero junto a la entrevista directa, el serio testimonial sumado a un humor más bien simplón, el preciosimo de tarjeta postal a todo color ‑que diga lo que diga Marcovich aparece en más de una ocasión en la
película‑ junto al manejo estilizado del blanco y negro, la nunca explícita crítica al sistema cubano junto a la parodia no disimulada del precario star‑system a la mexicana (la secuencia de Salma Hayek) y la burla cruel al cine académico que el mismo Marcovich fotografiara hasta hace poco ("El Callejón de los Milagros es una basura", dice Yuliet ante cámara).
película‑ junto al manejo estilizado del blanco y negro, la nunca explícita crítica al sistema cubano junto a la parodia no disimulada del precario star‑system a la mexicana (la secuencia de Salma Hayek) y la burla cruel al cine académico que el mismo Marcovich fotografiara hasta hace poco ("El Callejón de los Milagros es una basura", dice Yuliet ante cámara).
Sí, todo esto muy interesante, pero como dijera alguien por ahí: ¿Y? En otras palabras, lo que a muchos les encantó, a mí me dejó exactamente igual: la desatada mezcolanza de estilos como sustituto de una auténtica propuesta estilístico‑argumental novedosa (o, acaso, la mera mezcla pusmoderna como coartada infalible ante la ausencia de todo lo demás: ideas, propuestas, objetivos).
El resultado final de todo este extraño potaje es una cinta que vale, es cierto, pero más por los riesgos que corre que por lo que logra. Más una buena puntada que una buena película, ¿Quién Diablos es Juliette? termina por irritar cuando se alarga demasiado en su juego caprichoso y solipsista, plagado de chistes privados y roller‑gags inexplicables.
En realidad, para lo que Marcovich tenia que decir ‑no mucho, la verdad‑ y para la manera en que lo dijo ‑nada novedoso, por cierto‑ una duracion de 25 minutos hubiera sido perfecta. Pero quién sabe, acaso quien esto escribe ha sido incapaz de ver lo que para muchos otros es evidente: que la película de Marcovich es una propuesta fresca, audaz, novedosa. No sé, acaso tendré que verla de nuevo... o comprarme de plano otros anteojos.
Comentarios
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Ahora supongo que sigue el Duende.
(nunca la ví ni pienso hacerlo jeje)
Recuerdo cuando se estrenó esta película, una prima y su novio -adolescentes en ese tiempo- me dijeron, al salir de la función, que les había gustado mucho porque "nunca habíamos visto una película así". De acuerdo. Espero que diez años después su mundo haya crecido.
En fin. Definitivamente uno de las más grandes tomaduras de pelo que se han filmado. Y supongo que tanta frescura, tanto vanguardismo, le secó el cerebro al hermano del caifán maldito, puesto que, afortunadamente, eso de estar detrás de la cámara en plan de director, jamás volvió a suceder.
Perfecto.
Gracias mi estimado. Ahora debo cumplir, supongo. Pero aguanteme un poco, que voy de salida. En un rato le cuento el chisme completo. Salud.
Leo
Slds!
la nueva de Boyle gana un premio de no-se-qué Asociación que la nombró la mejor película del 2008.
Será que Danny Boyle está de regreso Ernesto?
una maravilla...
jeje
Leo
Leo: Sí, parece que la cinta de Boyle es una de las must-see de fin de año.
Je je je je.
Paxton: Pos pude.