Guanajuato 2012/II y último
Continúo y termino con la revisión de algunos cortometrajes exhibidos en Guanajuato 2012, como sigue:
Primero, de los que no hay mucho qué decir. Sack Barrow (GB, 2011; 21 minutos), de Ben Rivers, en la sección competitiva documental, está centrada en la observación del trabajo cotidiano en una derruida fábrica familiar. Seguramente la chamba en sí y la gente que lo hace es más interesante que este corto.
En cuanto a la sección competitiva animada, El Gran Conejo (Gurehto Rabitto, Francia, 2011; 7 minutos), de Atsushi Wada, es un enigmático ejercicio demasiado enamorado de su confusa alegoría existencial. La ejecución tampoco es de llamar la atención.
Si se trata de alegorías fílmicas, una de las mejores -de las que pude ver, aclaro- es Ceremonia (At the Formal, Australia, 2010; 7 minutos), de Andrew Kavanagh, exhibido en la sección competitiva de ficción. Realizado en sólo tres tomas -la primera de ellas, de 5 minutos de duración-, con imágenes en ralenti, sin diálogo alguno y con una banda sonora dominada por primitivas, persistentes y crecientes percusiones, el cortometraje muestra la fiesta de fin de cursos de una preparatoria que termina transformada en una especie de violento sacrificio comunal en el que todos participan gustosos. Acaso un tanto obvia, pero realizada con un gran control de medios.
Para mí, lo mejor de Guanajuato -del puñado de cortometrajes que pude ver, insisto- es el cruel corto animado exhibido en competencia El Último Camión (Posledny autobus, República Eslovaca, 2011; 16 minutos), realizado en stop-motion con actores cuya cabeza es la de animales disecados: lobos, zorros, cojenos, zorrillos, venados, etcétera.
Estos animales huyen, en el camión del título, de unos crueles cazadores humanos que andan en busca de un lobo que, aparentemente, han herido. El lobo logra subirse al camión: algunos de los viajantes quieren ayudarlo; otros, no quieren meterse en problemas. Miedo, heroísmo, solidaridad, mezquindad: sentimientos tan humanos que aparecen lo mismo en un régimen totalitario -acaso el sentido de este cortometraje- que en una situación de guerra interna... contra el narcotráfico, por ejemplo. Una obra mayor.
También muy lograda es Memoria Corporal (Keha mälu, Estonia; 9 minutos), cinta animada en competencia de Ülo Pikkov. Unos pequeños seres hechos de estambre ven cómo la vida se les escapa porque algo/alguien jala el hilo que acaba con ellos. Por su ejecución y concepto, una película notable.
También interesante resultó Falta de Pruebas (Manque de Preuves, Francia, 2011, 9 minutos), de Hayoun Kwon, un documental animado realizado con el testimonio verídico de un joven nigeriano que huyó de su país porque su propio padre lo quería asesinar. Oscar -el muchacho que buscar el estatus de refugiado en Francia- es gemelo y para el papá, un poderoso brujo del culto eremwin, esto es de mala suerte, por lo que debía asesinar a los dos hermanos. Oscar se salvó; su hermano gemelo sí fue alcanzado por el brazo ejecutor del padre.
Finalmente, dos cortos de ficción convencionales en competencia, pero muy bien realizados: Los Niños de la Noche (Les Enfants de la Nuit, Francia, 2011; 26 minutos), sobre una trágica historia de amor en la Francia ocupada de los años 40. Una jovencita cuya madre está en la Resistencia se enamora de un amable soldado alemán que no oculta su admiración por Hitler.
Impecable ambientación de época, elegante foto en blanco y negro, sobria narración en off en tercera persona, actuaciones muy justas... Un bien hechecito cortito "de papá", dirían los clásicos.
Dos Barcos (Vilaine fille, mauvais garcon, Francia, 2012; 30 minutos), de Justine Triet, pertenece a otra rancia tradición francesa: la historia de un efímero encuentro amoroso entre dos bohemios sin oficio ni benificio. Un pintor que no vende sus cuadros y una comediante que no tiene chamba se encuentran una noche en una fiesta, se caen bien, conviven, hacen el amor y, al día siguiente, su solitaria vida continúa. Qué remedio.
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