Buscando a Dory
En
el título, Buscando a Dory (Finding
Dory, EU, 2016) lleva el pecado de origen: la ausencia de originalidad. El
décimo-séptimo largometraje de la casa Pixar parte de una premisa idéntica a la
de la obra maestra Buscando a Nemo
(Stanton y Unkrich, 2003). Si en el quinto largometraje de Pixar el pez payaso
Marlin atravesaba el océano para encontrar a su pequeño hijo con aletita cucha
Nemo, acompañado por la desmemoriada y solovina pez cirujano Dory, esta vez el
gerundio “buscando” se refiere a Dory, que es procurada ahora por Marlin y
Nemo.
En efecto, poco después del
re-encuentro de Marlin (voz de Albert Brooks) y Nemo (voz de Hayden Rolence), vemos
a Dory (voz de Ellen DeGeneres) viviendo felizmente con padre e hijo payasos en
el bellísimo vecindario marítimo del primer filme. Sin embargo, a Dory le sigue
faltando algo: su verdadera familia. De hecho, si se recuerda Buscando a Nemo, en el momento en el
que Dory se encuentra con Marlin está el origen de esta secuela: “Mi nombre es
Dory y sufro de pérdida de memoria a corto plazo. Lo saqué de mi familia, creo…
Por ciento, ¿dónde estará?”.
Así
pues, decidida a encontrar a sus papás –y ayudada por muy oportunos flashbacks
que le brindarán pistas claves del lugar de donde nació-, Dory atravesará el
océano de nuevo, esta vez desde Australia hacia California, acompañada por
Marlin y Nemo, y cuando ella se pierda –porque eso es lo que sabe hacer:
perderse-, los peces payasos la buscarán desesperadamente mientras Dory trata
de encontrar a sus progenitores.
El
planteamiento es pobre –o, en todo caso, ya visto- y la primera parte no es
particularmente afortunada. Sin embargo, cuando nuestros peces protagonistas
llegan a su destino, al Instituto de Vida Marítima en Morro Bay, California, lugar
en donde nació Dory y donde aún permanecen sus padres, Charlie y Jenny (voces
de Eugene Levy y Diane Keaton, respectivamente), el argumento del director
Andrew Stanton cobra vida. No solo porque hay nuevos personajes tan ingeniosos como
divertidos –un pulpo gruñón y neurasténico llamado Hank (voz de Ed O’Neill), un
par de leones marinos huevones (voces de Idris Elba y Dominic West), un colimbo
bizco, Becky, al que Marlin hipnotiza con la mirada-, sino porque los obstáculos
que van enfrentando nuestros héroes van aumentando progresivamente, a tal grado
que llega un momento que el delirio visual y narrativo se apodera por completo de
la cinta. ¿Recuerda usted el emocionante final griffithiano de Toy Story (Lasseters, 1995)? Bueno, el
desenlace in extremis de Buscando a Dory está en el mismo tono,
solo que con mayor cantidad de gags.
En
cuanto al discurso moral del filme, está en una veta similar –aunque más
extendida- al de Buscando a Nemo: si
el centro moral de la cinta de 2003 era la difícil relación de un
sobreprotector padre viudo y su tenaz hijito discapacitado, en Buscando a Dory el planteamiento de
Stanton es que la vida en el mar –aunque sospecho que también en tierra firme-
está llena de complicaciones, de peligros y, en el mejor de los casos, regida
por el más caprichoso azar. Por lo mismo, no queda más aferrarse a la familia:
a la que uno le tocó y a la que uno ha elegido. Al final, Dory ha
recobrado a su familia. El mar y la vida lucen mejor.
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