Mujer Maravilla
Hay un momento clave, hacia la segunda parte de Mujer Maravilla (Wonder Woman, EU, 2017), apenas segundo largometraje de la habitual directora televisiva Patty Jenkins (lejana opera prima Monster: Asesina en serie/2004), en la que la Princesa Diana de Temiscira (todavía no “Mujer Maravilla”, porque nadie la llama así) emerge de una trinchera británica para desafiar las balas alemanas en el frente bélico de la Gran Guerra, en 1918.
La
mujer, plantosa como ella sola, camina lentamente hacia las balas, luego corre
entre ellas, después salta, se protege de los obuses con su escudo, desvía el
plomo con sus brazaletes y, con ese impresionante arrojo, inspira a las
temerosas fuerzas de la infantería británica que salen, atochadas, echando bala
detrás de esa diosa –o semidiosa… o, bueno, su nombre es Gal Gadot, mide 1.78 metros
y se ve muy bien vestida como Mujer Maravilla.
Esa
escena, la auténtica presentación de la Mujer Maravilla en cine –por más que ya
hubo un cameo de ella en la vilipendiada Batman
vs. Superman (Snyder, 2016)-, representa el ideal heroico del personaje
creado en 1941 por William Mourton Marston para DC Cómics: una súper-heroína
noble, desinteresada y dispuesta al sacrificio por una humanidad que, las más
de las veces, no la merece.
Dispuesta
a salir de la mítica isla de Temiscira para derrotar al maléfico dios de la
guerra, Ares, la amazona Diana acompaña al espía gringo Steve Trevor (Chris
Pine impecable) a Londres, en donde, apoyados por un parlamentario inglés
(David Thewlis, siempre bienvenido), buscan detener la liberación de un letal
gas venenoso en el frente europeo en los últimos meses de la Gran Guerra. Así
pues, Steve y su secretaria Diana Prince –personalidad secreta, lentes incluidos,
de la Mujer Maravilla-, acompañados por un trío de heroicos mercenarios (Saïd
Taghmaoui, Ewen Bremner y Eugene Brave Rock), tratarán de detener al malvado
general alemán Ludendorff (Danny Huston) y a su psicópata científica de
cabecera (Elena Anaya), aunque tras ellos se encuentra, por supuesto, el villano
primigenio: el susodicho Ares, que tiene algún asunto pendiente que arreglar
con Diana.
Como
sucedió con la cinta-presentación del héroe paralelo marveliano Thor (Brannagh,
2011), la parte más divertida de la cinta es cuando vemos a Diana cual pez
fuera del agua en nuestra sociedad, en concreto en ese Londres machista de 1918:
la diosa no sabe cómo encajar en ese sitio “tan feo”, no entiende cómo las
mujeres pueden salir vestidas con tanta ropa a la calle, reclama airada cuando
ve que los políticos/militares de esa época (y de cualquiera) son una runfla de
inútiles y se detiene a felicitar encarecidamente a un nevero por hacer una
nieve tan sabrosa.
El
problema es que una película como esta tiene poco espacio para la creatividad pues,
inevitablemente, tiene que cumplir con
una especie de lista de cotejo súper-heroica al estilo DC Cómics, a saber,
choros nolanianos interminables (especialmente, del villano, quien parece
querer matar a Diana no con sus poderes sino con su verbo), uso indiscriminado
del ralentí zacksneyderiano que mata
el sentido de toda buena coreografía de acción y, last but not least, el típico enfrentamiento final entre el villano
y la heroína (o, en este caso, entre el Dios malo y la Diosa buenota) en el que
se destruye todo alrededor, incluyendo cualquier sentido de emoción o sorpresa.
Al
final de cuentas, si el balance termina siendo más positivo que negativo, esto
se debe a las escenas londinenses ya descritas, al buen rapport romántico de Gadot y Pine, al sólido reparto secundario
–por más que Elena Anaya esté criminalmente desperdiciada- y a una idea
dramática no del todo desechable contenida en el guion de Allan Heinberg.
Me
refiero a que el arco dramático de Diana de Temiscira no se cierra cuando ella
decide convertirse en nuestra valiente defensora, sino cuando aprende a aceptar
lo que somos: seres falibles que podemos ser capaces de la mayor generosidad o
de la mayor vileza. No se trata de merecerla a ella: se trata de merecer la
humanidad que representamos.
Comentarios
Yo sigo viendo a esa Diana fria e inexpresiva, imposible la comparación con la carismática Linda de los 70´s, me atrevo a afirmar que lo resultado en pantalla viene de un gran trabajo coral, arroparon muy bien a la chava con un excelente cuadro secundario, yo hasta a Elena la veo precisa, como toda una científica psicópata, apocada y nunca en primer plano, siempre detrás de algo o de alguien, y no lo veo defectuoso, creo que va con el trazo de su personalidad.
A mi mas que molestarme el ralenti lo que me fastidió es la pelea final...puros rayotes por todos lados cegando e impidiendo encontrar mas defectitos.
2046
Lo que más me gustó fue el cameo de Snyder y el de Stan Lee.
Así que fui y la disfruté bastante, sin embargo, no puedo dejar de señalar lo que ya todo mundo dijo: el exceso de ralenti, el exceso de choro infumable, el exceso de azul en la paleta de colores y oscuridad en la puesta en escena, los efectos especiales que por momentos parecen sacados de cualquier seriesucha de segunda categoría de la tele (como Smallville por ejemplo) y last but not least, la HORRÉPITA batalla final, hicieron que casi se me arruinara la experiencia, así que, ¿qué hizo que la disfrutara bastante? Esos gags sexuales de doble sentido ("¿y dejas que esa cosita tan pequeña te diga qué hacer?"), el innegable rapport entre Pine y Gadot y finalmente la misma Gadot, quien, vale comentar, tampoco es como que sea una actriz de un rango muy amplio, pero es que, es como dicen en cierta escena por ahí en la película: "ok, ya tiene lentes, te parece que por eso deja de ser la mujer más hermosa que jamás has visto?", es decir, luce tan hermosa sea con traje victoriano inglés o sea con el traje de la mujer maravilla que uno no puede más que poner cara de Mia Farrow en La Rosa Púrpura del Cairo, y pues, ¿no es eso a lo vamos al cine?
PD: los que veíamos la saga de Rápidos y Pelones desde hace años, ya sabíamos de la existencia de esta semi-diosa israelí llamada Gal Gadot. Ya ven, por eso hay que ver de todo :P
Saludos
Christian: Yo vi Rápidos y Homoeróticos hasta la quinta, pero no recuerdo a la Gadot. Será porque estaba doblado de la risa viendo el duelo de tetas entre Vin Diesel y la Roca.
Champy: Esas peleas finales en las películas de súper-héroes son una monsergas. Deberían de eliminarlas.