Guanajuato 2013/I



Los Últimos Piratas del Mar Negro (Poslednite chernomorski pirati, Bulgaria, 2013), presentada en concurso en Guanajuato 2013 en la sección de Largometraje Documental Internacional, nos presenta un escenario atractivo y un desarrollo previsible. El resultado no deja de ser agradable.
El director debutante Svetoslav Stoyanov y su equipo de producción nos muestran la vida de los últimos piratas del título, una decena de parias -exconvictos, alcohólicos, vagos sin oficio ni beneficio- que viven en una zona ecológica protegida, a las orilla del Mar Negro. Los hombres -hay una sola mujer, amancebada con uno de los tipos- siguen el sueño de su mandón y robusto capitán apodado "Jack", y tratan de encontrar un supuesto gran tesoro enterrado que le robó hace dos siglos algún pirata al poderoso Imperio Otomano.
Stoyanov, su guionista Vanya Rainova y sus dos cinefotógrafos, optan por una clara ficcionalización de los avatares de estos (no tan) encantadores perdedores y dan testimonio de la amenaza que la pérfida modernidad capitalista representa para esta curiosa comuna/comunidad, pues se hacen públicos los planes para construir hoteles, campos de golf y una marina en ese mismo sitio. Un documental como este depende de qué tanto se llegue a interesar uno en las personas/personajes retratados, algo que logra moderadamente el director Stoyanov, pues la galería resulta, por lo menos, entretenida.
Presentada fuera de concurso en la Muestra Mexicannes, El Limpiador (Perú, 2012), ganadora de una mención especial en San Sebastián 2012, nos presenta una ciudad de Lima casi desértica, apocalíptica. Una enfermedad de oscuro origen bautizada como "epidemia limeña", con síntomas iniciales de resfriado común, provoca la muerte de quien esté infectado en no más de un par de días.
El limpiador del título, Eusebio (Víctor Prada), se encarga de limpiar los lugares en donde el servicio médico forense ha recogido a los cadáveres. El parsimonioso Eusebio encuentra en el closet de un departamento a Joaquín (Adrián du Bois), un niño al que se le acaba de morir de su mamá y que desconoce en dónde se encuentra su padre. Como los albergues están llenos, el solitario hombre no tiene más remedio que quedarse con el chamaco por mientras, lo que hará crecer en los dos, en el maduro hombre alienado y en el niño esperanzado y religioso, una previsible relación de mutua dependencia.
Hay un sentimentalismo inherente y hasta inevitable en esta premisa dramática, pero el cineasta debutante Adrián Saba no cae totalmente en él gracias a una muy sobria puesta en imágenes (tomas extendidas, colores opacos, planos alejados, muy pocos close-ups) y a un sosegado ritmo sintético en el montaje.
Se trata de un meritorio debut, sin duda, aunque es evidente que la falta de presupuesto termina dañando el planteamiento visual de la película. Por ejemplo, ya que es necesario, dramáticamente hablando, que el niño se quedara con Eusebio, ¿no era fundamental mostrar de que no había espacio en ningún albergue? Claro que esto implicaría recursos de todo tipo que seguramente el joven Saba no tuvo, por lo cual ese inexistente plano se sustituye por una aburrida plática con una burócrata. Claro, se podría argüir que El Limpiador no necesita ese tipo de escenas, pues al final de cuentas lo que le interesa al director y guionista es la relación entre el hombre y el niño, y todo lo demás sale sobrando. Es decir, la "epidemia limeña" -y todo lo que provoca- no termina siendo más que un mero McGuffin que, dijera ya saben quién, no nos debe interesar gran cosa a nosotros, aunque les importe mucho a los personajes.
Más interesante y lograda -aunque, acaso demasiado rigurosa en su planteamiento visual- es Soldado Jeannette (Soldate Jeannette, Austria, 2013), en concurso en la sección de Opera Prima Internacional y una de las tres cintas ganadoras en Rotterdam 2013 -por cierto, otra de las películas premiadas por el Tigre en Rotterdam 2013, Môj pes Killer/Fornay/2013, ya escribí de ella por acá.
El cineasta debutante Daniel Hoesl ha realizado una película que el mejor Jean-Luc Godard pudo haber hecho hace tres décadas y esto es, por supuesto, un elogio. De hecho, hay referencias más que directas a Godard -una hilarante escena en un cine que proyecta Vivir su Vida (Godard, 1962)- y a Chantal Akerman -cierto comentario dicho de pasada sobre su obra mayor Jeanne Dielmann (1975)- que funcionan como irónicos homenajes al cine de esos maestros de los años 60/70.
Fanni (formidable Johanna Orsini-Rosenberg) se deja convencer y compra un carísimo vestido de diseñador en alguna exclusiva boutique y, acto seguido, en cuento sale a la calle, tira el vestido en un camión de la basura. Poco después vemos que una amiga le reprocha a Fanni que no sabe de 200 mil euros que le dio para cierta inversión y que, cual perredista endeudada, tiene tres años sin pagar la renta de su lujoso departamento. Nada de esto parece cambiar la rutina de Fanni: va a un museo, le dan un masaje en un spa, no se pierde su clase de artes marciales. Cuando le cambian la chapa a su departamento y ya no puede entrar a él, va a algún banco, luego se sube a un tren -sin pagar boleto, claro-, después a una concesionaria de autos, pide una prueba de manejo, y se pela con su carro nuevo. Finalmente lo abandona y, cual protagonista de las arcaicas cintas alemanas de montañismo, se mete a un bosque a... ¿qué?, ¿a encontrarse con la naturaleza? En la segunda parte del filme, vemos a Fanni hacer migas con Anna (Christina Richsthaler), una trabajadora de una granja semi-industrializada -con criadero de puercos, establos, gallinero y hasta rastro incluido- que se siente tan harta de su situación como la propia Fanni, aunque viva en condiciones muy diferentes a esa extraña citadina que ha llegado a chambear ahí.
La cámara de Gerald Kerkletz se mueve muy poco -sigue a Fanni cuando entra ella al bosque, hay por ahí algún paneo cuando Fanni y Anna comparten un cuarto de un motel-, en un estilo formalista que nos remite a la ya mencionada Akerman, pero estos rigores estilísticos tan propios del "cine festivalero" se contrastan con una energética banda sonora (atractiva música electrónica en la secuencia de créditos iniciales) y una ecléctica selección de canciones, con todo y cameo de la intérprete alemana Bettina Köster y una de sus canciones -"Crimen Don't Pay"- sonando en alguna escena hacia el desenlace.
En Herr Hoesl tenemos a un joven cineasta que hay que seguir, no sólo por el talento que muestra para apoderarse de la herencia de sus héroes fílmicos, sino por la capacidad de crear imágenes poderosas, como la que vemos exactamente en el final o esa escena en el bosque en la que yo, shame on me, no pude controlar un grito de asombro. No podía -ni quería- creer lo que estaba viendo y, sin embargo, no podía despegar los ojos de la pantalla.

Comentarios

Joel Meza dijo…
Yo también quiero gritar.

Entradas populares