Hoy en la 49 Muestra.../VIII
The Go Master (Wu Qingyuan, China-Japón, 2006), de Tian Zhuangzhuang. Tian Zhuangzhuang (o Zhuangzhuang Tian, si se escribe su nombre al estilo occidental), Zhang Yimou (o Yimou Zhang) y Chen Kaige (o Kaige Chen) son los tres cineastas chinos más importantes de su generación, la quinta en número egresada de la Academia de Cine de Beijing, la primera que terminó sus estudios después de la catastrófica Revolución Cultural maoísta (1966-1976). Los tres, Tian, Zhang y Chen, vivieron, sufrieron y fueron víctimas directas de la “Gran Catástrofe Nacional” –como se le llama de manera eufemística a esa década de caos político, económico y social- y en sus primeras obras fílmicas realizadas en los ochenta, dieron cuenta de ello, para escándalo de la gerontocracia china que congeló o, de plano, prohibió la distribución de algunas de sus cintas en China.
Así, los tres han tenido que lidiar con brutales censuras, enfrentamientos directos y cooptaciones más o menos sutiles por parte del gobierno. Por ejemplo, el enfant terrible Zhang hace tiempo que entró al redil, al grado de que se ha convertido en el cineasta favorito del gobierno chino y será el responsable de dirigir la ceremonia de apertura de los próximos Juegos Olímpicos de Beijing 2008; Chen, por su parte, después de los problemas políticos que enfrentó por su obra maestra Adiós, Mi Concubina (1993), ha dejado de lado toda crítica directa para centrarse en la dirección de suntuosas épicas históricas.
Tian, desde el inicio, fue el menos políticamente “peligroso” de los tres maestros de la Quinta Generación. De hecho, su primera obra mayor, El Ladrón de Caballos (1986), no sólo se alejaba de temas sociopolíticos escabrosos, sino que está ubicada miles de kilómetros lejos de Beijing en las enormes estepas chinas. En contraste, su segunda obra maestra, El Papalote Azul (1993), no sólo fue prohibida por el gobierno chino sino que Tian fue castigado y no pudo dirigir ninguna otra cinta durante casi una década. Eso explica que en sus siguientes filmes, La Primavera de una Infidelidad (2002) y el documental Delamu (2004), Tian no sugiera, de ninguna forma, la más leve crítica al totalitarismo capitalista rapaz que gobierna en la China contemporánea.
Eso explica, también, el tono decididamente apolítico de su más reciente filme, The Go Master, con el que se cierra hoy la 49 Muestra Internacional de Cine. A pesar de que la cinta podía servir como pretexto para que Tian tratara temas histórica y políticamente complicados como las traumáticas relaciones entre China y Japón, o la castrante política cultural de las administraciones chinas del siglo pasado -tanto del Kuomingtang nacionalista como del maoísmo comunista-, Tian optó por sacarle la vuelta a todo análisis de este tipo para, en su lugar, entregarnos una contemplativa, elíptica y morosa biopic -eso sí, extraordinariamente fotografiada por Wang Yu- de uno de los más grandes jugadores de Go de todos los tiempos, el chino “ajaponesado” Wu Qingyuan (el astro chino Chen Chang) quien, incluso, aparece, vivito, coleando y con 92 años encima, en el brevísimo prólogo del filme.
El Go es un juego chino de estrategia en el que dos oponentes colocan pequeñas cuentas o piedras en un pequeño tablero cuadriculado. Cada jugador tiene piedras de diferente color (blancas o negras) y gana el partido –que puede durar horas o días- el que logra dominar más territorio.
Para ser francos, en mi vida he jugado el susodicho Go y la explicación del jueguito de marras tuve que obtenerla leyendo por aquí y por allá, pues en The Go Master Tian da por un hecho que todo mundo sabe de qué trata “el ajedrez oriental” y, perversamente, no muestra más que mínimos fragmentos de los innumerables juegos y de las decenas de torneos que Wu ganó desde que era un niño en su natal China. Asombrados por su genio natural para el juego, patrocinadores japoneses se lo llevaron al archipiélago nipón en donde se convirtió en un maestro imbatible. Lidió con la guerra sino-japonesa sin comprometerse políticamente –su vida parece la de un monje dedicado a su fe en el Go- y, de hecho, el mayor de sus escándalos ocurrió cuando formó parte de una secta de fanáticos religiosos que explotaron su fama y popularidad.
