Nagisa Oshima, la evolución de un maestro/I


ÔSHIMA Nagisa -o Nagisa Ôshima, al estilo occidental- inició su carrera fílmica en 1959, cuando Kurosawa era prácticamente el único auteur reconocido en Europa y América. Para entonces, Mizoguchi ya había muerto prematuramente y Ozu, reconocido como el más grande cineasta vivo en el archipiélago nipón, todavía no entraba en el canon fílmico de Occidente. Ôshima no tuvo dificultad en marcar sus distancias de Kurosawa, Ozu o Mizoguchi: a diferencia de estos tres grandes maestros, el excinecrítico Ôshima se interesó desde el inicio por un cine políticamente militante y contemporáneo, temática y estilísticamente. Su segundo largometraje, Cruel Historia de Juventud (Seishun Zankoku Monogatari, Japón, 1960), una temprana obra mayor, es un ejemplo perfecto de lo que he escrito.
La película, realizada en los estudios Ofuna y para la casa Shochiku, se trata de un sólido seishun eiga -o filme de juventud descarriada- que retrata con crudeza la relación entre un joven que sobrevive como gigoló de una mujer mayor y una jovencita (no tan) inocente, ávida de amor, sexo y emociones fuertes. El violento Kiyoshi (Yûsuze Kawazu) y la dócil Makoto (Miyuki Kuwano) encuentran la manera perfecta para hacerse de dinero fácil: ella atrae a hombres mayores y adinerados, les pide un aventón a algún lugar lejano y cuando, previsiblemente, el viejo verde empieza a propasarse con ella, un furioso Kiyoshi llega a salvar a la "inocente" muchacha, golpea al hombre y le vacía la cartera. 
Aunque el desenlace peca de tremendista, Oshima no regaña a sus personajes: la sociedad retratada en la cinta no parece ofrecerles ninguna oportunidad. Las generaciones mayores -representadas por la hermana de Makoto y su cínico examante médico- tuvieron alguna esperanza en su momento, pero la guerra y la derrota acabaron con todo. Ahora, en un Japón crecientemente convulsionado -al inicio del filme vemos protestas contra el régimen por su relación con Estados Unidos-, jóvenes como Makoto o Kiyoshi no tienen por qué luchar ni tampoco les interesa. Viven el momento, el aquí y el ahora, aunque al final es obvio que aún les queda un rastro mínimo de conciencia.
Ôshima se muestra aquí, en su segundo largometraje, como un temprano maestro en el manejo de la cámara: domina la toma larga pero nunca estática. El encuadre se modifica constantemente, siempre en movimiento, usando de manera eficaz el paneo, un sutil dolly o alguna toma de grúa. Oshima logra momentos fascinantes tanto en interiores -como la toma de 3 minutos de cierta borrachera que termina en reclamos o la otra toma de casi 5 minutos en la que Makoto y Kiyoshi discuten un aborto-, como en exteriores -la toma en la que Kiyoshi brutaliza a Makoto en un picado de más de 2 minutos-, con la cámara siempre funcional de Takashi Kawamata, quien sería uno de los colaboradores habituales del cineasta.
Por su temática y más aún por su manejo del encuadre y el uso de la cámara en mano, la crítica japonesa de su tiempo reconoció la influencia de la nouvelle vague en Cruel Historia de la Juventud, especialmente la de Godard. Y como a continuación otros jóvenes cineastas japoneses del mismo estudio siguieron el ejemplo de Oshima, muy pronto se le colgó a él el mote de líder de "la nueva ola de Ofuna". Oshima reaccionó de inmediato con molestia: no había ninguna "nueva ola" y no le hacía gracia que tan pronto lo etiquetaran. Esta sería la marca de Oshima y su cine: su terca negativa a ser del montón, a seguir la corriente. 

Cruel Historia de la Juventud se exhibe hoy sábado a las 18:30 y 20:30 horas en la Cineteca Nacional.

Comentarios

Joel Meza dijo…
¿A propósito del terremoto y el tsunami?
Entonces cuando tengamos acá en el rancho "the big one", espero la reseña de El Moro de Cumpas.
Pues coincidió la desgracia aquella con un ciclo del primer Oshima...

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