El cine que no vimos/XXXVIII



Exhibido fugazmente en el FICUNAM 2011, Ojalá Hubiera Sabido (Hai shang chuan qi, China, 2010), noveno largometraje de Jia Zhang-ke (o Zhang-ke Jia, si se escribe su nombre al estilo occidental), es el primer filme oficial que ha dirigido el maestro de la Sexta Generación de Cineastas Chinos, sin duda el director fílmico más prestigiado de China en el circuito festivalero. Comisionado por las autoridades gubernamentales con el fin de que acompañara la Expo Shanghai 2010, Ojalá Hubiera Sabido ha sido visto por algunos como el beso del diablo para Jia, cuya mayoría de sus filmes no se han exhibido comercialmente dentro de China. Finalmente, han dicho algunos críticos, Jia ha entrado al redil, como antes lo hicieron Zhang Yimou, Tian Zhuangzhuang, Chen Kaige, los grandes cineastas de la Quinta Generación China.
A decir verdad, no estoy tan seguro que Jia haya vendido su alma por aceptar este trabajo -de hecho, la cinta no agradó del todo a las autoridades que la encargaron. Aunque es cierto que el documental no es políticamente crítico, los apuntes de las arbitrariedades de la re-educación comunista o las locuras del Gran Salto Hacia Adelante o de la Revolución Cultural se escuchan claramente a lo largo de las dos horas de duración de la cinta. También es cierto que hay otros personajes que no critican a la China de la época de Mao -en especial, la obrera textil Huang Baomei, que se convertiría en una importante pieza de propaganda fílmica en su tiempo-, pero esto sucede porque Jia no está realizando un filme político, sino la crónica de una ciudad -Shanghai- vista a través de los ojos de 16 personas de distinta extracción, distintas creencias, distintas fortunas. Así, las 16 lúcidas cabezas parlantes que vemos en pantalla pueden ser la hija de un gangster de los años 30 -quien terminó refugiándose en París cuando Shanghai cayó en manos de los comunistas en 1949-; la alegre hija de una concubina -nada menos que la veterana actriz Rebecca Pan, quien ha trabajado con Wong Kar-wai- que cuenta cómo ella y su mamá salieron de Shanghai para irse a viviir a Hong Kong; el mundialmente famoso cineasta taiwanés Hou Hsiao-hsien, quien relata cómo tuvo que estudiar el Shanghai de los años 30/40 para realizar uno de sus filmes; la ya mencionada Huang Baomei, que parece sentirse muy orgullosa del pasado comunista de su país; y algunos otros que no tuvieron la buena suerte de Huang Baomei y que vieron cómo su madre o su hermana eran dejados morir o eran enviados a la cárcel o eran re-educados en los pavorosos tiempos de la Revolución Cultural...
Podría parecer que el documental es soporífero: 16 individuos hablando en distintos lugares de Shanghai -o de Hong Kong o de Taiwán- sobre sí mismos, su pasado, su presente, todos ellos ligados de una u otra manera con la ciudad. No es así: el aburrimiento nunca llega. Por un lado, está la elección de los entrevistados y las historias que nos cuentan. Pero por el otro está el trabajo fotográfico de Yu Likwai -o Likwai Yu al estilo occidental-, quien logra hacer atractivo cada encuadre en el que aparece cada entrevistado. Más aún: mientras pasamos de una entrevista a otra, de una a otra confesión/remembranza, la cámara de Yu toma, como si flotara, la ciudad de Shanghai, sus calles, callejones, rascacielos, así como sus edificios derruidos, el río Suzhou, la bahía... Estos momentos genuinamente mágicos -por lo bello de la foto lograda por Yu, por la elegancia con la que se mueve la cámara- sirven, por un lado, para separar cada una de las secciones de la cinta pero, también, como una fascinante extrapolación visual de los recuerdos de los entrevistados. La aparición de la actriz habitual de Jia, Tao Zhao, como una especie de símbolo del espíritu de Shanghai, deambulando por la ciudad en los intersticios de las entrevistas, al inicio y al final, es menos afortunado: la metáfora es más que obvia, aunque la señorita Zhao será siempre bienvenida.
Un último apunte: Ojalá Hubiera Sabido sirve también como un oblicuo acercamiento al cine que se hacía en esa ciudad antes y después de la llegada de los comunistas al poder. Así, vemos fragmentos del clásico de Fei Mu -Mu Fei en Occidente-, Xiao cheng zhi chun (1948) -conocida en Occidente como Spring in a Small Town, vuelta a filmar en 2002 por Tian-, así como algunas cintas claves del recién fallecido maestro Xie Jin (Jin Xie en Occidente) y otros filmes propagandísticos del cine comunista. Esta es, por cierto, otra historia interesante que necesita de un apasionado acercamiento a la manera de un Martin Scorsese con el cine italiano: la rivalidad entre el cine "abierto", "occidentalizado" de Shanghai y el cine "cerrado", "propagandista", de Beijing. Esperemos que Jia -o alguien más- se anime a hacerlo. 

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