Morelia 2017: Competencia oficial/III



Siempre andamos caminando (México, 2017), documental mexicano en competencia y opera prima de la cineasta Dinazar Urbina Mata inicia de forma ominosa: una laaaarga secuencia de créditos de cerca de diez minutos de duración en donde acompañamos a un grupo de mujeres indígenas en la parte trasera de un camión de redilas. Uno teme que la película será de esas que no tienen estructura, que lo mismo pueden durar 40 minutos o tres horas y media. En ese momento, recordé a la siempre admirada cinecrítica Luz Alba cuando escribía aquello de "¡tijeras, tijeras!".
Por fortuna, pasado el prólogo, la cinta se recupera notablemente, tanto en la forma como en el fondo. El documental está centrado en tres mujeres indígenas oaxaqueñas chatinas que salieron de sus poblaciones serreñas natales para migrar, sea al interior -a las costas de Oaxaca-, sea al exterior -una de ellas estuvo en Estados Unidos. Las tres mujeres comparten frente a cámara -la mayoría de las veces en el estilo de Tatiana Huezo, es decir, con ellas en el encuadre pero con la voz confesional en off- sus experiencias amorosas, familiares, laborales, con una sinceridad que provoca empatía inmediata.
El título del filme proviene de una línea dicha por una de las mujeres: "nosotros siempre andamos caminando". En efecto, Juliana, Catalina y Alberta siempre están en movimiento; no pueden darse el lujo de vivir de otra manera. Más allá de los previsibles problemas compartidos -la violencia, la pobreza, la forzada migración- el documental termina mostrándonos a tres mujeres de carne y hueso, esperanzadas, dolidas, mal-habladas.
Otra película cuyos personajes siempre están en movimiento es Oso polar (México, 2017), tercer largometraje de Marcelo Tobar (filme anterior Asteroide/2014, de lo mejor del cine mexicano de ese año). 
Filmada por completo con varios iPhones y un Nokia viejito, estamos ante una suerte de road-movie urbana -la conversación entre dos personajes sobre la saga Mad Max no es gratuita- en la que tres antiguos amigos de la primaria se reúnen para ir a esa plaga que son las reuniones con los excompañeros de la escuela.
Escribí que los tres protagonistas son amigos pero, a decir verdad, no es así: en la medida que avanza la cinta, nos damos cuenta que Heri (impecable Humberto Bustos) fue maltratado todo el tiempo por los dos excompañeros que ha ido a recoger en el viejo y destartalado Ford 1982 de su mamá. Es decir, tanto Flor (Verónica Toussaint) como Trujillo (Cristian Magaloni) le hicieron la vida de cuadritos al siempre tranquilo, bien portado, tolerante y sonriente Heri, quien tiene su teléfono todo el tiempo prendido, pues le gusta "grabar cosas".
Es por esto que continuamente vemos las imágenes grabadas a través del iPhone de Heri -y en momentos claves accedemos a lo que tiene guardado en su celular, cuando trabajaba en el campo o era seminarista-, aunque me queda la sensación que el gimmick no está del todo justificado. Tampoco me convence el tremendismo del desenlace -que, por otro lado, ese sí está justificado dramáticamente- pero esto es problema mío, no de Tobar. Mientras son peras o son manzanas, Oso polar es lo mejor que he visto de la competencia oficial de ficción. 

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