Festival Cinema Europa 2009/I
Maria Larsson (Maria Heiskanen) tiene una vida dificil pero más o menos común. Vive en Malmo, Suecia, en 1907: tiene una casa modesta pero habitable, cuatro hijos de variados tamaños y talentos, y un hombrón fuerte, alegre, arrollador, como marido. Sigfrid (Mikael Persbrandt) se llama. El tipo es muy trabajador y adora a sus hijos, pero no deja de tomar sus tragos de más un día sí y otro también, cintarea de vez a cuando a alguno de los niños porque "a nadie le hace daño unos golpes" y, bueno, a veces se revuelca con una que otra mesera que se le atraviesa en el bar. Sigfrid no es un monstruo: más bien es un bruto que no tiene conciencia clara que lo es. Puede ser capaz de la caballerosidad más encantadora y de la violencia más terrorífica. Pero Maria no le tiene miedo. Es más: es probable que Sigfrid sea el único hombre que ella ha amado de verdad. ¿O será que no es más que una enfermiza costumbre imposible de hacer a un lado?
La complejidad emocional que destila el matrimonio de Maria y Sigfrid es parte fundamental del éxito de Los Momentos Imborrables de Maria Larsson (Maria Larssons eviga ögonblick, Suecia-Dinamarca-Noruega-Finlandia-Alemania, 2008), décimo-quinto largometraje del veteranísimo cineasta sueco casi olvidado Jan Troell. Sobre un argumento escrito por la esposa del cineasta, Agneta Ulfsäter Troell, basada en la vida de la abuela de ella, una trabajadora y correosa mujer de inicios del siglo pasado, Troell hace una fascinante crónica no sólo de ese matrimonio en constante turbulencia sino de la vida misma en la Suecia de inicios del siglo pasado: costumbres familiares dificil de desafiar, guerras que se atraviesan, ideologías políticas que sacuden, estratificaciones sociales que se dan por sentado.
En ese escenario tan asfixiante como dinámico -y con siete hijos: en el transcurso de la cinta la mujer pare otros tres, uno de ellos con polio-, Maria descubre una frágil puerta de escape. O, mejor dicho, una ventana llena de luz: arrumbada en un cajón, Maria encuentra una preciosa cámara Contessa que había ganado años atrás en una rifa y quiere vendérsela al amable fotógrafo Pedersen (Jesper Christensen). El hombre la anima a que la use antes de deshacerse de ella. Así, la mujer empieza tomando la foto de sus hijos, continúa con la imagen de una niña ahogada en un lago congelado, sigue con el encuentro de los tres reyes nórdicos -cuya fotografía es publicada en el periódico- hasta abrir su propio estudio de fotografía en la casa, ante la consternación de su machote marido que un día está a punto de cortarle la gargante y el día siguiente la lleva a bailar con toda la familia en el más idílico día de campo imaginable.
En Los Momentos Imborrables de Maria Larsson la magia de la fotografía ocupa el centro dramático y visual del filme, por lo cual la cámara manejada por el propio director Troel -en colaboración con Mischa Gavrjusjov- nos ofrece no sólo una impecable puesta en imágenes de corte clasicista sino también algunos momentos fílmico-fotográficos realmente imborrables, como esa toma en la que perdemos de vista a una traumatizada niña que avanza, caminando, entre la inmensidad inabarcable del hielo y de la nieve. No está la cámara de Maria para verla, para atraparla, para salvarla, pero sí para capturarla horas después, tendida en el féretro, "más bonita que nunca". Así la ve Maria y así la vemos todos.
Los Momentos Imborrables de Maria Larsson se exhibe mañana viernes 9 de octubre en la Cineteca Nacional, en una sola función, a las seis de la tarde. Con esta cinta inicia el ciclo Festival Cinema Europa 2009, que aquí seguiremos en la medida de nuestras posibilidades. La programación completa del ciclo, aquí.
Comentarios
Ah, pos es escandinavo, ¿verdad?
Comparto mi entusiasmo.
http://cinemanchas.blogspot.com/2009/10/visiones-y-revisiones-2.html