Verano Latino/II



María Teresa Cornejo (extraordinaria Julieta Zylberberg) ve todo y a todos con todo detalle: a este chamaco le falta abrocharse bien el último botón, esa niña lleva levantada la solapa del saco, aquella otra trae las calcetas de otro color, este adolescente se está dejando crecer el cabello, esos dos se están besando a escondidas... María Teresa, virgen, 23 años, tiene el trabajo perfecto para ejercitar sus dotes de vigilante: es la gélida e implacable preceptora del antiguo Colegio de Ciencias Morales -hoy Nacional de Buenos Aires-, fundado en 1778. Aunque no formalmente militarizado, el colegio funciona, de todas formas, como institución militar y más aún con Galtieri y los de su calaña en el poder.
Estamos en Buenos Aires, en 1982, en los estertores de la dictadura militar que había iniciado con el golpe del 24 de marzo de 1976 y que terminaría con el desastre de la Guerra de las Malvinas. Así, mientras allá afuera, en las calles, los desafíos contra el gobierno pretoriano arreciaban con más fuerza que nunca, en el interior del Nacional de Buenos Aires, el prefecto Biasutto (imponente Osmar Núñez) le aconseja a su empleada favorita María Teresa que hay que aplastar toda posibilidad de "subversión" con la fuerza de "la mirada invisible", aquélla que no se hace notar, aquélla que se no se deja ver.
María Teresa -"Marita" en su diminuto piso, en el que comparte soledades con su abuela y su madre, sin abuelo, padre o hermano a la vista- es la perfecta represora reprimida: empujada por la obsesión hacia uno de los alumnos (Diego Vegezzi), entra a los baños de hombres para ver qué hacen esos chamacos cuando ella no los ve. Una cosa lleva a la otra: muy pronto la voyeur y fetichista Marita estará sentada -¡y de aguilita!- en el retrete de los hombres, espiando, esperando y, ya entrados en gastos, orinando y... bueno: otras cosas más.
La Mirada Invisible (Argentina, 2010), tercer largometraje de Diego Lerman (multipremiada opera prima Tan de Repente/2002, Mientras Tanto/2006), es una sólida alegoría de la represión social/sexual de la Argentina de la dictadura militar de los 70/80. Aunque habría que reprocharle que el discurso político se vuelve demasiado obvio en el epílogo -¿eran necesarian las imágenes de archivo del gorila patriotero arengando a las masas por las Islas Malvinas?-, el control que tiene Lerman de su historia, de la cámara y de su actriz central es más que notable.
La depurada puesta en imágenes -cámara de Álvaro Gutiérrez- tiene sus mejores momentos hacia el desenlace, con esa magistral -y desagradable- toma extendida de más de dos minutos en el interior del retrete, con la siguiente toma en la que vemos fuera de foco la reacción justiciera/vengativa de Marita y con la toma final en plano general alejado del patético enigma que es esta joven mujer caminando hacia la calle pero no necesariamente hacia la libertad.

La Mirada Invisible se exhibe hoy en la Cineteca Nacional a las 16, 18 y 20 horas.

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