Cuéntamela otra vez/XLI

Ante la presentación dentro de la Semana de Cine Alemán de Phoenix (Ídem, Alemania-Polonia, 2014), séptimo largometraje de Christian Petzold (Fantasmas/2005, Yella/2007, Barbara/2012), me di a la tarea de buscar el thriller Volver de entre las Cenizas (Return from the Ashes, GB, 1965), dirigida por J. Lee Thompson, ya que esta cinta, al igual que la obra maestra de Petzold, están basados en la misma novela policial: "Regreso de las cenizas" (Plaza & Janés, 1983), de Hubert Monteilhet. 




La búsqueda fue exitosa: el vigésimo-segundo largometraje del prolífico artesano Thompson está disponible en una aceptable copia en youtube. La cinta no es más que un competente thriller dirigido con buena mano por Thompson y, hasta donde sé, es bastante fiel a la historia original contenida en la novela de Monteilhet.
Estamos en París, en 1945, poco después de finalizar la Segunda Guerra Mundial. La Dra. Michelle Wolf (Ingrid Thulin) llega a la ciudad para encontrarse con su colega y fiel enamorado platónico Charles Bovard (Herbert Lom), quien no la reconoce a primera vista. Dada por muerta hace tiempo, la doctora Wolf había sido detenida por los nazis en 1940 y ha regresado a París después de haber sobrevivido a Dachau. Por medio de Charles, se entera que su marido, el ajedrecista y "maestro internacional", el polaco Stanislaus Pilgrim (espléndido Maximilian Schell), está viviendo con la hijastra de ella, Fabienne (Samantha Eggar).
Un oportuno flash-back nos muestra cómo inició la relación entre la radióloga viuda y judía Wolf y el cínico vividor Pilgrim, quien se mantenía jugado ajedrez por dinero en el París de los años 30. Prendida de la desfachatez del ambicioso ajedrecista, Wolf se transforma en su protectora, amante y, finalmente, esposa, el mismo día que es deportada por los nazis. Cinco años después, Wolf ha regresado "de entre las cenizas", cual muerta viviente y con el nombre falso de Julia Robert, solo para enterarse que es millonaria, pues todos sus demás familiares fallecieron en el Holocausto, lo que le ha dejado a ella una fortuna de 300 millones de francos.
Y aquí viene la primera de varias vueltas de tuerca que desafían el sentido común: Wolf, que sigue enamorada de Pilgrim, decide pasar por una cirugía plástica para recuperar algo de su lustre perdido en un campo de concentración. Sin embargo, al salir de la operación, ni su hijastra -con la que nunca había tenido una buena relación- ni su segundo marido la reconocen de inmediato. Más aún: Stanislaus la aborda para proponerle una locura. Y es que como ella está, oficialmente, desaparecida, el polaco no es un auténtico viudo y, por lo tanto, no puede echarle mano a la jugosa herencia. La propuesta es simple: ya que ella se parece a su fallecida esposa, ¿por qué no se hace pasar por ella? Él tomaría posesión de los 300 millones de francos, compartiría el dinero con la "pobre huérfana" de Fabienne y, claro está, la solitaria y misteriosa Madame Robert también tendría su parte.
Volver de entre las Cenizas cambia de piel cada media hora: lo que inicia como un serio drama sobre una sobreviviente del Holocausto continúa como thriller negro con triángulo amoroso incluido y finaliza en el terreno del cine de suspense más tradicional, con dos crímenes "perfectos" que, como las comillas lo indican, no resultarán tan perfectos al final de cuentas.
La película se deja ver sin mayores problemas: la historia nunca deja de ser intrigante, la elegancia de la puesta en imágenes -fotografía en contrastante blanco y negro de Christopher Challis- no está a discusión y el reparto no merece un solo reproche. De cualquier manera, la corrección del filme es su máxima virtud y su más grande limitación: después de todo, Thompson nunca fue un cineasta inspirado -acaso su mejor cinta sea la primera versión de Cabo de Miedo (1961). Como apunta cruelmente David Thomson en su "The New Biographical Dictionary of Film" (Alfred A. Knopf, 2009): nada en la obra de J. Lee Thompson provoca sorpresa ni, muchos menos, resulta una revelación.