The Go Master es, sin duda, la cinta más difícil de Tian porque está hecha claramente para un público que conoce no sólo el sentido del juego sino el contexto histórico de la larga vida de Wu. Por lo mismo, se antoja como un proyecto personalísimo por parte del perseguido Tian Zhuangzhuang: como el tributo a un artista que logró superar todas las dificultades políticas de su tiempo para sobrevivir de pie, sonriente, y a pesar de todo. ¿Tian se estará viendo en ese espejo?
Así, los tres han tenido que lidiar con brutales censuras, enfrentamientos directos y cooptaciones más o menos sutiles por parte del gobierno. Por ejemplo, el enfant terrible Zhang hace tiempo que entró al redil, al grado de que se ha convertido en el cineasta favorito del gobierno chino y será el responsable de dirigir la ceremonia de apertura de los próximos Juegos Olímpicos de Beijing 2008; Chen, por su parte, después de los problemas políticos que enfrentó por su obra maestra Adiós, Mi Concubina (1993), ha dejado de lado toda crítica directa para centrarse en la dirección de suntuosas épicas históricas.
Tian, desde el inicio, fue el menos políticamente “peligroso” de los tres maestros de la Quinta Generación. De hecho, su primera obra mayor, El Ladrón de Caballos (1986), no sólo se alejaba de temas sociopolíticos escabrosos, sino que está ubicada miles de kilómetros lejos de Beijing en las enormes estepas chinas. En contraste, su segunda obra maestra, El Papalote Azul (1993), no sólo fue prohibida por el gobierno chino sino que Tian fue castigado y no pudo dirigir ninguna otra cinta durante casi una década. Eso explica que en sus siguientes filmes, La Primavera de una Infidelidad (2002) y el documental Delamu (2004), Tian no sugiera, de ninguna forma, la más leve crítica al totalitarismo capitalista rapaz que gobierna en la China contemporánea.
Eso explica, también, el tono decididamente apolítico de su más reciente filme, The Go Master, con el que se cierra hoy la 49 Muestra Internacional de Cine. A pesar de que la cinta podía servir como pretexto para que Tian tratara temas histórica y políticamente complicados como las traumáticas relaciones entre China y Japón, o la castrante política cultural de las administraciones chinas del siglo pasado -tanto del Kuomingtang nacionalista como del maoísmo comunista-, Tian optó por sacarle la vuelta a todo análisis de este tipo para, en su lugar, entregarnos una contemplativa, elíptica y morosa biopic -eso sí, extraordinariamente fotografiada por Wang Yu- de uno de los más grandes jugadores de Go de todos los tiempos, el chino “ajaponesado” Wu Qingyuan (el astro chino Chen Chang) quien, incluso, aparece, vivito, coleando y con 92 años encima, en el brevísimo prólogo del filme.
El Go es un juego chino de estrategia en el que dos oponentes colocan pequeñas cuentas o piedras en un pequeño tablero cuadriculado. Cada jugador tiene piedras de diferente color (blancas o negras) y gana el partido –que puede durar horas o días- el que logra dominar más territorio.
Para ser francos, en mi vida he jugado el susodicho Go y la explicación del jueguito de marras tuve que obtenerla leyendo por aquí y por allá, pues en The Go Master Tian da por un hecho que todo mundo sabe de qué trata “el ajedrez oriental” y, perversamente, no muestra más que mínimos fragmentos de los innumerables juegos y de las decenas de torneos que Wu ganó desde que era un niño en su natal China. Asombrados por su genio natural para el juego, patrocinadores japoneses se lo llevaron al archipiélago nipón en donde se convirtió en un maestro imbatible. Lidió con la guerra sino-japonesa sin comprometerse políticamente –su vida parece la de un monje dedicado a su fe en el Go- y, de hecho, el mayor de sus escándalos ocurrió cuando formó parte de una secta de fanáticos religiosos que explotaron su fama y popularidad.
The Go Master es, sin duda, la cinta más difícil de Tian porque está hecha claramente para un público que conoce no sólo el sentido del juego sino el contexto histórico de la larga vida de Wu. Por lo mismo, se antoja como un proyecto personalísimo por parte del perseguido Tian Zhuangzhuang: como el tributo a un artista que logró superar todas las dificultades políticas de su tiempo para sobrevivir de pie, sonriente, y a pesar de todo. ¿Tian se estará viendo en ese espejo?
Comentarios
You ain't gonna make it with anyone anyhow..."
El nombre japonés de Wu Qingyuan, es Go Seigen. Un genio creador de densas innovaciones teóricas, que marcaron gran parte del estilo de juego del siglo XX.