El Lobo de Wall Street



Al inicio de El Lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, EU, 2013) hay un momento clave que se pierde en el maremagnum de carcajadas, gritos, aullidos y aplausos que ocurren un día sí y otro también en Stratton-Oakment, la compañía fundada por "el lobo de Wall Street" del título, nuestro cinicazo guía y narrador en off Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio, en otra gran actuación por la cual, ojalá me equivoque, no ganará el Oscar).
La escena en cuestión es la siguiente: después de que la cinta inicia con un desvergonzado informercial de la compañía Stratton-Oakment, con sus muy elegantes, correctos y profesionales corredores de bolsa, la voz en off de Jordan -permítanme decirle por su nombre: ¿a poco no le tienen confianza?- nos muestra cómo es en realidad el negocio que él fundó y quiénes son los trabajan en él. Estamos en una desatada orgía de voces/sudores/aullidos en la que los gritos opacan los insultos, los aplausos a los gemidos sexosos y la ingestión de coca no permite ver bien al enano que están lanzando como tiro al blanco. 
Jordan comanda a esta runfla de cavernícolas, a este Colegio de Animales (Landis, 1978), y les presenta, orgulloso, la locura de la semana: cierta asistente de sonrisa timidona ha accedido a raparse por completo frente a todo mundo con tal de recibir diez mil dólares de compensación. Nadie la está obligando, que quede claro. Ella ha aceptado gustosa. Además, necesita los billetes para una buena acción: ponerse implantes en los senos. 
Así pues, la mujer es rapada frente a esta horda de ululantes subhumanos, pero el shock del momento no dura más que unos cuantos segundo: ni Scorsese, ni la cámara de Rodrigo Prieto ni, mucho menos, los corredores de Stratton-Oakment le ponen ya demasiada atención a la susodicha mujer. Apenas la están rapando cuando Jordan anuncia la llegada de una banda musical, luego aparecen las strippers, atracito vienen los meseros con sus copas de champán, alguien se sube a una mesa... y, bueno, usted entiende: en este relajo, ¿a quién le importa que una mujer se esté dejando rapar? Luego volvemos a verla un instante, ya pelona, con sus billetotes en la mano. Tuvo sus cinco segundos de fama... y diez mil dólares de pago. A otra cosa, mariposa. 
Esta escena es clave para aprehender el tono del vigésimo-octavo largometraje scorsesiano. Apenas hay tiempo para divertirse/molestarse/asombrarse de un exceso cuando ya hay otro y otro más y otro más y otro más. Nuestro Virgilio particular no nos deja descansar un momento: se voltea a la cámara y confiesa, orgulloso, con una sonrisa radiante, digna de El Gran Gatsby (Luhrmann, 2013) que, bueno, lo que está haciendo "no es completamente legal". Por supuesto que no: lo que hace este tipo es seguir al pie de la letra, corregidos y aumentados, los invaluables consejos de su primer jefe, el hedonista de acento texano Mark Hannah (Matthew McCoughney, robándole la escena a DiCaprio), quien le da la receta clave para el éxito en Wall Street: quitarle el dinero a esos imbéciles llamados clientes, consumir harta cocaína, irse de putas todo el tiempo y... ah... sí, masturbarse por lo menos dos veces al día. No es por gusto, que quede claro: es por necesidad.
Sobre las cínicas memorias (dizque) exageradas del auténtico "Lobo de Wall Street" Jordan Belfort, adaptadas por el especialista en gángsters que odiamos amar Terence Winter (creador de Los Sopranos Boardwalk Empire), Scorsese ha creado acaso la cinta más desmadrada de su carrera. Si dudo en calificarla de obra maestra es por ese pulso narrativo digresivo, repetitivo y, a veces, hasta descuidado: voz en off que pierde el hilo de lo que está contando, un mismo discurso histérico de Jordan repetido una y otra vez para encender la codicia de sus decenas de achichincles timados/timadores, una edición suelta que no suda ni se acongoja aunque no encaje a la perfección la posición que ocupan los actores en el encuadre...
