Ant-Man: El Hombre Hormiga
La cosecha de monitos nunca se acaba. Y si son de la Marvel, menos. El súper-héroe marveliano de la semana es Ant-Man, un personaje que apareció en Marvel Cómics en 1962 y del que, debo confesar, no tenía idea de su existencia. Como su nombre lo indica, su súper-poder tiene que ver con ser un “hombre-hormiga”: no solo con poder disminuir su tamaño hasta confundirse con un insecto, sino que tiene la posibilidad de comunicarse con todo tipo de hormigas, que se transforman en su fidelísimo ejército personal.
Como toda primera entrega súper-heroica, Ant-Man: El Hombre Hormiga (Ant-Man, 2015) traza los orígenes de nuestro héroe. En este caso, se trata de Scott Lang (Paul Rudd), un delincuente que, antes de ser Ant-Man ya fue heroico, pues logró hackear las cuentas de una malévola compañía para regresar el dinero que ésta le había robado a miles de clientes.
Lang es contactado por el brillante científico Hank Pym (Michael Douglas, nada menos), quien hace tiempo creó la Pastilla de Chiquitolina –o algo así. El chiste es que Pym se ha negado vender su creación a los malvados que nunca faltan, pero su protegido, el ambicioso Darren Cross (Corey Stoll), está cerca de llegar al mismo descubrimiento de Pym y no tiene los mismos escrúpulos que su maestro, por lo que el viejo científico tiene que impedir que su invención llegue a las manos de Hydra, la organización delictiva más poderosa del planeta Tierra –después del Partido Verde, claro está. Total, que para salvar oooooootra vez a mundo, Pym reclutará a Lang, lo entrenará como Hombre Hormiga y lo guiará para que entre a los laboratorios de Cross y se robe el traje que ha creado el malvado heredero despechado.
Ant-Man es una divertida e ingeniosa cinta súper-heroica la mitad del tiempo –los primeros 30 minutos más la última media hora- con un bostezante agujero cómico/dramático en medio. En los primeros minutos, cuando vemos a Lang tratar de re-hacer su vida mientras comparte un pinchurriento cuarto de hotel con un trío de malandrines comandando por su amigo chicano Luis (Michael Peña), la cinta avanza con gracia y ligereza, especialmente por la agradable presencia de Paul Rudd y la vis cómica de Peña, quien se roba cada escena en la que aparece.
Luego viene una hora de explicaciones sobre la Partícula Pym, una buena dosis de blablabá sobre los conflictos de Pym con su hija Hope (Evangeline Lily) y con su hijo putativo y despechado Cross, más el consabido entrenamiento de Lang hasta que el buenazo caco llega a dominar la técnica de hacerse chiquito y manipular a las hormigas cual acarreados priístas chiapanecos.
Por fortuna, la última parte, cuando Lang y el trío de reaparecido malandrines con Michael Peña a la cabeza ejecutan el golpe contra Cross, el buen humor vuelve por sus fueros. El director Peyton Reed dirige la acción en un tono de franco auto-escarnio súper-heroico, a tal grado que la escena climática ocurre en las vías de un trenecito de juguete.
Para los estándares de las cintas “Vengadoras”, que acostumbran elevar por los aires ciudades enteras, destruir medio Nueva York o poner en peligro a todo un planeta, la acción en Ant-Man es lo más cercano al minimalismo que podrá estar la Casa Marvel. Por eso mismo, la película termina provocando una sonrisa si no de satisfacción, por lo menos de alivio: he aquí una cinta de la Marvel que, por lo menos, aguanta el palomazo.
Comentarios
Las analogías con los partidos políticos mexicanos son la onda.
Por otra parta, es bueno ver que alguien por fin le da crédito al Chapulín Colorado con sus pastillas de chiquitolina. Bien ahí.
Jajaja...