¡Hijo de... Bush!
Hay una escena clave en ¡Hijo de… Bush! (W., EU-GB-Hong Kong-Alemania-Australia, 2008), décimo-octavo largometraje del eterno rebelde Oliver Stone, que podría haber sido el corazón de esta visible pero decepcionante biopic de George W. Bush, el presidente de Estados Unidos más odiado desde… ¿siempre?
La escena de marras ocurre en la segunda parte del filme, cuando “Dubya” –el apodo de origen fonético con el que era conocido Bush debido a la inicial de su segundo nombre, W- está siendo aleccionado por el siniestro gnomo Karl Rove (Toby Jones), su inseparable asesor de campañas políticas, sobre lo que debe contestar a la prensa sobre los más diversos temas. Bush hijo ha decidido, en contra de la opinión de su enérgico y distante padre, el entonces ya expresidente George H. W. Bush (James Cromwell), lanzarse por el gobierno del estado de Texas. Bush padre no cree que su hijo pueda ganar, pero Rove piensa muy diferente. Palabras más, palabras menos, Rove le dice a "W": “La gente vota por la persona con quien le gustaría tomarse una cerveza, no se te olvide”. Esa será la clave para que “Dubya” gane no sólo Texas en 1994 sino que seis años después –con una pequeña ayuda en Florida, claro está- llegue a la Casa Blanca para permanecer ocho años dando órdenes y rezando, los años más oscuros en la historia reciente de los Estados Unidos.
Esta afirmación de Rove, cínicamente precisa, explica mejor que ninguna otra teoría, la elección de Bush hijo –o, en este mismo sentido, de su hermano gemelo baboso al sur del Río Bravo, Vicente Fox-: no importa la verdad, la información, la preparación, los datos… En política, la percepción es lo importante y Bush fue percibido por muchos americanos como uno más de ellos: el joven desmadroso, el mediocre estudiante, el tipo que no sabe gran cosa de nada, el bobalicón que se toma una cerveza viendo en la tele un partido de beis, el hombre de familia que ha “renacido” para servir a Dios… Por ese hombre votaron y así les fue a los gringos (y al resto del mundo).
El filme avanza en dos líneas narrativa paralelas. En la primera, vemos a un juvenil “Dubya” (Josh Brolin) echar relajo en Yale, emborracharse y agarrarse a madrazos en algún estadio de futbol, bailar briago en algún bar, enfrentarse a su seco papá político-héroe-de-guerra, dejar un trabajo para iniciar otro que luego dejará y así una y otra vez, hasta que, ya casado con la encantadora bibliotecaria Laura (Elizabeth Banks), en plena caminata de sus cinco kilómetros diarios y cargando chica crudota, Bush hijo se desvanezca a un lado de su camino (¿a Damasco?) para re-nacer como fundamentalista cristiano. A partir de ese momento, “Dubya” dejará el trago, se irá a Washington a participar en la campaña presidencial de su padre y, después del triunfo paterno, se dedicará a administrar su equipo de beis (los Rangers de Texas), preparándose para cosas mayores.
En la segunda línea narrativa, Bush está ya instalado en la Casa Blanca. El escenario temporal son los meses posteriores al ataque del 11 de septiembre de 2001 y los preparativos para la invasión a Irak. En tortuosas juntas interminables, el equipo compacto bushista buscará todas las justificaciones morales, militares, económicas y geopolíticas para iniciar una invasión que ya estaba decidida de antemano. La única voz discordante, la del General Colin Powell (Jeffrey Wright), será poco a poco apagada por la de los halcones Dick Cheney (Richard Dreyfuss), Donald Rumsfeld (Scott Glenn) y Condoleeza Rice (Thandie Newton). Esta segunda parte finaliza cuando el fiasco iraquí es más que claro: no hay –nunca hubo- armas de destrucción masiva, las muertes de soldados americanos aumentan, los ataques terroristas en Irak se van extendiendo…
Después de que termina uno de revisar este filme de Stone –insólitamente sencillo y sobrio para los estándares del realizador de Pelotón (1986), Nacido el 4 de Julio (1989), JFK (1991) o Asesinos por Naturaleza (1994)- uno se pregunta: ¿para qué lo hizo? Stone se acercó a su odiado Presidente no con el ánimo de caricaturizarlo o ridiculizarlo, sino de entenderlo: de saber quién es, cuál es su origen y cuáles son sus motivaciones. Este evidente fair-play por parte de Stone –y del guión de Stanley Weiser, por supuesto- no deja de ser meritorio, pero el asunto es que, por lo menos ante la vista de esta película, “Dubya” no es un personaje tan interesante. Vamos: Bush hijo no es el brillante, tortuoso y torcido Nixon (Stone, 1995), el otro gran villano presidencial estadounidense, y eso se nota.
