Una Pareja + Tonta
Una Pareja de Idiotas (Hermanos Farrelly, 1994) es una cinta
muy importante para mí. Aclaro: no creo que sea una película importante en sí
misma. Es más: ni siquiera se trata del mejor filme de los hermanos Farrelly,
quienes harían sus mejores obras inmediatamente después de aquella cinta, que fue
su opera prima. Me refiero a Locos por
el Juego (1996), Loco por Mary
(1998), Irene, Yo… y Mi Otro Yo
(2000) y Amor Ciego (2001).
Durante esos años, de fines de los 90 a inicios del nuevo siglo, no hubo mejores hacedores de
comedia en Hollywood que los Farrelly: cada una de esas cuatro cintas combinan
de forma eficaz un slapstick
desbordado con la clásica comedia de costumbres y un irreprochable buen corazón
nunca ñoño ni políticamente correcto. Por desgracia, todo por servir se acaba y
desde Amor Ciego los Farrelly no han
levantado vuelo, por más que algunas de sus cintas posteriores –como Pegado a Ti (2003) o Amor en Juego (2005)- aguanten el
palomazo del fin de semana.
Por eso, después de tantos años de andar de capa
caída, los Farrelly optaron por un movimiento desesperado: volver a sus
disparejos –pero exitosos- orígenes y realizar la tardía secuela de Una Pareja de Idiotas, es decir Una Pareja + Tonta (Dumb and Dumber To,
2014), con sus dos estrellas protagónicas: Jim Carrey y Jeff Daniels.
Por los números de la taquilla gringa del pasado fin de semana, la apelación a la nostalgia dio resultado y los Farrelly han logrado
el triunfo económico que se les había negado desde hace una década. Por
desgracia, los resultados, en cuanto a la calidad de la comedia se refiere, no
son tan halagüeños.
Ya la película original, Una Pareja de Idiotas, era una mediocre slapstick-comedy que, a
excepción de algún inspiradísimo e hilarante gag –la muerte de cierto rarísimo búho,
el último de su especie, provocada por una burrada de los dos protagonistas-,
no podía presumir más allá de la notable interpretación física de Carrey y el
impresionante rapport cómico entre él
y Daniels.
Una Pareja + Tonta es
más de lo mismo. Los amigos del alma Lloyd (Carrey) y Harry (Daniels) vuelven a
la carretera, ahora para buscar a la hija del segundo, pues la madre de la
muchacha (cateadísima Kathleen Turner, riéndose de sí misma) la dio en adopción
20 años atrás. Harry necesita a su hija pues es la única que puede donarle un
riñón, ya que está en peligro de muerte.
Los gags escatológicos más asquerosos (hay una
escena en la que los dos comen su respectiva caca) se combinan con el slapstick más burdo (la escena inicial
en la que Harry le quita el catéter a Lloyd) y con la comicidad más elemental
pero efectiva (los dos imbéciles buscan una dirección y terminan en el mismo
lugar de donde salieron). Eso sí, los esforzados Carrey y Daniels se lucen de
tal manera –el primero tiene una escena formidable comiéndose un hot-dog- que
uno termina lamentando que los Farrelly no hayan escrito algo con más sustancia
para el mejor lucimiento de sus dos actores.
Pero al inicio apunté que Una Pareja de Idiotas fue una cinta importante para mí. Me refiero
a que fue importante porque gracias a ella me di cuenta de una regla básica de
la crítica de cine que he tratado de seguir desde entonces, no siempre con mucho éxito, debo confesar. Me explico: cuando reseñé esa
película hace 20 años, anoté todos los defectos de ella
y terminé con una frase que iba más o menos así: “¿Una Pareja de Idiotas? No: en el cine vi a muchos más riéndose a
carcajadas”.
Al día siguiente, un lector, de forma muy
comedida, me escribió un correo electrónico. Sí, estaba bien que fuera duro con
esa comedia particularmente mediocre, pero ¿por qué tenía que insultar al público llamándole
idiota? El lector tenía toda la razón. Uno puede y debe escribir sobre lo que ve en la
pantalla, pero insultar a la gente que paga su boleto era y es inaceptable.
Por lo mismo, desde entonces he evitado -no siempre con éxito- usar
adjetivos que dicen más de quien los escribe que de la película (“cinta
apantallapendejos”, “filme solo apto para ignorantes”), por más que ese tipo de
definiciones siguen siendo muy populares entre críticos y comentaristas de
cine.
Ahora sí, una última confesión: ahora que vi Una Pareja + Tonta debo aceptar que
reí, en un par de veces. Como un auténtico idiota.
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