¿Dónde quedó la elegancia del director de La Edad de la Inocencia (1993), la maestría narrativa del realizador de Buenos Muchachos (1990), la contundencia visual del creador de Toro Salvaje (1980)? Sepa la bola: igual no importa, porque para acercarnos a Jordan Belfort y su aventuras/desventuras no necesitamos al Scorsese elegante sino al vugar, no a un maestro irreprochable en la puesta en imágenes sino a un cineasta juvenil, desfachatado, suelto, que no quiere perder el ritmo de lo que cuenta aunque a ratos se repita innecesariamente. Pero, ¿cómo reprocharle a Scorsese que Jordan repita un discurso si después de él, la cámara de Rodrigo Prieto vuela sobre la oficina de Stratton-Oakmont mientras Jimmy Castor se revienta en la banda sonora "Hey, Leroy, Your Mamma's Callin' You"? ¿Cómo reclamarle precisión a un cineasta que funde el inicio de "Madness" de One Step Beyond con los coros de "Hi Hop Hooray" de Naught by Nature nomás para hacer el corte a una nueva escena? ¿Cómo no sentir admiración por este venerable septuagenario que heréticamente, sin que venga a cuento, deja caer nomás porque sí burlescas referencias cinefílicas de adorados clásicos hollywoodenses (a El Mago de Oz/Fleming/1939, después que Jordan consume su primer pipa de crack), de malditos filmes de culto (Fenómenos/Browning/1932, cuando Jordan y sus impresentables compañeros se sueltan gritando "Uno de nosotros"), de intocables cintas infantiles (el baile de Jordan al estilo Umpa-Lumpa) o hasta de inolvidables personajes de tira cómica (Jordan inhalando cocaína cual Popeye con sus espinacas)?
Scorsese demuestra un vigor y una capacidad narrativa casi tiburonesca, como el propio Jordan Belfort: así como este detestable pero carismático trácala no se detiene un instante, tampoco lo hace la película. De hecho, en los pocos instantes en los que el filme pausa su flujo narrativo, la cinta se tambalea peligrosamente, como en ese escena en la que Jordan decide que no va a negociar con las autoridades ni va a renunciar a su compañía. Por un momento, al sentimentalizar a su inescrupuloso anti-héroe (le dio 25 mil dólares en lugar de 5 mil a una madre soltera: ay, no puede ser tan desalmado), al colocarlo casi vencido sobre las cuerdas, al ver como lo tiene acorralado el implacable pero resentido y pobrediablesco agente del FBI que lo persigue (Kyle Chandler), Scorsese y Winter demuestran que quieren demasiado a su monstruo. Por fortuna, la cinta se recupera de inmediato: pasado ese momento, volvemos al mismo Jordan de siempre, el que se preocupa no por la muerte de su adorada tía política sino por el lanón que puede perder porque la señora era su prestanombres, el (dizque) conquistador/mujeriego irresistible que tiene una despampanante mujer (Margot Robbie) a la que es incapaz de hacer el amor más de 11 segundos, el mismo ojete que siempre caerá parado porque después de denunciar a todos sus amigos/empleados, purgará mugres dos años de cárcel para luego convertirse en un cotizado gurú de ventas (o de personalidad o de felizología o de lo-que-sea), porque siempre sobrarán los ingenuos (¿o de plano los imbéciles?) -esos que al final asisten a su conferencia, bien sentaditos y atentos, como nosotros viendo la película- que quieran darle su dinero a tipos como él.
Un último apunte, inevitable: escribo esto horas antes de que anuncien las nominaciones al Oscar 2014, así que no sé si Leonardo DiCaprio ganará o no su cuarta nominación. No me extrañaría que lo ningunearan, aunque en este caso sí sería un escándalo. El Jordan Belfort de DiCaprio es su creación más físicamente desbordada: un atractivo Ricardo III que guiñándonos el ojo nos presume sus transas financieras, un Donald O'Connor que mueve imposiblemente su cuerpo al ritmo de "Pretty Thing" de Bo Diddley, un tintanesco fauno que se muerde el puño cuando le cuenta a su irascible papá (formidable Rob Reiner) sus andanzas sexuales y, last-but-not least, una versión pasada por Quaaludes de Jerry Lewis, cuando completamente intoxicado, en su fase "de parálisis cerebral", trata de llegar gateando a su Lamborghini. Una escena de 10 minutos de duración que debería de merecer un premio. No sé cuál: acaso no el Oscar a Mejor Actor. Pero sí el Oscar al Mejor Gateo en la Historia del Cine. 

