DOCSDF 2013/II



Somos Viento (México, 2013), realizado, editado, postproducido y animado por un grupo llamado Kolektivo Kolibrí, tiene todos los defectos del cine militante y muy pocas de sus virtudes. 
El documental -que apenas es poco más que un cortometraje, pues dura 36 minutos- nos muestra el conflicto que está sucediendo en este momento en varias comunidades oaxaqueñas del Istmo de Tehuantepec, en concreto las que viven de la pesca alrededor de los médanos del Istmo: San Dionisio del Mar, San Mateo, Álvaro Obregón y otras más.
En concreto, las comunidades indígenas bini'za e ikoots se oponen al proyecto de un gran Parque Eólico que tiene planeado construir 132 aerogeneradores para producir, los 365 días del año, cerca de 400 megawatts con el fin de dotar de energía eléctrica a medio millón de hogares. Como se trata de energía (aparentemente) verde, el rechazo violento de esas comunidades parece retrógrada, absurda, irracional. Sin embargo, los indígenas tienen sus razones: ellos viven en comunidades pesqueras en las que la construcción de esos aerogeneradores -y el zumbido que provocan- ahuyentarán, dicen, a los peces. También las múltiples cabezas parlantes hablan de corrupción de las autoridades, compra de los habitantes (que por una lancha, que por una camioneta), sin faltar las amenazas de muerte. Es imposible poner en duda todo lo anterior -ya sabemos cómo se las gasta el capitalismo global-, pero el Kolektivo Kolibrí confía demasiado en la pureza de esas comunidades y de sus usos y costumbres.
En algún momento, de hecho, se afirma que los partidos políticos y sus divisiones llegaron a pervertir a los indígenas y a sus leyes basadas en usos y costumbres. Sin embargo, basta revisar algunos casos de esos idealizados usos y costumbres -la discriminación política hacia la mujer en el mismo estado de Oaxaca, para no ir tan lejos- como para recordar que no necesariamente esos pueblos indígenas -solamente por ser pueblos indígenas- tienen siempre la razón.
El argumento que suena más sólido es el que cuestiona la realidad de la energía eólica supuestamente verde. Según los realizadores de Somos Viento, las compañías que producen este tipo de "energía verde" -en este caso, Mareña Renovables- ganan luego la posibilidad de contaminar sin ser penalizados. Es decir, por cada megawatt de energía eólica producida ganan cierta cantidad de "puntos" que les permite contaminar a discreción. Si esto es cierto, la opción por la energía verde no es más que una hipocresía de los gobiernos y las corporaciones y como tal debe ser denunciado.
El Kolektivo Kolibrí tiene clara su indignación, más claro aún el bando en el que está, pero la realización del filme es muy elemental y su visión acrítica e idílica de los pueblos y sus luchas me han provocado una enorme desconfianza. Vamos, no es que confíe más en un capitalista desalmado, pero soy demasiado escéptico para comprar un discurso tan maniqueo y facilón como el que se construye en este mediometraje.
Mucho más cercano y emotivo -aunque el tema no sea ninguna novedad- resulta De Cometas y Fronteras (México-EU-España, 2013), mediometraje de la española radicada en Nueva York Yolanda Pidival.
Estamos en Tijuana, prácticamente en la línea. La cámara de la cineasta y ¿su hermana? Carmen sigue a cuatro personajes/personas que viven en la más dura realidad fronteriza pero que no renuncian a sus sueños. Edie Escobar tiene 15 años, es un experimentado "pollero" y, también, un exitoso criador de gallos de pelea. Entre su peligrosa labor de sacarle la vuelta a la migra y su arriesgada inversión de comprar, criar y llevar a pelear a su gallo giro, mantiene a su mamá y a su papá, enfermo de diabetes.
Carmela tiene 9 años y, junto con su agotado papá cuarentón y su hermanito pequeño, se llevan en el basurero, juntando fierro viejo, cobre o cualquier cosa que tenga valor. A lo largo de la cinta Carmela cumple con la tarea escolar de escribir un cuento sobre su vida, la frontera y Estados Unidos. Voltea al cielo en donde vuela su papalote y descubre que allá arriba, por fortuna, no hay fronteras.
Los hermanos Jorge y Jaime, de 11 y 10 años de edad, no solo sueñan con ser luchadores profesionales: ya lo son, de alguna manera. Después de salir de la escuela, toman una esquina, se ponen unas máscaras hechizas por su mamá y se avientan unas manchincuepas mientras el semáforo está en rojo. Para ellos, es trabajo: con esa lana comen ellos y sus papás.
Las condiciones de vida retratadas en el documental de Pidival son duras pero más dura es la reciedumbre de estos chamacos que se quejan poco, reclaman menos y, aún así, tienen tiempo de jugar y soñar en la posibilidad de una vida mejor. Hay pocos reproches que hacerle a este documental que retrata con sencillez estas difíciles formas de vida en la frontera norte. No hay idealizaciones, pero tampoco chantajes ni miserabilismos. 


Somos Viento se exhibe hoy en Jaima Parque España a las 18:15 horas.

De Cometas y Fronteras se exhibe hoy en Cinemex Plaza Insurgentes a las 21:45 horas.


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