Sé lo que viste el fin de semana pasado/CCLXXXII



Avengers: Infinity War (Ídem, EU, 2018), de Anthony y Joe Russo. La más reciente entrega del Universo Cinematográfico de Marvel es una plasta de 150 minutos de duración que se salva, a ratos, por los contados momentos de buen humor, las bien montadas batallas y un desenlace dizque oscuro y desalentador. Un palomazo inocuo de excesivos 150 minutos de duración. Mi crítica in extenso acá. (*)

Un minuto de gloria (Slava, Bulgaria-Grecia, 2016), de Kristina Grozeva y Petar Valchanov. El nombre original en búlgaro del segundo largometraje de la pareja de cineasta formadas por Kristina Grozeva y Petar Valchanov (notable opera prima La lección/2014), "slava" significa, hasta donde entiendo, "gloria" y se refiere a la marca de un reloj soviético que es la posesión más preciada del protagonista, el tímido, honesto y tartamudo Tsanko Petrov (Stefan Denolyubov). El reloj de marras es la herencia que le dejó su padre al solitario Tsanko, quien vive en alguna granja de los suburbios, criando conejos.
Cierto día, al hacer su trabajo cotidiano de revisar las vías del tren, Tsanko se encuentra con uno, dos y luego tres billetes de 50 levs. Pasos más adelante encuentra un maletín abierto repletos de billetes: miles y miles de levs. Ya se sabe que cuando sucede esto en una película lo más sensato es alejarse inmediatamente y olvidarse que esa lana existe. Tsanko no comete el error de otros personajes -los de El plan (Raimi, 1998) o Sin lugar para los débiles (Hermanos Coen, 2007), por ejemplo- sino uno diferente: no se queda con el dinero, sino que avisa a las autoridades lo que ha encontrado. Esto resultará para Tsanko una auténtica pesadilla.
El guion, escrito por los propios cineastas en colaboración con Decho Taralezhkov, es un tanto obvio en sus paralelismos dramáticos: por un lado tenemos a un pobre diablo tartamudo que apenas puede comunicarse y cuya única "gloria" es el viejo reloj que le dio su padre; por el otro, tenemos a la eficaz funcionaria cuarentona Julia Staykova (Margita Gosheva, la profesora protagonista de La lección), la incansable encargada de relaciones públicas del Ministerio de Transporte a la que no le para la boca y que también tiene problemas con su reloj, pero biológico, porque está en pleno tratamiento de fertilidad.
La sátira sociopolítica de Grozeva y Valchanov toma vuelo ante el constante choque no solo de dos formas de vida, sino de dos concepciones del mundo: la del ingenuo ciudadano común y corriente que quiere hacer lo que es correcto y la del aparato burocrático -representado por la implacable Julia- que es capaz de aplastar a ese mismo ciudadano cuando ya no le resulta útil. El naturalismo de la puesta en imágenes -cinefotografía de Krum Rodriguez- transmite una brusca inmediatez que va provocando mayor molestia e irritación hasta que llegamos a un impecable final de guillotina, con toda y una sorpresiva doble vuelta de tuerca. (**)

Sacúdete las penas (México, 2018), de Andrés Ibáñez Díaz Infante. Una auténtica curiosidad: ubicada en los años 50, en pleno alemanismo, estamos ante una película urbana y musical, cual si se tratara de revivir el universo melodramático de El suavecito (Méndez, 1950). Lástima que la premisa sea lo más rescatable de esta opera prima. Mi crítica en la sección Primera Fila del Reforma del viernes pasado. 

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