Pídala Cantando/LIV
El lector habitual de este blog, Saúl Bass Bolio me pidió el rescate de lo que escribí, hace más de una década, de El Pianista, de Polanski. Va:
Cuando han transcurrido los
primeros 60 minutos de El Pianista (The Pianist,
Francia-Polonia-Alemania-GB-Holanda, 2002), el más reciente largometraje del
maestro polaco Roman Polanski, el espectador más desprevenido empezará a
sentirse decepcionado. ¿Una película sobre el Holocausto judío en donde no hay
un héroe al cual aferrarse ni un villano a quien despreciar?, ¿un filme en
donde se muestra el horror de la “solución final” nazi de una manera sobria, sin
énfasis dramáticos ni estilísticos apantallantes? Más aún: ¿un desenlace
anticlimático en donde la supervivencia del pianista del título se debe a
cualquier cosa menos a su valentía o arrojo personal? “¡Esta no es La Lista de
Schindler (Spielberg, 1993)!”, dirá usted. En efecto, El Pianista es, acaso, la
más antihollywoodense película (de ficción) sobre el Holocausto que se haya realizado en la
historia del cine.
He
aquí la crónica distanciada y desapasionada de cómo fue posible que
sobreviviera a la Segunda Guerra Mundial, a la invasión nazi de Polonia, a los
campos de concentración y/o exterminio, a la inhumana vida en el guetto judío
de Varsovia, a la soledad más lacerante, al hambre, al frío, a la enfermedad, a
la traición, a la mezquindad, a __________ (agregue en la línea lo que usted
quiera), un joven pianista judío, Wladyslaw Szpilman (Adrien Brody,
extraordinario), que vio cómo su familia entera era enviada en un vagón rumbo a
la muerte, mientras él era salvado por un colaboracionista, después por una
admiradora, luego por alguien de la resistencia y hasta ¡por un oficial nazi!,
quien le da de comer y lo oculta, sólo por ser el pianista un gran intérprete
de Chopin.
Aunque
la serenidad y la sencillez con la que narra Polanski todos los horrores que vive
Szpilman no parecen provenir del mismo director que produjera grandes obras e
imágenes de terror surreal (El Bebé de Rosemary/1965, Repulsión/1968,
Macbeth/1971, El Inquilino/1976), en realidad, si uno lo piensa un poco, El
Pianista es no sólo uno de los filmes más personales del cineasta (por razones
de biografía personal, ya que Polanski perdió a su madre en Auschwitz y él
mismo sobrevivió al exterminio, escondido y protegido por varias familias
polacas católicas), sino uno de sus más característicos, temáticamente
hablando.
En
efecto, por buena parte de los 148 minutos del filme, se impone el absurdo de
la vida y de la muerte, tan caro para el director polaco a lo largo de toda su
filmografía. Al final de cuentas, ¿por qué sobrevive Szpilman? (¿o porqué vivió
el niño Polanski, en todo caso?). Pareciera que hay un complot cósmico (¿una
cruel broma divina?) que hace que Szpilman sobreviva, de 1939 a 1945, sin
importar las bombas, la depauperación, la falta de calor humano, y lo que se
acumule esta semana… En momentos, pareciera que no estamos viendo una historia
basada en hechos reales (de hecho, en la propia autobiografía de Szpilman),
sino una suerte de re-elaboración “ad absurdum” de la novela clásica de Defoe, Robinson
Crusoe, con un “náufrago” judío sobreviviendo a duras penas en medio del enorme
“océano nazi”, viviendo en diminutas “islas” solitarias (departamentos
abandonados y cuchitriles varios), viendo desde lejos toda la acción sin
participar de manera directa en ella.
El “Robinson”
pianista de Polanski ve por la ventana el mundo derrumbarse a su alrededor, un
niño vende dulces a 20 zlotys entre los judíos que están a punto de abordar el
tren que los llevará a la muerte, un anciano discapacitado es echado por el
balcón con todo y silla de ruedas en un riguroso full-shot sin aspavientos, una
loca busca a su marido perdido en el guetto y pregunta exactamente lo mismo
todos los días, la cotidianidad deshumanizada le permite a cualquiera pasar por
encima de niños tirados en la calle sin siquiera voltear a verlos…
Es en el
detalle que con precisión quirúrgica nos muestra Polanski donde aparece el
invencible escepticismo del cineasta polaco: la vida y la muerte son caprichos
de un Dios sordo, ciego, invisible: si sobrevives o no, da lo mismo. En todo caso,
nos dice Polanski, hay que aferrarnos a lo que hacemos, a lo que somos. Si
tocas el piano, tócalo siempre y mientras puedas… aunque no roces, ni siquiera,
las teclas.
Comentarios
JP
No soy muy afecta al cine sobre el holocausto justo por el maniqueísmo, sensiblería y la lacrimogenería usuales, pero “El pianista” junto con “Au revoir les enfants” de Louis Malle me gustan mucho (aunque la de los niños sí me hace llorar. Por cierto, ¿de esta no tienes reseña?).
Saludos
Un desencantado y crudo relato, donde la línea entre buenos y malos se borra, durante la resistencia francesa de la segunda guerra. Terrible...
Darkcritic: No, sigo pendiente con una revisión completa -y escrita en el blog- de Melville. Empecé hace tiempo, pero no he seguido.