Revisando a Melville/II
En su reseña de Les Enfants Terribles (Francia, 1950), el crítico español Quim Casas (Nosferatu, no. 13, p.83) asegura que el segundo largometraje de Jean-Pierre Melville se mueve entre lo sublime y lo ridículo. Por supuesto, Casas piensa que la cinta está más inclinada hacia lo sublime. Yo, hacia lo ridículo.
Acaso la única película no rescatable del casi infalible Melville, Les Enfants Terribles está basada en la novela homónima del también cineasta -y poeta- Jean Cocteau quien, entusiasmado por la opera prima de Melville, Le Silence de la Mer (1947), había contactado con el joven cineasta para proponerle la realización de su libro, centrado en la relación enfermiza, semi-incestuosa, de dos hermanos adolescentes, Elisabeth (Nicole Stéphane) y Paul (Edouard Dermithe) quien, después de la muerte de su madre, se crían prácticamente solos, apenas acompañados por otra pareja de muchachos, Gérard (Jacques Bernard), enamorado de Elisabeth, y Agathe (Renée Cosima), enamorada de Paul.
Todavía se discute si Cocteau colaboró algo más que en la narración en off de la cinta, además de participar en la adaptación y en la escritura de los diálogos. Lo cierto es que Melville es el único que firma como director, además de ser su propio productor y ser responsable de la dirección artística. En todo caso, se sabe que Cocteau impuso a su favorito Dermithe como protagonista y que estuvo presente en todo momento en la filmación, a tal grado que algunos anotan como co-director al creador de La Bella y la Bestia (1946).
La película hace aguas desde la elección del casting: se supone que estamos ante las vicisitudes de un par de adolescentes, pero los actores son en realidad unos jóvenes adultos -y, en el caso de Dermithe, ni siquiera parece tan joven. Es cierto, la historia de estos dos amantes malditos/fraternos que han construido un mundo a su alrededor y que destruyen todo lo que tocan, no deja de ser interesante, pero los diálogos son muchas veces ridículos y las acciones que llevan a cabo los personajes son absurdos. Sí, entiendo: Elisabeth y Paul son sólo un par muchachitos ridículos y absurdos, pero los actores no les hacen justicia a sus personajes. No hay locura de amor: hay simple tontería. También hay, eso sí, un manejo extraordinario del encuadre en espacios cerrados -cámara del infaltable Henri Decaë-, con todo y un evocativo uso de los espejos, uno de los elementos visuales clásicos de Melville.
Puede ser que el equivocado sea yo con respecto a mi juicio de esta cinta. Ahora que lo pienso, esta trama enfermiza/amorosa/incestuosa ha sido refriteada en varias ocasiones y en todos los casos la película respectiva no me ha convencido. No lo hizo Los Soñadores (Bertolucci, 2003), con todo y su cinefilia; ni tampoco lo hizo el reciente ejercicio mexicano Quemar las Naves (Franco, 2007). El del problema soy yo, sin duda.
Acaso la única película no rescatable del casi infalible Melville, Les Enfants Terribles está basada en la novela homónima del también cineasta -y poeta- Jean Cocteau quien, entusiasmado por la opera prima de Melville, Le Silence de la Mer (1947), había contactado con el joven cineasta para proponerle la realización de su libro, centrado en la relación enfermiza, semi-incestuosa, de dos hermanos adolescentes, Elisabeth (Nicole Stéphane) y Paul (Edouard Dermithe) quien, después de la muerte de su madre, se crían prácticamente solos, apenas acompañados por otra pareja de muchachos, Gérard (Jacques Bernard), enamorado de Elisabeth, y Agathe (Renée Cosima), enamorada de Paul.
Todavía se discute si Cocteau colaboró algo más que en la narración en off de la cinta, además de participar en la adaptación y en la escritura de los diálogos. Lo cierto es que Melville es el único que firma como director, además de ser su propio productor y ser responsable de la dirección artística. En todo caso, se sabe que Cocteau impuso a su favorito Dermithe como protagonista y que estuvo presente en todo momento en la filmación, a tal grado que algunos anotan como co-director al creador de La Bella y la Bestia (1946).