Comentarios

Christian dijo…

"¡La maldita escuincla lo hace ver tan fácil!"

jo
Unknown dijo…
Gran retrato de las fuerzas financieras a cargo de la economía y su destrampe ante la indefensión de sus víctimas.
Dieron una exhibición de prueba ante los verdaderos wallstreetianos y dicen que aullaban de risa ante lo auténtico de verse ahí expuestos.
Travsam dijo…
De hecho Carlos, los corredores estaban felices de ver a alguien que, mas que un ratero fue todo un superheroe, los que la vieron con desagrado fueron los familiares de los socios de Belfort que no salieron tan bien librados e incluso cuestionaron por que no ilustraron las consecuencias de las maldades de Belfort..
Daesu dijo…
En la forma la cinta no me decepcionó. Sí en el fondo. No pasa de ser una cinta más de Marty, derivada de Buenos Muchachos (pero con glamour), Casino o hasta El Aviador. Y con Leonardo di Caprio me sigue pasando lo mismo: lo veo en los papeles que Marty le asigna y siempre pienso en uno o más actores que pudieron haber cumplido con cabalidad dicho cometido. Algo que no pasa con de Niro o Keitel o Pesci. La voz -que no la presencia- de di Caprio no tiene personalidad (habla como un mocoso). Brad Pitt hubiera sido el actor ideal para hacer el papel. Hace 15 años, claro.
Poeta: De hecho, leí por ahí que Pitt estuvo interesado en comprar los derechos para hacer la película. Se los ganó DiCaprio.
A mí me dejó de molestar hace rato DiCaprio. Creo que en Revolutionary Road está muy bien. Y antes, en Atrápame si Puedes (aunque, claro, aquí como chamaco).
En El Aviador nunca me terminó por convencer pero aquí, en The Wolf... es otra cosa. Sí es impresionante el manejo físico de su personaje.
En cuanto a que es otra cinta de Scorsese... Pues sí. Pero es una buena cinta de Scorsese. Creo.
Unknown dijo…
Es verdad que cae en los excesos y se te hace imposible que algo así realmente pase para ser una historia real. Pero es hollywood y le encanta despilfarrar en detalles así. No niego que DiCaprio ha crecido como actor mucho. Me asombra que este Thomas Middleditch de Silicon Valley, aunque en un personaje menor, bueno aún sigue siendo desconocido.
Antonio dijo…
La verdad es que yo odie la cinta hasta la muerte. ¿Donde quedo la critica social de Taxi Driver? Me parece una de sus peores peliculas. Vacia y hollywoodense, superficial. Pareciera que la unica intencion de la pelicula es hacer una apologia del crimen, del engaño y de la corrupcion, algo que me parece deplorable en una epoca como esta en especial, con crisis financieras por todo el mundo. Martin ni denuncia, ni critica, ni analiza... El filme parece una combinacion de pornografia casera y un capitulo de Cribs de MTV. Para mi gusto personal, no hay nada que rescatar de ella. Respecto a la apaologia del crimen: Secuencia de Leonardo DiCaprio jugando tenis en la carcel, siguiente escena, agente del FBI que lo atrapo viajando en el metro. Asi o mas claro. Triste ver a un director que hizo peliculas tan GRANDES, cayendo en esta farsa. Bueno, es lo que pienso yo de la pelicula.
Antonio: No veo apología del crimen. Digo, eso sucede en la vida real: que un policía honesto viaje en metro y que un malandro salga libre, pasa todos los días. Y el final es peor: el malandro, muy sonriente, dando pláticas a los incautos que se dejan porque el mismo sistema (¿o de plano ecosistema?) lo permite. Si El Lobo... es una apología del delito, entonces El Padrino también lo es. Y, al final de cuentas, cualquier cinta en la que un anti-héroe o malandrín no sale castigado. ¿Pides por una película aleccionadora? Ese tipo de cine ya existió en Hollywood -y sigue existiendo. De los años 30 a los 60, funcionó el Código Hays, la auto-censura hollywoodense que estipulaba que todo delincuente tenía que ser castigado, que el crimen no debe de pagar, que los coitos nomás hay que sugerirlos y que no se debe mostrar el consumo de drogas en pantalla. No era censura del gobierno, sino censura de las propias productoras de Hollwyood, pero censura al fin. No creo que eso le caiga bien al cine... ni a ningún arte, en realidad.
Antonio dijo…
Ernesto: Quizas escribi de manera muy iracunda jaja, pero no era mi intencion. Comparto totalmente tu opinion acerca de la censura, creeme que es lo ultimo que pediria, como bien lo dices, en cualquier expresion, no solo artistica. Sin embargo, me cuesta trabajo disfrutar una pelicula que se limite precisamente a eso que mencionas: poner algo que sucede todos los dias, que todos sabemos. Y tambien aclaro que para nada estoy a favor de un cine comercial, con finales complacientes y personajes de carton, que simplmente se fabrican alrededor de intereses financieros y con especifica direccion de supuesto "entretenimiento". Al contrario, me molesta que Scorcese no critique. Respecto a The Godfather, ¿No crees que las perdidas familiares (que son constantes en la trilogia, hasta llegar incluso a la propia hija de Pacino) son suficiente castigo? Y es que tal vez se confundio el sentido de mi comentario como una exigencia de justicia "institucional", cuando te aseguro que soy el primero en manifestar mi desagrado absoluto hacia ellas. Por ejemplo, una cinta que me parece lejos de ser aleccionadora: Los Olvidados de Buñuel. Que fuerte es como reflejo de realidad y tambien como critica directa de la sociedad. No solo, no es aleccionadora, sino que nos da a entender perfectamente la inexsistencia de esa "justicia divina". Yo no quiero que en todas las peliculas el "malo" pierda, para empezar por que hay una ambiguedad y subjetividad enorme acerca de lo que esta bien y lo que esta mal. Y es que el criminal pasandoselo bomba en la carcel y el poli honesto en el transporte publico (que ademas usamos todos) no es una queja del sistema, no es siquiera una insinuacion critica hacia el sistema judicial con el que muchos nos sentimos inconformes. No, solo tiene una extraña intencion de hacernos reir. ¿Por que pienso que es una apologia del crimen? Por que el criminal aparece engrandecido en pantalla, hasta el punto (y es solo mi creencia personal) de que es exagerado, poco creible dentro de su propia ficcion. Ademas, una cosa es que suceda todos los dias y otra muy diferente, es el lente con el que el director lo ilustra. Solo para terminar, ¿Que piensas que quizo decirnos el director cuando DiCaprio cuenta frente a sus discipulos la anecdota de su empleada que le pidio prestado 5 mil dolares para la colegiatura de sus hijos, o algo similar, y este no solo se los presta sino que le da 20? ¿No te parece un recurso un tanto ridiculo, el cual solo puede tener la intencion, de decir "Ven, el no es tan malo"?. Para terminar, no me agrado la pelicula, sostengo que parece una apologia del crimen, pero eso no significa que solo pueda ver filmes de Walt Disney, jaja. Pedir un cine censurado y moralista... ni hablar.

