Sé lo que viste el fin de semana pasado/CCXLVI



El cuento de las comadrejas (Argentina-España, 2019), de Juan José Campanella. El regreso de Campanella al cine con actores de carne y hueso después de una década -cuando ganó el Oscar a Mejor Cinta en Idioma Extranjero por El secreto de sus ojos (2009)- es el remake de una cinta argentina setentera de culto. Mi crítica, acá.

Lxs chicxs salvajes (Les garcons sauvages, Francia, 2017), de Bertrand Mandico. Veo alrededor de 400 películas al año -entre los estrenos comerciales y cintas de otros tiempos que he visto por vez primera- y, cuando mucho, entre toda esta cantidad de filmes, debo confesar que no termino de ver cuando mucho una docena. No es mal promedio de bateo, a fe mía: quiero pensar que se trata de una muestra de disciplina profesional -después de todo, los críticos de cine DEBEMOS ver cine- pero, también, se trata de un cuidados proceso de selección previa. Es decir, trato de ver cine que, de antemano, le puede resultar interesante a mis lectores -especialmente a los 95 suscritos a mi blog de Patreon- y, por supuesto, a mí. Así me ahorro la pérdida de tiempo.
Pero no siempre funciona. Como ya dice, en el año dejo de ver -apagando la televisión o saliendo de la sala de cine- una docena de veces. Una de ellas, en este 2019, fue al ver Lxs chicxs salvajes, opera prima de Bertrand Mandico, una suerte de relectura pansexual de El señor de las moscas, presentada a concurso en Venecia 2017 -en donde se fue con las manos vacías- y considerada por la revista Cahiers de Cinéma como una de las diez mejores películas de 2018.
Estamos en Francia, a inicios del siglo pasado. Cinco chamacos (interpretados en realidad por cinco muchachas) son enviados por sus propias familias a ser re-educados por un rudo capitán holandés, después de que el quinteto de fichitas violaron y mataron a su maestra de inglés. El tal capitán, un hombrón barbado que presume todo el tiempo de su fortaleza física y sexual, los lleva a una isla en la que todo lo que les roda es exótico o, mejor dicho, erótico: de los árboles salen frutos que chorrean semen, flores abren su vulva para ser penetradas por los muchachos y los mismos jovencitos empiezan a espiar sin demasiado pudor el enorme pene tatuado del susodicho capitán.
Más o menos en este momento apagué el screener de Festival Scope -me refiero a las escenas pansexuales ya descritas de la chamacada-, pues me encontraba mortalmente aburrido por tanta indulgencia tan desprovista de humor como de auténtica subversión. Me pareció que estaba viendo, de hecho, alguna versión sexosa de un guion no filmado de Guy Maddin -que, por cierto, tampoco es santo de mi devoción.
En todo caso, mi renuncia a terminar de ver la opera prima de Mandico no tiene que ver con la película sino conmigo: el aburrimiento es una de las reacciones más auténticamente subjetivas que tenemos los seres humanos y estoy seguro que la cinta aparecerá en el top-10 de lo mejor del año de muchos de mis colegas. Usted véala completa y luego me dice.



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