Horizonte profundo
Al inicio de Horizonte
profundo (Deepwater Horizon, EU, 2016), octavo largometraje del actor
secundario convertido en competente cineasta Peter Berg (buen filme bélico El sobreviviente/2013), una niñita de
diez años ensaya frente a su papá, el ingeniero de mantenimiento Mike Williams
(Mark Wahlberg), la exposición que ella presentará en su escuela sobre la
chamba que él hace en cierta plataforma petrolera de exploración que se
encuentra en algún lugar del Golfo de México.
La
plataforma en cuestión es la Deepwater Horizon del título original y en abril
de 2010 fue el sitio en donde ocurrió el más grande desastre petrolero
–ecológico, económico, en vidas humanas- en la historia de Estados Unidos, pues
provocó la muerte de 11 trabajadores y el derrame de millones de barriles de
petróleo a lo largo de casi tres meses.
Horizonte profundo nos presenta la
crónica del día en el que ocurrió del desastre, las razones del mismo –básicamente por
irresponsabilidad de los ejecutivos de la compañía, la poderosa Brittish
Petroleum- y el dantesco espectáculo de fuego, agua, sangre y lodo que ocurrió
cuando la plataforma entera estalló.
La
escena inicial antes descrita, la de la niña explicando el trabajo que se hace
en una plataforma de exploración –que no explotación- es clave porque, por
supuesto, ese momento está destinado al público en general que no sabe nada –no
sabemos, dijo el otro- de cómo funciona ese negocio.
De
hecho, durante la primera parte de la película, Berg y su argumentista Mathew
Sand se concentran en profundizar en esa explicación infantil. Todos los
personajes –el ingeniero en mantenimiento Mike, el correoso gerente Mr. Jimmy
(Kurt Russell), el malélovo ejecutivo Vidrine (John Malkovich), el encargado de
la cabina de perforación Jason (Ethan Suplee)- se encargan de discutir que si
la presión es segura, que si la lectura que dan los aparatos es correcta, que
si hay o no lodo como señal de que es posible iniciar la operación, que si el
presupuesto de mantenimiento es el adecuado, etcétera… No presumiré que entendí
todo lo que discuten pero los actores lo hacen con tal convencimiento que es
imposible no prestar atención.
Además, como la fórmula del cine de desastres lo obliga, mientras los personajes discuten en
la plataforma flotante sobre todos los tecnicismos habidos y por haber, la
cámara del ecuatoriano hollywoodizado Enrique Chediak nos muestra lo que está
sucediendo en las profundidades del Golfo de México, con el petróleo, el gas,
el lodo, a punto de estallar. El suspenso funciona a la perfección: el
espectador sabe que el desastre es inminente y contiene el aliento hasta que el
infierno inicia. Y cuando realmente inicia, el espectáculo es de verdad aterrador.
Berg
tiene otro as bajo su manga: la sólida presencia de Mark Wahlberg, que se ha
especializado en una clase de personaje típicamente americano. Me refiero al
profesional intachable, íntegro y de ingenio veloz que pierde la paciencia
cuando escucha pretextos absurdos o cuando tiene que obedecer a jefes que no
tienen la mínima honestidad y/o capacidad requeridas.
Para muestra, un botón: la enumeración que hace
Wahlberg de los problemas de mantenimiento que tiene la plataforma frente a un
impávido John Malkovich es una joya de ritmo actoral. Pero ya no es sorpresa:
Wahlberg se ha ido convirtiendo en una de las presencias claves –como actor,
pero también como productor- del Hollywood contemporáneo. Nada mal para quien cimentó
inicialmente su fama enseñando el trasero.
Comentarios