Sé lo que viste el fin de semana pasado/CCLXXIII y CCLXXIV



Dos por uno. Ya que estuve ocupado en Guadalajara 2017, he aquí la revisión de la cartelera de los últimos dos fines de semana, como sigue:

Kong, la Isla Calavera (Kong: Skull Island, EU, 2017), de Jordan Vogt-Roberts. En este torpe re-boot del legendario simio gigantesco, el Rey Kong habita en 1973 en una misteriosa isla del Pacífico, a donde llega un grupo de científicos y soldados dirigidos por un obsesionado investigador (John Goodman) que sabe que en ese lugar se funden "el mito y la ciencia". Los militares son comandados por el fanático teniente Packard (Samuel L. Jackson) que acaba de ver como sus muchachos perdieron la guerra en Vietnam -perdón, no perdieron: nomás abandonaron-, así que no está dispuesto a perder la batalla contra un chango gigantesco. En el grupo van también un rastreador inglés (Tom Hiddleston) y una fotógrafa de (anti)guerra (Brie Larson), pero ellos nomás van a estorbar, porque ni siquiera se hacen ojitos. Es más, llegado el momento, el enorme chango no pela a la sope de Brie Larson -y por algo será.
La película parte de un argumento escrito por John Gatis en el que el pobre de Kong no hace otra cosa que pelear desde el principio con esos molestos humanos y luego con unas lagartijas enormes, feas y anticarismáticas. Nada de quereres del chango con alguna elusiva rubia, nada de viaje a Nueva York -a lo mejor Trump también prohibió la entrada a Estados Unidos de primates enormes-, nada de tragedias amorosas. Nada de nada, a no ser algunos vistosos efectos especiales que, en realidad, dejan de ser vistosos cuando uno se da cuenta que no son más que eso: efectos especiales sin historia. Un desastre. (+)

Neruda (Chile-Argentina-Francia-España-EU, 2016), de Pablo Larraín. El sexto largometraje de Larraín es una atípica biopic -como su siguiente cinta, la más lograda Jackie (2016)- centrada en un periodo en específico de su personaje protagónico: el poeta comunista Pablo Neruda (un desatado Luis Gnecco), perseguido de cerca por el ficticio policía Peluchoneau (Gael García Bernal, impecable como de costumbre). Una arriesgada mise-en-abyme narrativa más ingeniosa en el papel que en la realidad. Mi crítica en el Primera Fila del Reforma del viernes 10 de marzo. (-)

La caja vacía (México-Francia-2016), de Claudia Saint-Luce. El segundo largometraje de la cineasta y guionista Saint-Luce es un filme dolorosamente personal que resulta ser la otra cara de la moneda de su espléndida opera prima Los insólitos peces gato (2013).  Mi crítica in extenso por acá. (**)

Hambre de poder (The Founder, EU, 2017), de John Lee Hancock. Anthony Lane escribió en su reseña de The New Yorker que Hambre de poder es, sin habérselo propuesto, la primera película de la era de Trump. Y sí, tiene razón.
El título original es aviesamente irónico: se trata de la biopic no del fundador del emporio global de comida rápida McDonalds sino del tipo que se apropió del negocio, pues los fundadores reales, los hermanos Mac y Dick McDonald (John Carroll Lynch y Nick Offerman, respectivamente) terminaron chamaqueados por un vendedor de "batidoras" llamado Ray Kroc (energético Michael Keaton) que en 1954 se topó con un pequeño restaurante de hamburguesas en San Bernardino, California, convenció a los dos hermanos para transformar su changarro en una franquicia y luego, con malas y peores mañas, terminó apoderándose de todo.
Hay algo de la ferocidad, tenacidad y determinación trumpista en la forma en la que Kroc, contra todo pronóstico, termina venciendo todos los obstáculos que se le presentan: su marchito matrimonio con una mujer que siempre le fue fiel (Laura Dern), las objeciones del par de encantadores hermanos restauranteros, las constantes negativas que le dan los bancos para financiarlo, la molesta condescendencia con la que es tratado por sus conocidos que tienen lana de verdad... Nada de eso detendrá a Kroc en su idea de cumplir "el sueño americano". Y si la ética se atraviesa en el camino, peor para la ética.
Aunque Hancock y el siempre confiable Keaton resisten la tentación de convertir en un héroe a Kroc -el tipo es detestable, aunque él crea lo contrario-, la realidad es que a la película le falta el filo que le habría dado un guion más agudo y una realización más inspirada. ¿Qué habrían hecho los Coen, por ejemplo, con la historia de Ray Kroc? Probablemente una obra mayor. De cualquier forma, así como está, dirigida por el competente Hancock, la cinta nos muestra de todas formas el rostro descarnado de la filosofía transaccional trumpista: para que alguien cumpla su "sueño americano", otro tendrá que sufrir una pesadilla. (**)

