Mujeres Sacrificadas/El Recuerdo del Otro
En un par de entradas anteriores habíamos discutido si el argumentista de origen español Álvaro Custodio fue el factor fundamental para el éxito del gran díptico rumbero/cabaretil formado por Aventurera (1950) y Sensualidad (1951). Es cierto que los guiones de Custodio, sin Ninón y sin Gout, no son especialmente interesantes -la excepción es la graciosa autoparodia fílmica También de Dolor se Canta (Cardona, 1950)- pero también es cierto que Gout no hizo gran cosa después de ese par de filmes -exceptuando, acaso, La Sospechosa (1955)- y que la propia Ninón, lejos de Custodio y Gout, no hizo más que otras dos películas valiosas (Víctimas del Pecado/Fernández/1950 y Noches de Carnaval/Hernández/1984). Total, que repito mi muy poca original hipótesis: más que buscar una fuente auterista, hay que explicar el logro de filmes industriales como Aventurera y Sensualidad a la feliz confuencia de talentos (técnicos, actorales, argumentales) que, por una, dos, tres veces, lograron trascender al habitual churro cabaretero de esa época.
Y a las pruebas me remito. Mujeres Sacrificadas (México, 1952) -también conocida como El Recuerdo del Otro- tiene muchos de los elementos de Aventurera o Sensualidad: una ejecución artesanalmente correcta por parte de Gout y su fotógrafo Alex Phillips, una terceta de bailes para el lucimiento de las piernotas y las contorsiones de Ninón, unas cuantas canciones con todo y aparición del mismísimo Agustín Lara en el piano y una damita que se avienta Noche de Ronda en francés, y la emblemática trama de la inocencia mancillada debido a la miseria y, esta vez, a la locura.
El argumento, escrito por José Carbó, comete el imperdonable pecado de tomarse en serio y exigir que nosotros también lo hagamos. Así, una engolada voz en off interrumpe continuamente la cinta, nos dice qué debemos pensar de los personajes y define a Ninón, que encarna a una joven e inocente bailarina clásica (ajá), como "una flor en capullo" y "un alma virgen". La directora de la escuela de ballet sabe mejor su negocio: le dice a Ninón que es "muy mujer", que eso de bailar de puntitas no es para ella y, por lo mismo, le niega el debut en Bellas Artes. Más trumático resulta todo cuando Ninón se da cuenta que su santa madre (Anita Blanch, adecuadamente chantajista) es una piruja, que su padrino (Víctor Junco) es un padrote y que esos vestidos escotados que guarda su mamá en el armario no son ningún uniforme para ir a la fábrica en el turno de noche...
Hay mucho de humor involuntario en el hecho de que Blanch, obligada por Ninón, deja de prostituirse pero esta misma mamacita abnegada no está de acuerdo que su piernuda hija baile desaforadamente para mantenerlas a las dos ("Tú bien sabes que yo no apruebo eso", le dice Blanch a Ninón... ¿Pues qué quería, que mejor vendiera su puerquecito al mejor postor?). El problema, insisto, no son las delirantes vueltas de tuerca del argumento -hay más en Aventurera-, sino que todos, esta vez, se las toman muy en serio. Dice García Riera en su Historia Documental del Cine Mexicano (tomo 6, página 132) que la súbita seriedad de la trama -con todo y la conversión de Ninón en una especie de Arturo de Córdova con faldas, enloquecida, catatónica, carcomida por el remordimiento y la locura- se debe a que Gout y su equipo se habían creído demasiado los elogios críticos cahieristas de Truffaut y compañía y que, por eso, ahora agregaban inútiles escenarios cosmopolitas (Martinica, París) y motivos ridículamente psicológicos (como la locura, a la que está predispuesta Ninón, según nos informa una y otra vez la insoportable voz narrativa fuera de cuadro).
Lo cierto es que Mujeres Sacrificadas puede revisarse si es un completista de la obra de Gout o, mejor aún, si se es fanático de Ninón que, entre tanto diálogo inane, alcanza a bailar y cantar unos cuantos números, entre ellos Ponle la Montura al Potro. ¡Azuucaaar!
Comentarios
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Ahora que leo lo que dices del narrador omnisciente y estorboso, algo así es lo que siento cuando he visto las películas de Arriaga por Iñárritu (que me disgustan, como comentaba en la otra entrada); mientras las veo siento que sólo falta la voz de un narrador que me diga: "y por malos unos con los otros, les pasa lo que les pasa".
Muchos de nosotros, de niño hemos fantaseado de alguna u otra manera con la vida y obra de estas mujeres, unos soñaban que las seducian, otros que bailabamos como ellas, lo que es bien cierto, nos dejaron marcados.
Te falta Victimas del pecado.
Saludios.
Champy: Por ahí la tengo. Pero creo que ahora voy a revisar algunas otras, para no cansar al respetable.
Pero usted sígale, porque ni modo que se reseñe Wolverine o Star Trek (The Golden Years).