Perdida
Perdida (Gone Girl, EU, 2014), décimo largometraje de David Fincher
(obras mayores Se7en/1995, El Club de la Pelea/1999, Zodiaco/2007, Red Social/2010), es dos películas en una. La primera es un
convencional –aunque compulsivamente visible- thriller en el que el columnista
convertido en profesor universitario Nick Dunne (Ben Affleck, acaso en el mejor
papel de su limitada carrera como actor) denuncia la desaparición de su rubia
esposa Amy (Rosamund Pike) el mismísimo día de su quinto aniversario de bodas.
Amy y Nick se
habían conocido en Nueva York, habían sentido el flechazo a primera vista, se
habían enamorado, habían vivido tres años en la Gran Manzana pero, depresión
económica de por medio, llegó el momento que los dos se quedaron sin chamba –él,
columnista de una revista “para hombres”; ella, creadora de bobos cuestionarios
femeninos en revistas “para mujeres”-, así que Nick tomó la decisión de volver
a su macuarro pueblito natal en Misuri, estar cerca de su mamá enferma de
cáncer y, aprovechando el regreso al edén subvertido (por la crisis), montar un bar con su hermana gemela Margo
(Carrie Coon), todo ello con el dinero de su acaudalada esposa.
Por
supuesto, en cuanto la policía llega a investigar el caso, Nick es el primer
sospechoso. No solo por ser el marido, sino porque hay demasiadas
incongruencias alrededor de él, empezando por esa extraña sonrisa que le regala
a los fotógrafos en cierta conferencia de prensa, por el hecho de que se toma
una selfie coquetona con una aprontada que le salta a un lado, porque su
tiesura natural pareciera más bien indiferencia por el destino de su mujer
desaparecida y, por supuesto, porque el personaje es interpretado por Ben
Affleck, uno de los actores más vilipendiados (nominado a ocho Razzies a lo
peor del cine, ha “ganado” dos) y, a la vez, uno de los guionistas/directores
más exitosos (ganador de dos Oscar) en el Hollywood contemporáneo.
Y
es aquí donde tengo que advertirle a usted que deje de leer esto si aún no ha
visto la película porque, ni modo, a veces es inevitable que, como crítico de
cine, uno tiene que escribir en detalle la misma cinta que se está reseñando.
Así que sobre aviso no hay engaño.
Si
usted decidió quedarse leyendo, es hora de señalar que durante la primera hora
del filme el sospechoso marido parece una apuesta segura: no solo aparece un cuantioso
seguro de vida de la esposa desaparecida, sino que hay deudas de miles de
dólares en la tarjeta de crédito del esposo y, peor aún, Dunne ha estado
engañando a Amy con una estudiante ganosa (Emily Ratajkowski). En esa primera
hora la narración ha estado dividida entre el presente en el que vive el ojete
de Nick Dunne y el pasado de la pareja matrimonial, al que tenemos acceso por
la voz en off narrativa de Amy, quien ha escrito, a lo largo de los años y en
su diario personal, los amores y temores que le provocan su encantador pero
voluble y hasta violento marido.
Pero
he aquí que llega la primera vuelta de tuerca: Amy está vivita y coleando, y el
diario es una perversa mistificación escrito por la vengativa mujer que se ha
dado cuenta del engaño de su esposo y ha montado su propia desaparición (y
posterior “muerte”) para que su mancornador marido termine en la silla
eléctrica, pues Misuri, qué caray, tiene pena de muerte. Así pues, durante la
segunda hora somos testigos de los esfuerzos de Amy por seguir oculta, mientras
Nick –con la ayuda de su cinicazo abogángster Bolt (Tyler Perry)- trata de
salvar el pellejo, manipulando a esos mismos medios de comunicación que ya lo
juzgaron y condenaron como culpable.
Hasta
este momento, la cinta, repito, es un competente thriller con visos de comedia
de humor negro que nos remite, aunque el modelo sea inalcanzable, a la mejor
obra literaria de Patricia Highsmith, especialmente a esa perversa obra maestra
llamada Crímenes Imaginarios (1987), en la que una rencorosa mujer abandona
a su marido, quien resulta sospechoso de un asesinato que no cometió –aunque,
acaso, quisiera haberlo hecho.
Al
inicio anoté que Perdida es dos
películas en una. En efecto: si las primeras dos horas es el muy entretenido
thriller con todo y sorpresiva vuelta de tuerca, en los últimos 30 minutos la
cinta cambia por completo de piel. En esa última media hora Fincher deja de
coquetear con la comedia de humor negro para convertir a sus personajes en regocijantes
caricaturas: Amy, la calculadora psicópata que no va a dejar que el fracaso la
alcance (es decir, no va a permitir que el hombre que ella eligió se vaya de su
lado); Nick, el reprimido esposo que aborrece a la mujer pero que no puede en
realidad abandonarla (y ahora menos, cuando ella le va a dar un hijo).
Es
en la última parte cuando Perdida se
eleva por encima de la mera corrección genérica para transformarse en una
torcida comedia sobre el infierno que puede resultar cualquier matrimonio más o
menos bien/mal avenido, acaso la más divertida comedia hollywoodense de esta
naturaleza desde La Guerra de los Roses
(De Vito, 1989).
Buena
parte del éxito del filme recae tanto en la calculadísima sub-actuación de Ben Affleck
-¡esa escena en la que su abogado le tira con dulces, diciéndole que está muy
tieso!- y en la compleja interpretación de Rosamund Pike en el primer papel
protagónico de su muy estimable carrera. Primero como esposita perfecta, luego
como bruja vengativa y finalmente como lúcida psicópata despiadada, la “Amazing
Amy” de Miss Pike es un monstruo realmente memorable. Este retrato de Amy le ha
merecido a Fincher –y a la autora de la novela original, Gillian Flynn- la
acusación de misógino. No creo que sea justo colgar ese sambenito: para
misoginia de verdad, la de Patricia Highsmith.
En Perdida tenemos, más bien, una amable
misantropía –valga el oxímoron- por la cual se nos invita, jocosamente, a preguntarnos
si realmente conocemos a nuestra media naranja. O dicho de otra manera, ¿qué
tan lejos estamos de vivir en un matrimonio tan enfermo –pero tan funcional-
como el de Nick o Amy? ¿O no será que todos los matrimonios terminan más o
menos así, sólo que sin asesinatos de por medio?
Comentarios
jijos
2046
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Y sí, totalmente de acuerdo, incluyendo la última pregunta y respectiva consideración. Saludos a Martha, por cierto.
Saludos
Ahora no me carcajarie espontáneamente.
2046
Será que no esperaba nada de ella ni de él ni del otro ni del primero.
Estoy seguro que nomas por ser Ben Affleck nos lo queremos acabar, cada quien tiene sus motivos (así como yo me quiero acabar cualquier aberración que haga la tiesa Kidman...esa si para que vean), vamos obvio que nunca será de mis favoritos, pero lo prefiero por encima de muchos otros por los que tanto se orgazmean tantos que juran no ser gay...ya ni yo.
Si, hay momentos de risa loca, otros de risa nerviosa...digo digo digo, aún recuerdo mis carcajadas en La guerra de los Roses y ahí nadie me las tomaba a mal...
Toda pareja que supera y sobrelleva patologías individuales termina con doble diagnóstico.
Chingón manejo de la distancia emocional por parte de David.
2046
Marichuy: De hecho, eso es: una comedia negra. Como thriller, del montón.