Experimento exorcista (The Possession Experiment, EU, 2016), de Scott B. Hansen. Esta cinta de horror parte de una premisa original: un estudiante universitario inscribe en una fondeadora su proyecto de dejarse poseer por un espíritu maligno porque... porque... pos nomás porque anda de ocioso. A partir de ahí, la ejecución de esta idea es terrible, por más que a veces la cinta levanta con algunos momentos de horror gore. Horrenda, en el peor de los sentidos. Mi crítica en el Primera Fila del Reforma del viernes pasado. (+)

La bella y la bestia (Beauty and the Beast, EU, 2017), de Bill Condon. El remake de acción viva del clásico animado disneyano le sobra media hora, pero la historia, el extendido reparto siempre intachable y la música y las canciones originales son inmunes a ese alargamiento innecesario. La dirección de Condon es no más que correcta, con su mejor momento en la canción colectiva "Be Our Guest", con los mismos devaneos busbyberkelianos de la cinta animada de 1991. Próximamente, un texto in extenso(**)

Comentarios

Christian dijo…
Por acá vimos The Love Witch, sin duda lo mejor de mi fin de semana largo, Personal Shopper, zzzzz... zzzzzz... y Green Room, la cual me gustó a secas, tampoco me voló la cabeza.

Oigan, luego platicamos de The Love Witch no? Qué cosa tan loca y tan padre y tan freak y tan poco convencional y tan fuera de esta época y tan loca y tan padre y tan wooooow

Y también, qué guapa la brujita de marras.
Joel Meza dijo…
A mí sí me gustó la del chango, por dos cosas: 1) creo que sí funciona el suspenso de que a cada rato puedan aparecer insectotes y animalotes horribles para tragarse a los humanos y 2) sí compré la idea de que pobre chango, qué culpa tenía de que le hubieran mandado un soldado aferrado en ganar una guerra a como diera lugar. Eso sí, el personaje de Larson sólo sirvió para hacer referencia a que los EUA se tuvieron que retirar de Vietnam por la presión de la opinión pública, a partir de los reportes de la prensañ el de Hiddleston sólo sirvió, a ratos, para mostrar que serviría como el nuevo Bond. Y ninguno de los 2, como dices, tenía que ver nada con la historia de Kong.
Y el personaje de John C. Reily y su historia también me gustaron, tanto por su relación con Kong como por su epílogo beisbolero. Si hubiera visto esta película de niño en una matiné, como en las que ví originalmente una de Godzilla vs. King Kong donde los 2 eran robots o algo así), habría tenido un día muy feliz.
Joel Meza dijo…
Y la de la Bella y la Bestia, pos me pareció curiosa y ya, en cuanto a satisfacer la curiosidad de cómo podría verse la caricatura con personas y objetos "reales". Pero en ningún momento me pareció mágica. En particular estaba esperando eso de 2 números: Be Our Guest y la escena del salón de baile, que nomás cumplieron y ya. Lo que sí me gustó fue la secuencia de la pelea y persecución de Gastón y la Bestia. Le creí a Condon todo en esa secuencia.
Joel: A mí me molestaron mucho los dos Hiddleston y Larson. Son completamente inútiles en la historia. Creo que la rivalidad Jackson vs. Kong es la única que vale la pena. Y sí, Reilly (y Goodman) está bien, pero ese tipo siempre está bien. Y, bueno, qué onda con no dejarlo salir de la isla. Hombre, aunque sea a San Diego, como el T-Rex en uno de los Parques Jurásicos. En fin.

En cuanto a La Bella y la Bestia, no hay comparación con la cinta animada original. Pero no me molestó en lo absoluto. El trabajo vocal es espléndido (McKellen y McGregor debieran hacer True Detective, season 3) y sí hay tres secuencias cumplidoras: la de LeFou en la taverna y las dos que mencionas. Y, bueno, tiene 40 minutos más que no se justifican. Pero, vaya, las canciones aguantaron el remake. El asunto es que Condon no es director de musicales. Y se nota.
Joel Meza dijo…
¿King Kong a San Diego? Pérate tantito a que hagan la barda más grandota, no se vaya a andar brincando a Tijuana...

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