Cuéntamela otra vez/XLIV
Ante el exitoso estreno global del remake de
“acción viva” de La bella y la bestia
(Beauty and the Beast, EU, 2017), me di a la tarea de volver a ver el clásico
animado homónimo, dirigido en 1991 por Gary Trousdale y Kirk Wise. La ¿novedad?
es que la doblemente oscareada película –por Mejor Canción y Mejor Música-
sigue siendo una delicia como cinta animada, en especial por sus devaneos
busbyberkelianos y su soberano manejo de los espacios en sus números musicales.
Recordemos
de qué va. Luego del prólogo en el que vemos a un vacuo príncipe ser convertido
en una bestia por la hechicera de rigor, conocemos a la bella Belle (voz de
Paige O’Hara), quien vive en un encantador pueblito francés al lado de su
excéntrico papá científico Maurice (voz de Rex Everhat).
A Belle le encanta leer, lo que la
convierte en un personaje raro para el resto del pueblo pero, al mismo tiempo,
esta afición es lo que la lleva a soñar en otros horizontes (“Belle”). El galán
del pueblo, el egocéntrico Gastón (voz de Richard White), tiene otros planes
para ella: hacerla su mujer, por más que la persona que más quiere sea a él
mismo (“Gaston”).
En
cierto viaje a un pueblo cercano, Maurice se pierde en el bosque y termina en
el castillo encantado de la Bestia (voz de Robby Benson), quien lo toma como prisionero.
Cuando Belle va a buscar a su papá, la Bestia accede a liberarlo si ella toma su
lugar. Belle
empieza a conocer el castillo de la Bestia y a convivir con los sirvientes, que
han sido transformados en objetos por la misma hechicera: en un reloj (Dindon,
voz de David Ogden Stiers), en una tetera (Mrs. Potts, voz de Angela Lansbury),
en un candelabro (Lumière, voz de Jerry Orbach)… Ellos están felices de tener a
una muchacha ahí (“Be our Guest”), pues si una mujer se enamora de la Bestia
tal como es, el hechizo terminará y ellos volverán a ser humanos (“Human
Again”).
Poco
a poco, Belle y la Bestia se van acercando, conociéndose, enamorándose
(“Something There”) hasta culminar en el célebre baile elegantísimo en el que
parece que el rompimiento del hechizo es inminente (“Beauty and the Beast”). Ya
enamorada la Bestia de su prisionera, la termina liberando sin condición alguna
para que vaya a ayudar a Maurice, que está a punto de terminar en un manicomio,
debido a la maldad de Gastón.
Belle logra a salvar a su padre al demostrar que,
en efecto, la Bestia existe. Sin embargo, Gastón manipula a todo el pueblo para
ir a matar al “monstruo” (“The Mob Song”). Pero no se preocupe: en el enfrentamiento
final, el amor verdadero –estamos en una cinta de Disney, ¿se acuerda?-
terminará triunfando.
La
nueva versión, dirigida por el disparejo chambista Bill Condon (que los mismo
ha realizado la notable Dioses y monstruos/1998 que un par de
filmes de la serie Crepúsculo), permanece
fiel a la historia, los diálogos y las canciones de la película de 1991. Sin
embargo, a pesar del espléndido reparto vocal, de la buena pareja protagónica
(Emma Watson y Dan Stevens) y hasta del convincente villano de fuerte voz (Luke Evans), no logra
superar al filme animado.
Hay
una razón fundamental para ello: la cinta de 1991 duraba justo hora y media y
no necesitaba más tiempo para encantarnos con su música, sus canciones y el
virtuosismo de su animación. En la versión de 2017, el guion de Stepehn Chbosky
y Evan Spiliotopoulos alarga las acciones más de media hora, sea agregando
justificaciones dramáticas innecesarias -que si el Príncipe/Bestia no tiene la
culpa de haber sido criado por un papá cruel, que si el papá de Belle (siempre
bienvenido Kevin Kline) abandonó a su esposa agonizando de peste para salvar a
su hijita-, sea sumando varias canciones que no vienen al caso.
De
hecho, lo mejor de La bella y la bestia,
versión 2017, siguen siendo las canciones originales de Alan Menken y Howard
Ashman, además del sentido de cuento de hadas original, que demanda al lector ver
más allá de las apariencias físicas. (Los feos de este mundo siempre hemos
agradecido esta moraleja).
Dicho
lo anterior, esto no quiere decir que la película de Condon sea un desastre:
como ya anoté antes, el trabajo vocal (de Ewan McGregor, Emma Thompson, Ian
McKellen et al) no tiene pierde, Emma Watson encarna de manera convincente a la
heroína lectora, mientras que Dan Stevens y Luke Evans demuestran que saben
cantar entonados. Y aunque es obvio que Condon no es director de musicales –las
únicas buenas coreografías son copias de las similares del filme de 1991-, es
capaz de hacer avanzar la cinta hasta su esperado final feliz sin mayor
problema.
No es mucho pero, por lo visto, es
más que suficiente para que la Casa Disney pueda presumir su primer trancazo
taquillero veraniego… en primavera. Qué remedio.
Comentarios
N'ombre va a estar padrísimo cuando hagan la versión live action de Atlantis eh, no saben...
(Dios nos coja confesados)
Y pensar que los feos de este mundo, a parte de ser pobres y vivir en colonias dignas de un documental de Everardo González, todavía tenemos oportunidad de encontrar a nuestra Belle... mejor Emma Watson, no? La magia del cine... a veces se me olvida.
-Mostrar a una Bestia menos bestial ( y con pectorales bien formados en Sport City)
-Una bella que se emociona igual cuando le regalan una biblioteca milenaria que cuando se come un pedazo de pan. Ósea, nada.
Su corrección política quita detalles que parecen mínimos, pero desdibujan a los personajes.