La película hace aguas desde la elección del casting: se supone que estamos ante las vicisitudes de un par de adolescentes, pero los actores son en realidad unos jóvenes adultos -y, en el caso de Dermithe, ni siquiera parece tan joven. Es cierto, la historia de estos dos amantes malditos/fraternos que han construido un mundo a su alrededor y que destruyen todo lo que tocan, no deja de ser interesante, pero los diálogos son muchas veces ridículos y las acciones que llevan a cabo los personajes son absurdos. Sí, entiendo: Elisabeth y Paul son sólo un par muchachitos ridículos y absurdos, pero los actores no les hacen justicia a sus personajes. No hay locura de amor: hay simple tontería. También hay, eso sí, un manejo extraordinario del encuadre en espacios cerrados -cámara del infaltable Henri Decaë-, con todo y un evocativo uso de los espejos, uno de los elementos visuales clásicos de Melville.
Puede ser que el equivocado sea yo con respecto a mi juicio de esta cinta. Ahora que lo pienso, esta trama enfermiza/amorosa/incestuosa ha sido refriteada en varias ocasiones y en todos los casos la película respectiva no me ha convencido. No lo hizo Los Soñadores (Bertolucci, 2003), con todo y su cinefilia; ni tampoco lo hizo el reciente ejercicio mexicano Quemar las Naves (Franco, 2007). El del problema soy yo, sin duda.
Comentarios
Odio escribir en un iphone.
Se le borra la tinta.
Bienvenido a los nuevos tiempos!
Saludos
Pd, lo que sí sigo odiando es poner la contraseña, es un relajo
Pero para el caso, me acabo de recetar un New York a las brasas con una ensalada de nopales y tostadas de maíz, con un vino tinto que preparé en mi viaje de diciembre a Santo Tomás. Todo en casita. Y luego me siento en mi escritorio a leer un poco y escribo este mensaje. Como debe ser. Qué aberraciones son esas de escribir en el celular.
A mí me gustó una buena parte de Quemar las Naves. No todo. No he visto Los Soñadores. Pero puedo ver un poco de Eva Green en Casino Royale al rato. Ajúa. (Debe ser mi vino hablando.)
En estos momentos Joel me recordó a Hammy la ardillita de Vecinos Invasores...
En este vacío, debo confesar que a mí me gustó la película. Es cierto, por momentos los personajes parecen "tontitos-loquitos" y los adolescentes no parecen tan adolescentes (¿se supone que el interés amoroso andrógino del hermano también es una adolescente?), pero en mi percepción los buenos momentos superan a los malos: la dirección me pareció brillante, la relación entre hermanos es creíble y la narración supera momentos de obviedad para darle cierto dinasmismo a la historia.
Saludos,
Jorge
película cuya secuencia final -la cual incluye a la ardilla de marras- es brillante.
Esperamos "la siguiente".
Tyler, ¿esa secuencia donde la ardilla se toma una soda y ponen todo desde su punto de vista? Sí, tal vez lo mejor de la película. Pero yo estaba tomando vino...
lo brillante es que en vez de poner una escena toda acelerada y donde nadie entendiera nada, lo ponen todo tranquilo y sin prisas
y se supone que al ardilla va tan rapido que podemos ver como los rayos laser van mas lentos que ella jajajaja
en otras palabras, va mas rapido que la velocidad de la luz, pero todo lo vemos muy claramente jajajaja
me encanta
y por otro lado, pues habrás tomado vino pero escribiste mucho y muy variado, por eso me acordé de Hammy
además de que justo en ese momento estaban pasando esa película en el Fox Channel
jo
ps, perdón por el desvarío de tema Ernesto. prometo ver una película de Melville en castigo.
bueno, una bebida energética