Punto a parte, me gusto mucho el blog, apenas lo descubri y creo que lo visitare con frecuencia.

Saludos :)
Antonio: En el caso de El padrino, me refiero a la que importa, la primera. Corleone no es castigado. Al contrario. En la segunda, el castigo es la soledad del poder. Es hasta la tercera, que fue un pegoste de un Coppola desesperado por lana, que Corleone es castigado... y eso lo hizo Coppola, lo dijo en una entrevista, porque "era hora de castigar a ese bastardo". Pero, vaya, la historia natural de El padrino no es, para nada, moralista. Uno identifica los vicios y virtudes de Michael (su inteligencia, su paciencia, su crueldad, su ansia de poder) y uno saca sus conclusiones.
En cuanto a la escena del metro que mencionas: a mí no me provocó risa. Es un comentario irónico, en todo caso, que se repite en la realidad todos los días (ya va a salir Elba rumbo a su casa en arresto domiciliario, por ejemplo). Pero, bueno, cada escena provoca en distintas personas distintas reacciones.
En lo referente al engrandecimiento del personaje: la cinta está basada en sus memorias y de forma bastante fiel. Ese tono cínico de la cinta proviene del libro, incluyendo los momentos escatológicos. A lo mejor Scorsese debió haber adaptado de otra manera la cinta... Pero, esa sería, en efecto, otra película que no quiso hacer Scorsese.
La última escena que mencionas, la de los 20 mil dólares, es lo más cercano, en efecto, a una suerte de apología del transa de Belford (y más, con la personalidad de DiCaprio atrás de ella) pero, bueno, también está en el libro autobiográfico de este tipo.
Ahora bien, dicho lo anterior, Antonio, lo cierto es que es completamente natural ver la misma película y aún así verla de manera diferente. Bienvenido al blog.

Entradas populares