Por más que el guión de Weiser –y la correcta realización de Stone y la espléndida caracterización de Josh Brolin- nos indique que en la familia Bush anida un auténtico drama shakespeariano (Bush hijo se mete a la política para competir/opacar a su padre, “W” invade Irak para demostrarle a “H. W.” que él estuvo equivocado por no haber tumbado a Saddam), lo cierto es que ¡Hijo de… Bush! –un título ridículo pero pertinente de acuerdo con el discurso del filme- no funciona ni como ariete militante antibushista ni como absorbente análisis de la administración más nefasta que haya sufrido los Estados Unidos –y el resto del mundo- ¿en toda su historia?
Comentarios
Chin, sólo falta que en una de esas me aclaren que a Jiu Yakman no le salen picos de las manos, en realidad se los pegan con colaloca para hacerla de Guolverín.
El título en español de "W", ¡Hijo de... Bush!, es realmente ridículo pero, curiosamente, resulta adecuado para lo que plantea la cinta: Bush hijo quiso la presidencia e invadió Irak sólo porque era el rechazado hijo de su papá. Es decir, sólo porque deseaba superar a su padre. No digo que esta lectura pseudofreudiana sea cierta, pero es lo que plantea la cinta.
¿Crees que algún día salga el equivalente mexicano de W.? ¿Quién sería el presidente mas "atractivo" para hacer el drama (o de plano la tragicomedia)?
- "Sr. Presidente, acaban de matar a Colosio en Tijuana."
- "Acabrón, ¿ya son las cinco...?"
Política Ficción.
¿O sería mejor el género de la cinta?
Yo nunca escribí de audacia con respecto a esta cinta: me parece, y así lo dije, una película decepcionante. Sin embargo, yo no veo esa caricatura que mencionas. La actuación de Brolin, de hecho, está muy matizada: los manierismos, la mirada cruzada, el acento exageradamente tejano, fueron dejados de lado por la descripción de un pobre diablo emproblemado con su padre. (Y, por supuesto, creo que la historia de Bush es mucho más compleja que un trauma freudiano nunca resuelto).
Pero, bueno, otros han visto esa caricatura que tú señalas -Bonfil en su reseña de La Jornada de ayer- y otros hemos visto un intento más o menos logrado -Fernanda Solórzano en Letras Libres- o más o menos fallido -un servidor- de acercarse a entender a un tipo que, es evidente, Stone odia de verdad. Yo no odié la película: sólo me pareció una oportunidad perdida. En ese sentido, Nixon es mucho mejor filme. Pero, repito, creo que Nixon es un personaje, por sí, mucho más interesante.
Jo.
Primero... Porque de hacerlo, seguramente se tendría problemas con todos los gremios que se necesitan para producir una película en México (desde los actores, músicos, jaladores de cables y demás), y dichos problemas serían "misteriosos", sin ninguna razón aparente, pues.
Luego... Está la bronca con el IMCINE, también misteriosa (sólo porque toda la cultura y el arte debe ser soportado por el Estado), para darnos la lana, que se acepte el proyecto, que nos den fecha de distribución, respaldo. Lo que fuera.
Entonces saltaría la polémica de los medios. Que si de qué trata, de que si con quién se acuesta el director, productor, guionista, con quién se acostó... En qué momento... También muy misterioso.
Luego el IFE que nos querrá, instruido por los partidos políticos, poner una multa o de plano aplazar no sólo el estreno sino la pre-producción hasta tiempos no electorales...
Y ya sí pasamos todo eso, correremos otro riesgo: que un pseudopolítico, achichincle, político o consorte oficial o espuria vea la película y le salga la inspiración para hace "su velda'"... en libro, ya sea para contradecirnos o darnos la dizque razón. Ya ven que con Ahumada queda claro que ahora cualquier imbécil puede hacer un libro (y venderlo).
Jo.
Por eso no hay películas así.