Todo lo contrario del cine de Christian Petzold, quien desde su debut en la pantalla grande con Die innere Sicherheit (2000), se ha colocado en el primer lugar del cine alemán del nuevo siglo. Más aún: con Phoenix, su séptimo largometraje, podemos hablar de su primera obra maestra. 
Como apuntamos antes, el guión de Phoenix -escrito por Petzold en colaboración con el cineasta recién fallecido Harun Farocki, alguna vez maestro de Petzold- está basado en la misma novela que Volver de entre las Cenizas, aunque en este caso, más allá de la premisa inicial, la historia y el sentido de la misma ha sido transformada por completo.
Estamos en una carretera hacia Berlín, poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial. En un retén americano, son detenidas un par de mujeres que van en un automóvil: Lene Winter (Nina Kunzendorf), quien va al volante, y otra mujer llamada Nelly, cuyo rostro está cubierto por vendas. Ante la terminante orden del soldado gringo de quitarse todo aquello que le cubre la cara, Nelly obedece: no vemos su rostro, pero sí la reacción, avergonzada, del militar. 
Nelly (impresionante Nina Hoss en su sexta colaboración con Petzold), una antigua cantante de cabaret, judía, ha sobrevivido al Holocausto y ha regresado a Berlín para recuperar su rostro, deformado por un disparo. Al igual que la Dra. Wolf, de Volver de entre las Cenizas, Nelly se descubre millonaria por la muerte de todos sus demás parientes y, también, vuelve con la idea fija de reunirse con su esposo Johnny (Ronald Zehrfeld), un pianista que, acaso, fue quien la entregó a las autoridades nazis. 
Nelly quiere recuperar todo aquello que perdió, como si el nazismo y el Holocausto mismo no hubieran existido. No quiere empezar de cero -por eso rechaza el ofrecimiento del cirujano plástico de operarse para tener la cara de Hedy Lamarr-, sino volver al rostro que tenía antes, aunque el resultado sea, inevitablemente distinto. Nelly sale del quirófano re-creada, no re-construida, como la Alemania en ruinas que re-conoce, caminando por las calles oscuras de Berlín.
En uno de sus paseos nocturnos, Nelly finalmente se encuentra con Johnny, quien trabaja como chalán en el cabaret americanizado "Phoenix". A bote pronto, Johnny no ve como su esposa desaparecida a la re-creada Nelly, pero algo en ella le hace recordarla, así que le propone a esta extraña mujer de pocas palabras llamada Esther un trato demencial: hacerse pasar por Nelly para tener acceso a la susodicha herencia incobrable. Así pues, empieza el entrenamiento de Esther: Johnny le enseñara a escribir, a vestir, a caminar para poder parecerse a Nelly. O sea, a ella misma.
El thriller y el suspenso convencionales desarrollados en Volver de entre las Cenizas desaparecen por completo en Phoenix para dar paso a algo mucho más complejo y más difícil de asir. Como bien apuntó el cinecrítico Stuart Klawans en The Nation, Petzold ha realizado una especie de re-elaboración de De entre los Muertos (Hitchcock, 1958), pero no desde la perspectiva de un enfermizo y obsesionado Scottie (James Stewart), sino de una insegura y confundida Judy/Madeleine (Kim Novak) que, poco a poco, no solo va recuperándose a sí misma, sino que va imponiéndose sobre esa nueva realidad en la que ha renacido.
Las escenas entre Johnny y Esther-aprendiendo-a-ser-Nelly son fascinantes: Hoss interpreta a una mujer que, a su vez, está interpretándose a sí misma. O, en todo caso, a una versión aceptable de sí misma, para su marido y para los demás: recuperando su forma de ser, de caminar, de hablar, de ver y, en ese devastador desenlace, hasta de cantar. Solo que, por supuesto, Nelly no puede ser la misma: ni ella ni el marido ni sus amigos que la reciben. Ni Alemania entera: esa guerra, también, la tienen perdida. 

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