Revisando a Chaplin/XXI
Después de meses de una larga pausa, volvemos a la serie en la que revisamos la obra de Chaplin. Como sigue:
El Conde (The Count, EU, 1916), filme número 40 dirigido por Chaplin y quinto dirigido para la Mutual -de un total de 12 que haría para esa compañía- no es de lo mejor que realizaría durante su "época Mutual" -los años 1916 y 1917- pero aún así ofrece aspectos interesantes. La ejecución de la trama tiene elementos de sus etapas anteriores -en la Essanay y, especialmente en la Keystone- pero, también, ofrece visos de lo que hará Charlot en el futuro. Esto último es lo fascinante de volver al primer Chaplin: descubrir de qué forma iba creando rutinas que muchos años después, en sus largometrajes, perfeccionaría. En este two-reel (es decir, filme de 20 minutos), vemos a Charlot bailar con Edna Purviance de una manera muy similar a la que lo hará en su obra mayor Tiempos Modernos (1936).
La trama es apenas funcional: después de quemar varias piezas de ropa con una plancha caliente, el aprendiz de sastre Charlot es corrido a patadas por su malhumorado jefe (el monumental Eric Campbell, antagonista favorito del propio Chaplin, quien lo contrató para que trabajara con él en la Mutual). Patrón y exempleado coinciden en una fiesta popof en la que el sastre se quiere hacer pasar por el conde del título, pero Charlot -quien está en esa casa porque ha ido a gorrearle comida a la criada- le gana el jalón y es él quien suplanta al susodicho conde. Los enredos no se hacen esperar y menos aún las groserías de Charlot entre los estirados miembros de la "alta sociedad": se mete la servilleta para comer en la bolsa, no sabe cómo llegarle al spaguetti y se intenta robar toda la vajilla de plata.
Como de costumbre en el Charlot de estos años, su personaje es un transa de siete suelas que no tiene fidelidad más que a sí mismo y a sus necesidades más apremiantes: la comida, la bebida, las muchachas guapas (en este caso, la ricachona encarnada por Miss Purviance). Y, como siempre, al llegar la policía Charlot hará la graciosa huida. Hasta su nueva aventura.
La cinta, aquí abajo:
El Conde (The Count, EU, 1916), filme número 40 dirigido por Chaplin y quinto dirigido para la Mutual -de un total de 12 que haría para esa compañía- no es de lo mejor que realizaría durante su "época Mutual" -los años 1916 y 1917- pero aún así ofrece aspectos interesantes. La ejecución de la trama tiene elementos de sus etapas anteriores -en la Essanay y, especialmente en la Keystone- pero, también, ofrece visos de lo que hará Charlot en el futuro. Esto último es lo fascinante de volver al primer Chaplin: descubrir de qué forma iba creando rutinas que muchos años después, en sus largometrajes, perfeccionaría. En este two-reel (es decir, filme de 20 minutos), vemos a Charlot bailar con Edna Purviance de una manera muy similar a la que lo hará en su obra mayor Tiempos Modernos (1936).
La trama es apenas funcional: después de quemar varias piezas de ropa con una plancha caliente, el aprendiz de sastre Charlot es corrido a patadas por su malhumorado jefe (el monumental Eric Campbell, antagonista favorito del propio Chaplin, quien lo contrató para que trabajara con él en la Mutual). Patrón y exempleado coinciden en una fiesta popof en la que el sastre se quiere hacer pasar por el conde del título, pero Charlot -quien está en esa casa porque ha ido a gorrearle comida a la criada- le gana el jalón y es él quien suplanta al susodicho conde. Los enredos no se hacen esperar y menos aún las groserías de Charlot entre los estirados miembros de la "alta sociedad": se mete la servilleta para comer en la bolsa, no sabe cómo llegarle al spaguetti y se intenta robar toda la vajilla de plata.
Como de costumbre en el Charlot de estos años, su personaje es un transa de siete suelas que no tiene fidelidad más que a sí mismo y a sus necesidades más apremiantes: la comida, la bebida, las muchachas guapas (en este caso, la ricachona encarnada por Miss Purviance). Y, como siempre, al llegar la policía Charlot hará la graciosa huida. Hasta su nueva aventura.
La cinta, aquí abajo:
Comentarios
Siempre es bueno carcajearse a altas horas de la noche cuando todos duermen en casa. La escena de la comida es genial (el "secretario" sorbiendo la sopa ruidosamente y el cochinero a la horta de comer sandía, sobre todo).
Esta película no la conocía y no pude evitar pensar en "Ahí está el detalle". Al final no me quedó claro por qué empezó a destrozar todo cuando ya había ligado a la odalisca o lo que fuera. ¿Se emborrachó con la copa de ponche?
Bueno, no tiene sentido buscárselo. Me reí, ¿no?