Shin Godzilla
Hacia la mitad de Shin
Godzilla (Shin Gojira, Japón, 2016), trigésima-primera película japonesa del
inmortal monstruo de origen radioactivo, uno ya ha visto como el “Dios
encarnado” “Gojira” le ha pasado por encima a buena parte de la ciudad de Tokio
ante la estupefacción de la clase política japonesa que, por supuesto, ya ha
preparado las armas, los aviones, los misiles, para detenerlo. En ese momento
uno se acuerda de un detalle fundamental: ¿y por qué este nuevo Godzilla no
echa fuego, como solía hacerlo? En ese instante, como si hubiera estado
esperando nuestra pregunta, el monstruo de marras no solo incendia todo lo que
tiene a su alrededor sino que después echa hartos rayos radiactivos por su lomo
y hasta por la cola.
Se
trata de una escena particularmente inspirada en esta película dirigida a
cuatro manos por Hideki Anno (responsable de la teleserie Neon Genesis Evangelion y varias versiones cinematográficas) y
Shinji Higuchi (especialista en cine de género en Japón), acaso el mejor
momento de todo el filme, por lo menos en cuanto a Godzilla se refiere. Dan
ganas de levantarse del asiento a aplaudir.
Los
directores Anno y Higuchi no gastan mucho tiempo en el planteamiento: la
película inicia con algo que parece una erupción volcánica subterránea en la
bahía de Tokio. A los cinco minutos vemos que del mar sale una cola enorme y
antes de que lleguemos a los diez minutos Godzilla ya está chiroteando en Tokio, destruyendo todo a su paso. Estos primeros minutos son especialmente
divertidos: el guion escrito por el codirector Anno se ríe de la franca ineptitud de
los políticos nipones –deberían de ver a los nuestros- que no aciertan a hacer
otra cosa que tener reuniones en el despacho del primer ministro, en la sala de
juntas, de vuelta a la oficina del primero ministro y así sucesivamente, sin
tomar una sola decisión trascendente.
Sin
embargo, no todo está perdido: el joven y comprometido burócrata Rando Yaguchi
(Hiroki Hasegawa) y la enviada de origen japonés del gobierno estadounidense,
Miss Patterson (Satomi Ishihara), harán equipo –junto a un grupo de “nerds” y
desplazados- para detener al monstruo sin destruir a Japón –y al planeta
entero- de pasada.
Es
curioso atestiguar la mirada benigna que tiene el filme sobre las instituciones
y los políticos de su propio país: si bien es cierto que al inicio se muestra
con filoso sarcasmo su pasmo y su falta de iniciativa, también es cierto que
posteriormente se muestra cómo todos ellos tratan de hacer todo lo que está en
sus manos para salvar a Japón. Puede que los políticos nipones sean torpes,
pero no son malvados, corruptos o cobardes. De hecho, la cinta le apuesta a una
nueva generación de gobernantes como Yaguchi, ese joven y talentoso burócrata
que no teme decir lo que piensa.
Otro
elemento curioso del filme: su orgulloso discurso nacionalista y la relación de
colaboración y, al mismo tiempo, desconfianza con Estados Unidos, representados por la guapa Miss
Paterson, nieta de una japonesa que sobrevivió al ataque nuclear en la Segunda
Guerra Mundial. El Japón de Shin
Godzilla es, pues, un país seguro de sí mismo –lo cual, por cierto, no sé
si sea una buena señal.
Por
lo demás, Godzilla sigue siendo el Godzilla de siempre: surge de la estupidez
humana –en este caso, de la contaminación de las aguas del Pacífico por
desechos nucleares- y no puede ser destruido sino, cuando mucho, congelado. Es
decir, quedó listo para volver a dar lata cuando la casa Toho lo necesite.
Comentarios
jo
Están geniales las referencias a neón génesis evangelion, sólo los verdaderos fans podrán apreciarlas. Salvo la necesaria perorata burocrática y política, la cual le aporta cierta dosis de comedia y realismo, es es por mucho el mejor Godzilla que he visto, a momentos me remitió a mi niñez y recordé que me daba miedito. Gran película, infaltable, de colección.