Revisión del western/I
La Pasión de los Fuertes (My Darling Clementine, EU, 1946), realizada por John Ford inmediatamente después de terminar sus encargos de guerra asignados por el gobierno estadounidense, es considerada, canónicamente, si no como el mejor western en la historia del cine -aunque podría ser nombrado así, la verdad- sí es la película del oeste que mejor plantea uno de los temás centrales del género: el choque entre la civilización y la barbarie.
Wyatt Earp (Henry Fonda en uno de los varios papeles de su vida), exalguacil de Dodge City, pasa por Tombstone, Arizona, acompañado por sus hermanos Morgan (Ward Bond), Virgil (Tim Holt) y el jovencito James (Don Garner), a quien manos desconocidas asesinan por la espalda en una torrencial noche lluviosa. Decididos a vengar la muerte de su hermano menor y, de pasada, a poner un poco de orden el pueblo, Wyatt y sus hermanos aceptan convertirse en los alguaciles de Tombstone, dominado por la siniestra familia de los Clanton. Otro reto a la autoridad del siempre tranquilo Wyat Earp es el atormentado pistolero tuberculoso John "Doc" Hollyday (Victor Mature, muy en su papel), un médico de Boston que ha huido de la civilización para hundirse en el alcohol, el juego y la barbarie.
Aunque podría parecer que todo lo anterior es un mero excipiente para el duelo final en el que Wyatt Earp y "Doc" Hollyday se enfrentan a los Clanton en el O. K. Corral (¿cuántas versiones hay de esa mítica balacera?: yo diría que por lo menos una decena), la realidad es que esa secuencia, perfectamente ejecutada y genuinamente emocionante, termina resultando algo menor frente a la cuidadosa representación que hace Ford de esa sociedad naciente en el oeste americano. Una sociedad pionera no exenta de contradicciones, pero con un infatigable deseo de construir algo nuevo. Lo escribió en su momento Robin Wood: una escena que, para los estándares contemporáneos, estaría de más -la "inauguración" de la torre de la iglesia del pueblo, con el clásico himno "Shall We Gather at the River?" y regocijante baile popular incluido- es, en realidad, el centro moral de la película. La comunidad de Tombstone afirma su deseo de vivir en paz y feliz: podrán faltarles instituciones y autoridades -no hay todavía predicador en el pueblo- pero les sobra sentido común y alegría, ejemplificado en el animador de la pachanga ("He leído la Biblia de principio a fin y no me he topado con una sola palabra en contra del baile, así que ¡a bailar!").
Desde el principio, queda claro lo que se entiende por el grado mínimo de civilización aceptable: por ejemplo, que alguien pueda afeitarse tranquilamente. Wyatt Earp echa del pueblo en dos patadas -literalmente- a un indio borracho ("¿Quién le vende alcohol a un indio?", dice indignado Earp en un diálogo transparentemente racista), pues el escándalo provocado por el susodicho indio evitó que el barbero lo rasurara. Poco después, Earp lanza al abrevadero a la prostituta mexicana Chihuahua (Linda Darnell) no por su condición, su trabajo o su raza, sino porque ha ayudado a que le hagan trampas en el póker ("Ciertamente es dificil tener un pacífico juego de cartas en este pueblo"). Más tarde, enfrenta con pinzas, tacto e inteligencia a "Doc" Hollyday, dueño de la cantina del pueblo: le aguanta alguna bravuconería, pero no le permite que ponga en duda su autoridad. Y, en una de las mejores y más divertidas secuencias del filme, accede a que una turba haga justicia con su propia mano, dándole una "paseadita" por el pueblo a cierto empresario vividor, aunque luego encuentra una solución más civilizada y aceptable: ir por el borrachales actor shakespeariano (Alan Mowbray) que, por no presentarse a su espectáculo, ha causado todo el alboroto.
