Melanie: Apocalipsis zombie
Según cuenta Robert Graves (“Los mitos
griegos”, tomo I, pp.177-178, Alianza Editorial, 1985), Pandora fue mandada
hacer por Zeus para vengarse de Prometeo, que se había robado el fuego del
Olimpo para dárselo a los humanos. Esta mujer hecha de arcilla, “la más bella
jamás creada”, fue enviada como regalo a Epimeteo,
quien se casó con ella contra el consejo de su hermano Prometeo, castigado y torturado cruelmente
por Zeus.
Pandora
era tan “tonta, malévola y perezosa como bella, la primera de una larga casta
de mujeres como ella”. Por lo mismo, a pesar de que se le había advertido no
abrir cierta caja, la primera mujer según los griegos la abrió, liberando todos
los males que Prometeo había mantenido alejados de la humanidad: “la Vejez, la
Fatiga, la Enfermedad, la Locura, el Vicio y la Pasión”. Sin embargo, al fondo
de la caja se encontraba también “la Esperanza Engañosa” que disuadió a los
humanos “con sus mentiras de que cometieran un suicidio general”.
Este
celebérrimo y misógino mito del origen de todos los males de la humanidad
–primo hermano de su similar judío, con la curiosa y desobediente Eva como
protagonista- se cuenta, en versión un poco más positiva, al inicio de Melanie: Apocalipsis zombie (The Girl
of All the Gifts, GB-EU, 2016).
El escenario es un salón de clases, la maestra es
la empática profesora Helen Justineau (Gemma Atterton) y los pupilos son una
veintena de niños que asisten muy bien portaditos a la sesión. En realidad, no
les queda de otra: los chamacos están amarrados a una silla de ruedas, no
tienen movilidad en ninguna de sus extremidades y hasta su cabeza está sujeta a
la silla para evitar que puedan hacer algún movimiento brusco.
El
guion original de Mike Carey –y sí, es original, porque este guion y una novela
homónima fueron escritos simultáneamente- nos instala así, in media res, en una
situación sin precedentes. ¿Por qué los niños son tratados de esa manera? ¿Por
qué están prisioneros en una especia de cárcel militar? ¿Por qué los soldados
que los llevan y traen de sus celdas les apuntan con sus armas directamente a
la cabeza?
El
título en español le quita todo el misterio a estas primeras escenas: estamos
en un escenario post-apocalíptico, hay zombis por donde sea –aunque en
realidad, se trata más bien de “infectados” al estilo de Exterminio (Boyle, 2002) y no de los lentos zombis tradicionales de
los filmes del ya extrañado George A. Romero- y los niños están ahí porque una tal doctora
Caldwell (Glenn Close, cerebral y ñacañaquesca) está experimentando con ellos
para fabricar una vacuna.
Melanie
(extraordinaria Sennia Nanua), la niña protagonista del título en español –y
todos los demás chamacos en esa cárcel digna de Día de los muertos vivientes (Romero, 1985)- son una suerte de
mutantes zombis que adquirieron la infección directamente de sus madres, a
través del útero. Son, pues, una especie de “infectados de segunda generación”,
como dice en algún momento Caldwell. Son también, se entiende, la última
esperanza para salvar a la humanidad.
El
segundo largometraje dirigido por el prolífico realizador televisivo británico Colm
McCarthy sigue, en general, los convencionalismos del género con bastante
fidelidad. Es decir, el guion de Carey termina centrándose en un grupo de
sobrevivientes que van de un lugar a otro para cumplir con un objetivo, solo
que esta vez hay un zombi –o una niña medio-zombi- en el equipo. En el
aspecto formal, McCarthy se muestra, además, suficientemente capaz para montar
las varias escenas de acción y de horror gore que la fórmula exige.
Lo
que separa al filme del resto de reciclados zombis de nuestra época es, por un
lado, el espléndido reparto que rodea a la casi debutante Nanua y, por el
otro, la capciosa relación que tiene la historia de Carey con el mito griego ya
señalado. Melanie es, en efecto, una suerte de
nueva Pandora –aunque no es nada tonta ni perezosa- que puede que sea la
portadora de todos los males habidos y por haber pero, también, representa la última
esperanza de la humanidad. Aunque, ¿de qué humanidad estamos hablando?
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