En línea: Los Meyerowitz: La familia no se elige (Historias nuevas y selectas)
Hacia la mitad de Los
Meyerowitz: La familia no se elige (Historias nuevas y selectas) (The
Meyerowitz Stories: News and Selected, EU, 2017), el más reciente largometraje
del cineasta neoyorkino Noah Baumbach (Historias
de familia/2005, Greenberg/2010,
Mientras somos jóvenes/2014), el
fracasado músico Danny (Adam Sandler) levanta la voz para contestarle a su
exitoso medio hermano financiero Matthew (Ben Stiller), mientras el anciano
padre de ambos, el escultor mediocre y profesor de arte Harold (Dustin Hoffman)
yace en la cama, inconsciente, debido a las consecuencias de un golpe en la
cabeza.
Es un
auténtico logro del cineasta/guionista Baumbach que Sandler logre nuestra
simpatía y hasta nos conmueva, aun cuando echa mano de los mismos tics
actorales de siempre: la voz que se vuelve chillona, el tono de exasperación,
el rostro que se va deformando. La clave es que la construcción del personaje
encaja perfectamente con la presencia de Sandler y que la escena entre los dos
medios-hermanos –el primer momento que comparten los dos comediantes en el
filme- termina siendo completamente verosímil. ¿No terminamos gritándole de vez
en cuando a nuestros hermanos, tengamos o no razón en nuestros reclamos o
resentimientos?
El
décimo-primer largometraje de Baumbach está lleno de este tipo de escenas.
Resueltas de forma funcional, sin florituras estilísticas de ninguna especie,
sostenidas en la incómoda veracidad de sus diálogos, en la interpretación justa
de su extenso reparto. He aquí, pues, el retrato de una familia
judío-neoyorkina (padre, madrastra, tres hijos, exesposa, una nieta, amigos)
cuyo único lazo de unión parece provenir de ese patético y egocéntrico
patriarca escultor que ha hecho infeliz a todos sus hijos sin tener siquiera la
coartada de ser un gran artista al que, por lo mismo, se le podría perdonar ser
un auténtico monstruo.
Estructurada
en cinco capítulos en los que Baumbach nos muestra algunos signos claves de los
sueños y pesadillas cotidianas de la citada familia –la tirante relación entre
los medios hermanos Danny y Matthew, el palpable amor de Danny por su precoz
hija aprendiz de cineasta Eliza (Grace van Patten), la dolorosa incapacidad de comunicación
entre Harold y sus hijos, la lucidez de la hermana eternamente ninguneada Jean
(Elizabeth Marvel)-, Los Meyerowitz…
avanza a partir de bruscas elipsis, vía corte directo, que no dejan a los
personajes (ni a sus actores) caer en excesos de ninguna especie, sean cómicos
o dramáticos.
Al final, los Meyerowitz (el viejo, la mujer, los
hijos) no dejan de causarnos irritación, pero como anoté al inicio, también nos
provocan empatía. Es cierto que alguno de ellos –el viejo Harold- no tienen
remedio ni lo tendrán, pero algún otro –como el vulnerable/vulnerado Danny- se
ha ganado acaso una nueva oportunidad en su vida y la menor de todos, Eliza, no
parece estar tan dañada. No como su padre, no como sus tíos, no como su abuelo.
Ah, esa esperanza tan necesaria que nos hace desear
que nuestros hijos serán mejores que nosotros. A pesar, precisamente, de
nosotros.
*****
Los Meyerowitz... está disponible en Netflix.
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