Sé lo que viste el fin de semana pasado/CCXXXV



Nosotros (Us, EU, 2019), de Jordan Peele. El segundo largometraje de Peele es una sólida entrada en una temprana obra concentrada en el horror y la fantasía. Mi crítica acá.

Ni en sueños (Long Shot, EU, 2019), de Jonathan Levine. Una fantasía política disfrazada de comedia romántica (¿o es al revés?) que funciona, las más de las veces, por la química y el contraste de sus dos protagonistas, Charlize Theron y Seth Rogen. Espero escribir de esta cinta en los próximos días en el blog de Patreon, por acá.

Hombres al agua (Le Grand Bain, Francia-Bélgica, 2018), de Gilles Lellouche. Nominada a diez César de la Academia francesa de cine -solo ganó uno, el de Philippe Katerine, a mejor actor secundario- Hombres al agua es un amable melodrama social masculino -al estilo de la mucho mejor The Full Monty: Todo o nada (Cattaneo, 1997)- sobre un grupo de hombres de mediana edad fracasados/desplazados/desempleados que recuperan el sentido de su vida formando un equipo de nado sincronizado. El reparto es muy sólido, la selección musical disfrutable y el resultado es tan convencional como habría de esperarse.

En los 90 (Mid90's, EU, 2018), de Jonah Hill. La opera prima del actor doblemente nominado al Oscar es una suerte de melodrama de crecimiento juvenil oblicuamente autobiográfico, pues está ubicado en una época y en un lugar en el que pasó la adolescencia el actor convertido en cineasta. Mi crítica, aquí.

Nadie sabrá nunca (México, 2018), de Jesús Torres Torres. En algún punto del México rural en los años 70, la aún joven madre Lucía (Adriana Paz), con marido normal -o sea, típicamente machista- ty dos hijos aún pequeños, sueña con salir de ese lugar para irse a vivir a la gran ciudad en donde se encuentra su hermana. El hijo mayor de Lucía, Braulio (Luciano Martínez) vive también encerrado en su propio mundo de fantasías, alimentado por las películas de "caballitos" que ve, a retazos, en la tienda de la esquina.
Estamos ante un atractivo pastiche cinéfilo visto en Guadalajara 2018 que me habría gustado que fuera más logrado, más contundente. De todas formas, tanto en su impecable puesta en imágenes (fotografía del infalible Alejandro Cantú, alternando entre el color y el blanco y negro, y dejando caer por aquí y por allá claves visuales fordianas), como en su planteamiento argumental, entre el comentario cinéfilo (al chili-western nacional, al clásico Shane, el desconocido/Stevens/1953) y la crítica social -ese México rural estancado en una época indefinida que es siempre la misma-, se trata de una muy meritoria opera prima, aunque el ejercicio de estilo valga más por sus partes que por el todo. Habrá que seguirle la pista al debutante Torres Torres.

Locura al aire (Urugay, 2018), de Alicia Cano y Leticia Cuba. Valioso documental ubicado en el Hospital Psiquiátrico Vilardebó, fundado en Montevideo en 1880. La cinta está centrada en un grupo de pacientes e internos que, desde 1997, mantienen funcionando una estación de radio independiente y con antena propia, Radio Vilardevoz, en donde hablan de sus sueños, sus pesadillas, sus deseos, sus triunfos, sus fracasos.
El objetivo de las cineastas Cano y Cuba no es solo retratar la conmovedora resistencia cotidiana de este grupo de "loquitos" -y son "loquitos" porque, por supuesto, son pobres; los ricos no pierden la razón: solo tienen algún colapso, sufren de estrés o son atendidos en sanatorios-, sino en entregarnos la emotiva crónica de un triunfo colectivo: su alegre viaje a México, a un encuentro internacional de radios "locas", manejadas por los propios pacientes pacientes psiquiátricos. Un meritorio documental realizado con empatía y que demanda exactamente lo mismo de su público.

Witkin & Witkin: un fotógrafo y un pintor (México, 2017), de Trisha Ziff. Como en sus anteriores cintas -las muy superiores La maleta mexicana (2013) y El hombre que vio demasiado (2015)- Ziff centra su atención en el arte, los artistas y los que lo rodean, en este caso en los Witkin del título, los gemelos Joel Peter y Jerome, el primero un reputado y provocador fotógrafo "amante de los no amados"; el segundo, un talentoso pintor y académico.
Ziff nos muestra la obra de los hermanos -unidos desde el vientre materno y en la más tierna infancia, pero luego separados y distantes en más de un sentido-, su vida familiar, sus admiradores, sus modelos y coleccionistas, además de los elementos temáticos subterráneos que unen la obra de uno con la del otro.


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