En línea: Invisible
Uno los elementos positivos del nuevo mundo cinéfilo
en el que vivimos es que el consumidor tiene muchas más ventanas a las cuales
asomarse para ver cine –en pantallas más pequeñas, es cierto, pero es cine al
fin y al cabo- y, además, si es curioso, puede encontrar y revisar películas
que no podría ver en otras circunstancias.
Este
es el caso del cine latinoamericano que, ausente de las salas comerciales del
país, ha encontrado su vía de distribución a través de los servicios streaming, como es el caso de Invisible (Argentina-Francia, 2017), dirigido
por Pablo Giorgelli, filme presentado en Venecia 2017 y, desde hace unos días,
disponible en Netflix.
Estamos
ante el tardío segundo largometraje de Giorgelli, quien ganara la Cámara de Oro
en Cannes 2011 con su minimalista y encantadora opera prima Las acacias
(2011). Invisible puede ser
etiquetada igualmente como minimalista, aunque no creo que, por su temática ni
su ejecución, resulte muy encantadora que digamos.
La
protagonista es Ely (notable Mora Arenillas), una jovencita de 17 años que
estudia por las mañanas (o más bien, asiste a la escuela para poner cara de
aburrición, como toda adolescente que se respete) y que luego trabaja por las
tardes en una veterinaria. La muchacha descubre que está embarazada del hijo
casado de su patrón y, llegado el momento, el hombre –que, además, es bastante
mayor que ella- le propone abortar.
Lo
que vemos a lo largo de los apretados 87 minutos de duración de Invisible es el camino que sigue Ely
para tratar de abortar en un país en el que no solo está prohibido, sino que es
un delito que se castiga con varios años de cárcel. La invisibilidad del título
es obvia: Ely y su dilema no existe para el hombre que la embarazó, no para su
madre que está todo el día en cama y deprimida, no para el resto de la sociedad
que espera de esa muchacha que cargue con una responsabilidad para la que
claramente no está preparada.
El
guion escrito por el propio cineasta Giorgelli y María Laura Gargarella está
muy alejado del discurso militante a favor de la interrupción del embarazo y ni
se diga del jodidismo o miserabilismo tan común en cierto cine latinoamericano.
Giorgelli no juzga a su personaje central, sino que nos lo muestra en plena
acción: del conocimiento puede nacer la empatía.
La puesta en imágenes, con la cámara móvil de Diego
Poleri siempre siguiendo a la protagonista, es tan deudora del cine de los
hermanos Dardenne como la propia visión humanista de Girogello, quien nos deja
entrever la decisión final de Ely sin moralismos ni moralejas.
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Un saludo desde Argentina!