Excentricidades de una Joven Rubia




La Cineteca Nacional ha programado este fin de semana un pequeño homenaje al recién fallecido Manoel de Oliveira y este miniciclo de tres filmes, presentados al aire libre, inicia hoy con la encantadora Excentricidades de una Joven Rubia (Singularidades de uma rapariga loura, Portugal-Francia-España-Alemania, 2009).
El título de la película se refiere a la excentricidad de cierta joven rubia, pero lo cierto es que el excéntrico es el propio señor de Oliveira, pues dirigió una encantadora curiosidad fílmica basada en un relato del escritor realista portugués José María Eca de Queirós (1845-1900), mejor conocido en México por la adaptación que Vicente Leñero escribió y Carlos Carrera dirigió de una de sus novelas más conocidas, El Crimen del Padre Amaro (Carrera, 2002).
En el Portugal del día de hoy, en un moderno tren rumbo a la zona turística sureña del Algarve, el joven melancólico Macario (Ricardo Trêpa, nieto del cineasta) le cuenta sin más ni más su historia a una guapa señora que es su compañera de viaje (Leonor Silveira, habitual actriz de don Manoel). Macario fue enviado por su severo tío Don Francisco (Diogo Dória) a la paradisíaca zona del Agarve después de haber sufrido una terrible decepción que, uno adivina, tiene que ser amorosa.
Poco a poco, en funcionales escenas retrospectivas, vemos cómo el pobretón contable Macario se enamora de Luïsa (Catallina Wallenstein, muy guapa), la joven rubia del título, a quien atisba jugando con su abanico en el balcón de su casa. Muy pronto, encontrará la manera de acercarse a ella y de cortejarla, pero su falta de dinero y la incomprensión de su estricto tío Francisco separarán a la pareja. Al final, Macario se le rebelará al tío, viajará a Cabo Verde, se hará de una pequeña fortuna y regresará a pedir la mano de bella esquiva –e imaginada/idealizada- Luïsa.
Apunté antes que la excentricidad no es de la joven rubia sino de don Manuel de Oliveira. Y esta excentricidad tiene que ver con la forma que decidió contar esta historia. Respetando con absoluta fidelidad situaciones, hechos y personajes del relato de Eca de Queirós, de Oliveira nos muestra las cuitas románticas de un ridículo contable que ve a una guapa mujer, se enamora de esa imagen y, luego, proyecta todos sus deseos en ella.
Cierto, el escenario físico podrá ser el Portugal del siglo XXI, pero el escenario moral no es otro más que el del Imperio Portugués del siglo XIX, de tal forma que los valores y las relaciones sociales decimonónicas que vienen del relato de Eca de Queirós nos chocan de una manera más radical cuando los vemos encarnados en una Europa moderna, contemporánea. Ahí está el truco de este brevísimo y delicioso filme que apenas si dura poco más de una hora. Una delicadeza. 

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