Ambulante 2010/V


Hacia el desenlace de The Cove (EU, 2009), las aguas de una alejada bahía en las costas del pueblito japonés de Taiji están enrojecidas por completo. Acaba de suceder una masacre y nosotros la hemos atestiguado. Es un momento de auténtico horror que es difícil borrar de la memoria. Más aún cuando las razones para la susodicha masacre son francamente estúpidas. Pero qué remedio: la estupidez es una característica, ay, tan común en la especie humana.

Exhibida con el nombre de La Bahía en Ambulante 2010 y nominada al Oscar 2010 como Mejor Largometraje Documental, The Cove, opera prima del fotógrafo y conservacionista marítimo Louie Psihoyos es un tercio de bien informada cinta documental, otro tercio de emocionante thriller de acción y otro tercio de efectiva pieza de agit-prop político-ecológica.

En el centro de esta espléndida película se encuentra Ric O’Barry, un intenso hombre de sesenta-y-tantos años que carga una culpa tan grande que desde hace tres décadas lucha por su propia redención. O’Barry fue, para acabar pronto, el hacedor tras bambalinas de la celebérrima teleserie Flipper (1964-1967): el hombre no sólo entrenó a las cinco delfines hembra que interpretaron en su momento al heroico mamífero marino, sino que incluso él mismo las capturó. El éxito de la serie televisiva fue tan grande que disparó el interés en esos pequeños cetáceos a tal grado que se creó una industria de la captura de esos carismáticos animales: el precio de un delfín que se parezca a Flipper puede llegar a los 150 mil dólares, nos informa el narrador de la cinta que es el mismo director Psihoyos.

Sin embargo, la convivencia con esos dientones animales le enseñó a O’Barry que seres acuáticos como Cathy (el nombre de su “Flipper” preferida) no sólo son muy inteligentes sino que, incluso, llegan a tener un cierto grado de conciencia de sí mismos. Por supuesto, el espectador más escéptico puede muy bien desechar estos alegatos -¿de verdad Cathy se suicidó por estrés y depresión, como asegura O’Barry?- y afirmar que no hay por qué hacer tanto escándalo si se captura a estos animales para diversión humana. Después de todo, ¿no tenemos también zoológicos en todas las ciudades del mundo?

Volvamos a las aguas rojas de sangre de Taiji. En ese poblado nipón, cada septiembre, llegan a sus aguas miles de delfines. Los pescadores atraen a la costa los más que pueden, acorralándolos sonoramente. Allí están esperando entrenadores de delfines de todo el mundo que eligen a los animales “más bonitos” para ser llevados a los delfinarios más exclusivos –tipo Sea World- o, ya de perdis, por lo menos al acuario de Mazatlán. Pero, ¿qué sucede con todos los demás delfines que no son elegidos? Uno creería que los sueltan: después de todo, la carne de delfín es considerada de segunda, no es muy popular ingerir a "Flipper" y cuando mucho se le puede sacar 600 dólares a un delfín muerto en comparación con los 150 mil que puede valer un delfín vivo.

Pero ya se imaginará usted lo que sucede. Cuando nadie los ve, los pescadores llevan a los delfines no elegidos a una bahía oculta de todas las miradas y sacrifican por igual a todos los animales, adultos y bebés, machos y hembras. Los pescadores, las autoridades, el pueblo entero lo niegan: además, no hay evidencias de que eso suceda. Sólo existen las paranoicas acusaciones de un anciano que afirma que los delfines tienen conciencia.

Es aquí, en la última parte, cuando el thriller aparece. Con el fin de conseguir imágenes de esa matanza que nadie ha visto, O’Barry reúne a un verdadero grupo tipo Ocean’s Eleven, menos Clooney y Pitt: una pareja de buzos, un amante del peligro, un fotógrafo y conservacionista marítimo (el propio cineasta Psihoyos), un experto en maquetas que ha trabajado para George Lucas, y todo el equipo se da a la tarea, en un par de misiones nocturnas y seguido muy de cerca por los pescadores y la policía local, de colocar varias cámaras escondidas entre la maleza o disfrazadas como rocas. Las imágenes grabadas y atestiguadas al día siguiente son peores que cualquier descripción que yo pueda escribir.

La pregunta es: ¿por qué? ¿Qué caso tiene matar animales que casi nadie come y cuya carne es considerada de baja calidad? ¿Qué sentido tiene esa crueldad? La respuesta es tortuosa: por un lado, esa carne sí se vende, efectivamente, pero disfrazada como carne de ballena, a la que se le puede ganar un poco más. Pero la razón tampoco es necesariamente esta: el asunto parece ser única y exclusivamente por orgullo nacional, por afirmación cultural, por mera y simple terquedad. Por estupidez, vaya: ¿por qué los occidentales nos tienen que venir a decir a nosotros, los pescadores de Taiji, que no debemos matar delfines?

Cuando se le ofrece a los pescadores que se les pagará el mismo dinero que ganan para evitar que maten a los delfines no vendidos, se niegan a hacerlo: ellos matan a esos animales porque es su costumbre, porque sí, porque pueden hacerlo. El respeto a la cultura como coartada para cualquier tipo de abuso.

O’Barry ha terminado por provocar algún cambio, según se puede leer al final del filme: muchos de los funcionarios que muestra en la cinta han sido destituidos, la carne de delfín –que además está contaminada de mercurio- ha salido de los desayunos escolares de Taiji y, aparentemente, desde el estreno de esta cinta, la matanza de esos animales se ha detenido en Taiji. Los han de matar en otro lado.


The Cove se exhibe hoy en Cinépolis Diana a las 21:30 y mañana a las 19:30 horas.

Comentarios

optimistic dijo…
no m-a-m-a-s-t-e...

jos de su p...

no sé si cuando ande ambulante por estos lares, vea esta película. Con tu descripción creo que me basta para saber que, si lo hago, sería una de esas películas que me prometo no volver a ver en mi vida...

(referencia para hacer más claro mi comentario:la tumba de las luciénagas)
Joel Meza dijo…
El Japón profundo, supongo...
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Optimistic, yo tampoco sé si la veré, pero no puedo dejar de objetar tu referencia a La Tumba de las Luciérnagas. Es la película antibélica más humana y bella que he visto.
Salud.
optimistic dijo…
no ps nomás no aclaré ni madre, ja

La tumba... es bellísima, pero es tan, tan taaaaaaan triste... :(

tal vez el recuerdo q se me quedó grabado de la película sea aún mas fuerte de lo que resulta en si, pero, prefiero no arriesgarme...

en la vida, la vuelvo a ver
Joel Meza dijo…
Optimistic, la historia es desgarradora, pero creo que no se puede comparar con The Cove (al menos por lo que sé de ella, por la descripción de Ernesto o la de Ebert, que leí hace algunas semanas). Cierto, ambas muestran el resultado de la estupidez humana, pero tratan de temas muy distintos. La Tumba de las Luciérnagas, finalmente, enaltece el espíritu humano.
optimistic dijo…
ahhh en lo último si, todita la razón.


Agsh, algo me dice que terminare quitandome la espinita...

vuelvo al post tras el paso de ambulante

=P
Joel Meza dijo…
Mi tarea aquí está terminada...
Anónimo dijo…
Y si, uno comienza a retorcerse en el asiento cuando se da cuenta que la conclusión de la pelicula sera la documentación de la matanza y de plano a meterse debajo del asiento cuando esta sucediendo. Increible el documental
leo

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