Sé lo que viste el fin de semana pasado/CCXLII
Sushi a la mexicana (East Side Sushi, EU, 2014), de Anthony Lucero. Juana (la actriz mexicana Diana Elizabeth Torres, en su primer papel protagónico) es una madre soltera hispana que vive en el este de Oakland del título original con su hijita en edad escolar y su viejo papá viudo. La mujer, que apenas sobrevive vendiendo fruta en la calle y limpiando un gimnasio, entra a chambear como ayudante de cocina en un restaurante japonés. Llegado el momento, como en cualquier melodrama femenino clásico, tendrá que demostrar su competencia, en este caso, que puede ser una
buena cocinera de sushi, con todo y que se supone que una mujer no puede serlo
–las mujeres tienen las manos demasiado calientes y el perfume que usan echa a
perder la comida, le dice alguien- y menos si esa mujer es latina y no
japonesa. Es decir, Juana tiene dos prejuicios que vencer: por ser mujer y por
ser descendiente de mexicanos.
Como cineasta y guionista, el
debutante Lucero es discreto, pero funcional. La película es todo lo
convencional que se quiera –cuando Juana entra, hacia el final, a un concurso regional de
“Campeones de sushi”, es obvio cómo va a terminar todo-, pero está bien realizada. Acaso no sea mucho, pero sí lo suficiente como para pasar
un inocuo buen rato. (* 1/2)
3 corazones (3 coeurs, Francia-Alemania-Bélgica, 2014), de Benoît Jacquot. Un aburrido tipo cualquiera se queda en un pueblito francés al perder su tren que lo llevaría a París y ahí, en ese pueblo, conoce a una mujer de la que se enamora a primera vista pero, valga la redundancia, luego la pierde de vista. Al regresar a buscarla, el tipo, sin saberlo, se enamora esta vez de la hermana de su primera enamorada. Ya sabrá luego el dramón pasional/existencial que sigue.
El veterano Jacquot se beneficia enormemente de un reparto espléndido -Benoît Poelvoorde, Charlotte Gainsbourgh, Chiara Mastroianni y Catherine Deneuve como la madre de las dos hermanas- y de la música ad-hoc de Bruno Coulais, además que él mismo demuestra, nuevamente, su competencia para trascender el planteamiento más convencional posible, como este drama con triángulo amoroso incluido. Mi crítica en el Primera Fila de Reforma del viernes pasado. (** 1/2)
Mandarinas (Mandarrind, Estonia-Georgina, 2013), de Zaza Urudshadze. Georgia, a inicios de los años 90. En plena guerra civil, un anciano estonio que se ha quedado tercamente en su casa a cuidar sus árboles de mandarinas, oculta y protege a un soldado herido del bando contrario. Un drama bélico humanista, bien realizado y aún mejor actuado que obtuvo la nominación al Oscar 2015 a Mejor Película en Idioma Extranjero. Cine de papá, dirían los venerados y venerables cahieristas, pero este es el mejor cine de papá posible. (**)
El engaño del siglo (The program, GB-Francia, 2015), de Stephen Frears. El vigésimo segundo largometraje para cine -porque también otros muchos hechos para televisión- del gran veterano británico Stephen Frears está centrado en el famoso ciclista Lance Armstrong, célebre al principio por haber ganado siete Tour de Francia de manera consecutiva, pero más célebre después por haberse descubierto que sus triunfos se debieron a que siguió a pie juntillas el "programa" del título original: es decir, doparse concienzudamente con la hormona eritropoyetina, mejor conocida como EPO.
Basada en el libro escrito por el periodista David Walsh (interpretado aquí por Chris O'Dowd), quien empezó a investigar el dopaje en el demandante ciclismo de ruta, El engaño del siglo cubre básicamente el mismo terreno del buen documental La mentira de Armstrong (Gibney, 2013), solo que con menos escenas de ciclismo -para los que no nos emociona tanto ese deporte- y con el plus de la actuación de Ben Foster, tan repelente como fascinante. El Armstrong de Foster es la compulsión ambulante: por vencer, por dominar, por mentir. Tal vez por haber capturado tan bien al monstruo de Armstrong, Foster fue ninguneado en la repartición de premios del año pasado. (**)
Comentarios
Joel: También por eso.