Érase una Vez Yo, Verónica



Exhibida hace más de un año en la 55 Muestra Internacional de Cine, ha vuelto a la Cineteca Nacional Érase una Vez Yo, Verónica (Era Uma Vez Eu, Verônica, Brasil-Francia, 2012), tercer largometraje de Marcelo Gomes (espléndida opera prima Cine, Aspirinas y Buitres/2005, El Hombre de las Multitudes/2013 codirigida con Cao Guimaraes, ambas cintas inéditas comercialmente en México).
La Verónica del título (Hermila Guedes) es una joven doctora que acaba de empezar a trabajar en un hospital psiquiátrico público aunque su chamba no parece ofrecerle demasiadas satisfacciones. Tampoco la relación que tiene con su amable novio Gustavo (Joao Miguel), con quien hace el amor, aunque no está dispuesta a comprometerse más allá de eso. De hecho, vemos cómo la muchacha se entrega sexualmente a completos extraños con un abandono digno de mejor causa. La única persona a la que le interesa Verónica es su avejentado padre (W. J. Solha, el casateniente de Sonidos Vecinos/Mendonca Filho/2011), que desearía ver a su hija feliz en un mejor trabajo y feliz con un novio o, mejor aún, con un marido. Es decir, feliz con su vida.
De hecho, la relación padre-hija es la única que parece tener sentido en todo el filme. De alguna manera, la preocupación del padre por la hija y la devoción de la hija por el papá nos remiten, inevitablemente, a las últimas películas de Ozu, como Una Tarde de Otoño (1962), en la que un viejo padre viudo busca que su hija no sacrifique su juventud por él.
Gomes  no está interesado, por supuesto, en este tipo de melodramas sino en transmitir una suerte de ennui existencial. La vida no parece tener demasiado sentido para esta mujer que si no tiene todo, bien podría tenerlo. El problema es que no está interesada.
Es cierto, la opacidad narrativa domina en la forma en la que se suceden los acontecimientos, pero Gomes nos ofrece, en contraste, una puesta en imágenes rica en sensualidad visual y sonora gracias a la foto de Mauro Pinheiro y el diseño sonoro de Waldir Xavier. 

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