Henry Fonda interpreta no sólo al mejor Wyatt Earp en la historia del cine sino al arquetipo más puro del hombre decente a la Ford: íntegro y pragmático, dispuesto a evitar el derramamiento de sangre y a buscar la mejor salida posible, pero nunca un cobarde; un auténtico hombre de "frontera" que, sin embargo, no le hace el feo a rasurarse, peinarse bien, ajustarse un Stetson y pasearse elegantemente por las calles del pueblo. Es claro que se siente más seguro encima de un caballo y arriando reses, pero también aprende rápido a ser civilizado, como se muestra en la ya mencionada secuela del baile, cuando saca a bailar a la encantadora Clementine (Cathy Downs), que se da cuenta, divertida, de su caballerosa timidez.
Ford dirige con una economía de medios memorable -la secuencia en la que Wyatt encuentra el cadáver de James está resuelto en cinco tomas consecutivas que nos van acercando al cuerpo yerto del muchacho; cuando se encuentran Earp y los Clanton, la estatura moral de cada uno de ellos se resuelve por el manejo del encuadre- y la fotografía en espacios abiertos de Joseph MacDonald nos presenta un Oeste mítico que apenas le hace justicia al caballero andante Wyatt Earp que, al final, le dice a su "querida Clementine" que, quizá, pase de nuevo por ahí en algún momento. No le dice que lo espere, pero sabemos que ella esperará.
La Pasión de los Fuertes se exhibe hoy en la Cineteca Nacional a las 19 horas en el ciclo "Revisión del western".
Comentarios
Chin, casi casi hubiéramos sido nosotros: a'i tenemos hasta nuevo edificio del senado; buenísimos pa' la pachanga... pero el sentido común.... el chinche sentido común.
Y un Wyatt Earp, por supuesto.
Toda proporción guardada (no he visto una ni otra), similar a lo que comentas, de que pareciera que toda la película es un excipiente para esa mítica balacera en el O.K. Corral.
Mi muy humilde reseña...
http://w-cinema.blogspot.com/2008/03/my-darling-clementine-1946.html
Saludos!
J. Luis: Exacto. Se deja domesticar. El "civiliza" a Tombstone, pero la gente de Tombstone lo "civiliza" a él. Y, bueno, con esa muchacha por un lado, ¿quién no se civiliza?
Antes que el agente doble cero.
Excelente película.
y aun así es una de las mejores películas que he visto en mi vida!
La escena cuando se encuentran Doniphon y Valance por primera vez es de una fuerza y una tensión majestuosas. Me voló la cabeza esa cinta.
y ya no sé porque estaba diciendo eso, pero bueno, la pregunta que quería hacerte Ernesto
Con cual te quedas:
Clementine, Valance o Searchers?
o mejor aún, como ordenarías esas tres en tu canón Fordiano personal?
No pues no me acuerdo Joel, pero te prometo que cuando la vuelva a ver me voy a fijar.
¿Por cierto, cual es tu western favorito Joel?
Tyler: Voy a hacer trampa: Clementine para el western clásico, Liberty Valance para el western revisionista y Searchers para el western del anti-héroe. ¡Quiobo!
Con Alan Ladd, Shane.
Con Jimmy Stewart, Liberty Valance (que por cierto en Español se suma a la lista de los peores títulos: si fuera Star Wars, se llamaría "¡Darth Vader es el papá de Luke!".
Con Gary Cooper, High Noon.
Con John Wayne, Liberty Valance. Con John Wayne tuerto, True Grit.
Con Clint Eastwood, Unforgiven.
Y con Terence Hill, al menos una de las de Trinity (no me acuerdo del nombre porque las ví en matiné, de niño y esas siempre serán las mejores, a poco no - es más: nunca disfruté tanto las de vaqueros como todas las italianas que ví en matiné, de niño - las otras las he visto en los últimos... veinticinco años).
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Ernesto, a propósito, ¿va a haber algún spaghetti western en esta serie sobre películas de vaqueros? (Supongo que El Bueno, El Malo y El Feo...)
jjajaja
Sublime cinta.
Tyler: De hecho, Ford decía que lo mejor de su cine eran los momentos cómicos. Yo agregaría las fiestas y bailes: siempre quieres estar en una pachanga fílmica de Ford.